jueves, 30 de agosto de 2012

Una Mirada de Paz (Psicoterapia, Psicoanálisis y Meditación)


Parecía un amigo, parecía un padre, un complice, parecía una persona más clara y feliz que yo...
lo importante era que ya no temía, ni sentía ansiedad al contar aquello que me daba antes tanto dolor,
rabia, tristeza e insondable culpa, poco a poco dejé de evitar el hablar de las cosas personales más delicadas,
de mis lados oscuros, de mis gustos grotescos, de mis hábitos perversos, de mi manera de manipular y ser altamente egoista, poco a poco dejé de sentir ansiedad, era como si simplemente estuviese allí esa persona, silente, concentrado, fresco, como si escuchara no sólo con sus oidos sino también con su corazón, su voz no era del todo su voz,
sólo su tono y sus matices pero las cosas que me decía las pocas veces que lo hacía eran mis propias cosas, mis propias palabras, era como si yo le contase y le dictase el guión teatral de alguien que sufre y él simplemente lo representara con el sólo escucharme, podía verme a mi mismo en su silencio, podía escucharme... sabía que algo muy trascendental estaba sucediendo, al hablar, al hablar al principio de los demás y luego hablar de mi, al contarmea mi mismo la pobre y trágica historia que aparentemente me traza... los miedos se iban simplemente apagando, poco a poco encontraba en mi mismo al ser que más repudie y no aceptaba ser, no era tan malo, nada de eso doloroso que me pasaba era tan malo.

Con el pasar del tiempo ya nuestras miradas se encontraban sin temores, sin sonrojeces, sin penas, sin sentirme que al mirarme ya me estaba juzgando,analizando, categorizando, etiquetando en su mente, no, ya no sentía nada de ello, sabía que él sabía de mi muchas cosas y que otras muchas más podía ver y yo no veía, sin embargo, y contrario a la intensión que me hizo llegar a una terapia, aquella persona no me brindaba respuestas (o por lo menos no las más creía necesitar), más bien esa persona tenía el silencio, el tiempo y la presencia serena para que cada cosa que yo decía hacia de vuelta eco en mi como si aquella terapia fuese el lugar en donde pudiese observarme a mi mismo, hablarme a mi mismo, ver mi propio teatro de drama desde afuera, era tan extraño... una vez nuestras miradas estaban cruzadas, llevábamos así varios minutos, no lo recordaba, sólo yo hablaba y hablaba de mi, lo miraba, esperaba, hacia una pausa, él cambia lentamente su postura en busca de mejor comodidad, pero siempre, aquella mirada nuestra estuvo allí, de repente, mi vi reflejado a mi mismo en el iris de sus ojos, aquellos ojos parecian tan neutrales, no había crítica, ni susto, ni seducción, ni intimidación, ni análisis, sólo calidez sutil y una sonrisa muy pequeña, recuerdo que viendome allí reflejado sentí que sus ojos eran un brillante tablero en donde mientras hablaba veía esas palabras escribirse una a una sobre ese tablero, en ese momento sentí que yo era aquel que hablaba y también aquel que leía - como si de un texto se tratase - una obra, un guión, el guión de la vida de un ser humano, en ese momento sení que me autoobservé, eramos dos; aquella voz que la hablar y hablar las palabras dibujaba sobre el brillante tablero, y el otro el que observaba y leía todo eso, era mi conciencia, mi conciencia que observaba la parafernalia de mi propio drama, en esos momentos experimenté cómo a través de los ojos del psicólogo pude por lo menos un instante de altisima paz, no ser ese drama de sufrimiento tan absurdo que venia parlando como lora ciega y mojada.

En ese momento algo sucedió, no tuve tantas respuestas ni tantas soluciones como pensé necesitar, pero experimente un instante de paz en el que no fui eso que pensaba que era, la paz del observar mi mente y esas mis muchas voces y saber, saber de una manera profunda y graciosa, que sólo se trata de una ilusión, de un teatro, del guión que he decidido representar.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Bajarse del Bus

No sé que es el inconsciente, ni que es el goce, pero si sé que ha sido mi inconsciente y mi goce. Por eso el psicoanálisis mismo es una experiencia del uno, de cada quien, cada inconsciente puede dar una idea de lo que es el psicoanálisis, pero el psicoanálisis no puede dar una idea de lo que es el inconsciente, pues el inconsciente es el lado oscuro de la vida, lo que se repite y no quiere verse, lo sutil siempre presente, ese charco que hay que atravesar sí o sí, el Samsara de los budistas, y el inconsciente no lo conoce quien tenga miedo de verse y descubrir que sus sentires más molestos están amarrados al niño o a la niña que yace en su interior en un estado de total desnudez, en un estado de herida que no le permite al ser crecer hacia los estados evolutivos y espirituales a los cuales está destinado a tender. La inmensa construcción de Freud y Lacan encierra un sentido espiritual, y es que por la vía del develar una verdad, el humano descubre que  es una toda una mentira pues es lo irrealizable, lo que no puede darse, las fantasías más avariciosas de su ego, es decir, descubre que esa verdad es una mentira, una ficción, pero verdad al fin y al cabo, ”a veces el ser humano buscando, buscando, buscando, descubre al final que todo es muy falso, y en ese momento, en ese preciso momento ya puede descansar tranquilo, porque ha descubierto la verdad de su existencia”. A esto conduce el psicoanálisis.

Continúo, La verdad psicoanalítica de Freud y Lacan tiende a lo espiritual pues cuando lo molesto de uno mismo sale y se fabrica como un amplio saber que da cuenta de esos rincones oscuros y de precipicio por donde por ceguera uno caía, entonces, ya uno se pasea por esos valles con tranquilidad porque sabe que se han sembrado flores en donde antes sólo habían tumbas, se han puesto faroles y velas y luces donde sólo había un negro de oscuridad, y que se han construido puentes de tablas firmes y seguros en donde antes habían precipicios, pero también hay huecos, cementerios y trozos de sentimientos enredados como alambres de púa sobre un viejo cercado, que simplemente no se pueden remendar puesto que son heridas que trascienden tu entendimiento y van incluso hasta más allá de tu propia vida, son los fallos de los padres, de la familia, la cadena larga que va tras de ti y que hay que dejarla, cortarla, porque simplemente no tienes como elaborarla, no depende de ti porque simplemente no son heridas tuyas, son heridas que se asumieron y en las que uno se identificó, pero no son tuyas, son de los demás, son cargas que cuando te das cuenta que no quieres ni deseas cargar más, simplemente, las tiras, las dejas con amor pero con fuerza, con coraje, con perdón. Una vez ves tus pensamientos e identificas la inconsciencia en la que están inmersos, ya tienes la posibilidad y el poder de des – identificarte, es decir, de entregar lo que no eres, de no montarte en ese bus pues ya conoces sus paraderos, sus caminos, sus terminales, son siempre los mismos, esa es la repetición; el bus en el que viajas tiene una ruta que no viste al subirte en ella, y te quedas en la silla con miedo, pero… cuando quieras puedes pararte y timbrar, el bus parará, y entonces no debes temer el devolverte a casa solo y caminando, estarás entonces libre de conocer realmente y con calma cada uno de los paisajes tan agrestes por los que el bus del afán y la felicidad buscada en el otro te llevaba.

Cuando vas sentado en ese bus y te das cuenta que puedes pararte entonces ahí cesa tu ignorancia y el miedo se va transformando en fuerza, y entonces empiezas a abrazar al niño que llevas dentro, con amor, con compasión, con calor y mucho coraje, le limpias entonces sus lágrimas, lo abrazas y le hablas a los ojos y le transmites toda esa sabiduría que los muchos años que has vivido te han dado, y entonces, el niño comprende, levanta su frente, sonríe, calienta sus manos y camina contigo, juntos, y tu le muestras mientras caminas los recovecos propios del camino, y paras con él a veces para admirar algún paisaje agreste y exótico, le vas mostrando los rostros de mujeres que te habían distanciado tanto de él, le muestras también a su padre y le dices que no debes temerle, que su padre, su verdadero padre eres tú, el único que puede conocer de punta a punta el corazón de ese pequeño que a tu lado camina, y con calma lo invitas a hacer música, le enseñas a cantar sin miedo, la gente no importa, la gente ya no existe, y caminas con él y descubres que el niño va creciendo, a medida que caminas va creciendo, y creciendo va transformando su miedo, su anterior miseria, su mendicidad, su manipulación absurda, su idea de que es centro del universo, o el tesoro más preciado de su madre, lo dejas que esas cosas se vayan cayendo, también él va des – identificándose, va dejando la inconsciencia.

Y así, el inconsciente va saldándose, sin que deje de existir pues es la puerta baja que te recarga y te facilita la dolorosa transformación de tus potencialidades, es el lugar donde el miedo dormita, es el lugar de donde ebullen los pensamientos, la mente, y los sentimientos, el fuego, los recuerdos, es el lugar que siempre se abre cada vez que piensas que te enamoras de alguien para ser feliz, nada más equivocado como eso, la responsabilidad frente a lo herido dentro es de cada quien, y jamás un buen corazón ajeno por muy bueno que sea, podrá enmendar nada, a lo mejor viene más fracturado que el tuyo y con una puerta al inconsciente más cerrada, o sea, más inconsciente.

El inconsciente es la vida humana pensada como un espejo en donde a causa del estar tramitando tus propias cosas a través del otro, nunca se alcanza a tocar realmente al otro ser para realmente amarlo, sino que la vida y el amor se van como instrumentos, nos usamos para sanarnos cuando lo que se hace es abrir más el agujero de los abismos inconscientes pues el que ama no reconoce sus propios fallos sino que los deja afuera, los proyecta, él siempre está bien, perfecto, él siempre lo dio todo, lo hizo todo bien, es el otro el del error, eso es ego y nada más ciego y narcisista que pensar así.  

Cuando la experiencia del inconsciente es profunda por la vía de un análisis que de hecho es la vía del amor – desamor (también pueden haber otras formas de acceso y trámite al inconsciente, no sólo la experiencia de un análisis, debido a que aunque el inconsciente tal como lo conocemos nació gracias a Freud y su sucesor Lacan, la existencia de lo oscuro y lo que ignora el hombre es algo que desde hace milenios está presente, desde que abandonamos la espiritualidad y nos llenamos de miedo y de mente y de ignorancia, desde ahí el inconsciente está presente). Vuelvo y retomo, cuando la experiencia del inconsciente es profunda y la verdad que hay allí puede verse, ya uno logra identificar los pensamientos y los sentimientos que de allí vienen y ya puede uno decidir si montarse de nuevo en un bus en el que ya se conoce su ruta, o por el contrario, simplemente no subirse allí, dejarlo pasar, como una meditación, como un mar de pensamientos que siguen su curso y al irse dejan espacio para que otros, otros benevolentes y muy amorosos que nunca han estado y nunca se han experimentado, empiecen a brotar, un nuevo aprendizaje, un nuevo paradigma de la vida que esta siempre que se toman decisiones y siempre que el coraje es más que el miedo y la sabiduría es más que la ignorancia.

El psicoanálisis cimenta su lógica a partir de dos planos de la existencia humana, que son el físico y el emocional, o sea en el cuerpo y en la mente, por ello el cuerpo es un instrumento para gozar destinado al placer y no un medio lleno de energía para ser dispuesta hacia otros fines más elevados, así mismo al estar sujeto a la mente, es un saber que encierra la vida del hombre en una encrucijada en donde no fácilmente puede salirse pues los pensamientos son una cárcel, esa lógica la han sabido los orientales desde hace milenios, aquí en occidente, estamos aún muy presos, atrapados en el sufrimiento pues el sufrimiento se da cuando el humano tiene miedo y se resiste, entonces se apega, se llena de saberes para taponar los precipicios inconscientes en los que teme caer y empieza a vivir en el afán del evadirse en los otros, la vida se hace un ruido de construcciones defensivas constantes que fortalecen el ego al precio del separarse cada vez más de su corazón, único lugar donde puede encontrar no sólo la verdad sino también la fuerza para decantar con luz la inconsciencia.

Al inconsciente se le pone un corte solamente cuando el humano está suficientemente seguro de ponerlo y cuando lo cree posible, cuando ya conoce su propia mentira en la que todos menso él, era antes responsable, en el que todos menos él, era responsable de esa felicidad. La experiencia de la falta está presente, pero no por carentes, sino porque precisamente nada tenemos, nada poseemos y a la vez estamos en todo. Cuando un ser humano medita y experimenta que a través de su respiración el aire que sale y entra, que entra y sale, deja el pecho vació, sin sentimientos y la mente tranquila, con mil pensamientos que vienen y van pero sin subirse a ninguno, se experimenta la sensación de ser un recipiente vacío, de no haber nada dentro, ahí en ese momento es cuando todo cabe pues ya no hay el cumulo tumultuoso del ego que no deja que uno toque profundamente a nada ni a nadie, ni siquiera a sí mismo. Ese estar vacío por dentro puede interpretarse como el estado de falta que sustenta Lacan, esa es mi comprensión y lo que pienso del asunto, pero, no son lo mismo, la falta en Lacan puede ser vista como lo que impulsa el deseo, el motor del deseo, un hueco en donde no hay nada y por tanto, de allí emana el deseo en su búsqueda incesante de objetos sobre los cuales descargar la libido, poner el amor, no sé si la experiencia de la falta en un análisis sea tal como yo ahora pienso y siento la experiencia del vacío, para mí el vacío es simplemente darse cuenta que todo lo que te hace sufrir es una mentira, es la ficción que sustenta el inconsciente, pero dos cosas, primero, no sé si sea el equivalente, y por otro lado vuelvo y sustento, aunque el inconsciente revela una verdad se trata de una verdad mentirosa, ficticia, de lo cual te vas des – identificando y entonces ya dejas de ser eso que creías eras, pero por mentirosa que sea esta verdad es preciso velarla, revelarla, conocer ampliamente el bus en el que uno se montó. Ya luego dejar de habitar allí y bajarte del bus y caminar tu mismo de regreso al propio corazón, lugar de conexión con lo que no vemos pero que está, ya es decisión y proceso de cada cual, por eso indiqué al inicio ¡No sé que es el inconsciente, pero si sé que ha sido mi inconsciente! El Psicoanálisis no puede dar cuenta del inconsciente porque el inconsciente es cada inconsciente y no existe una verdad que los sujete a todos, pero si lo sabido del propio inconsciente puede dar cuenta de lo que es el psicoanálisis, un camino más, como todos los ya caminados, como todos los muchos que seguiremos caminando.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Psicoanálisis en el corazón!!

El Psicoanálisis es la experiencia de la verdad de una mentira que el humano ha de sanar, a de trascender, tramitar o depurar, esa ficción que revela por el encadenamiento de piezas que se unen unas a otras es la verdad del goce, o de la novela imposible que el humano se inventa para no permitirse sufrir, pero, nadie puede huir de su verdad, por más otros y más afuera en los que pretenda evadirse, nadie puede escapar de sí mismo y eso lo supo Freud y para el eso fue atroz, lo terrible de lo humano.

Pero ¿Tiene que doler? Hay matices en los que toda la psicología y el más aún el psicoanálisis con todo su poder incluso, cae y allí, se esclaviza pues su saber fácilmente se transforma en síntoma y cae en lo que siempre ha evitado caer, en convertirse una religión ¿Ahora, eso es malo? No lo creo, el psicoanálisis defiende su verdad así como el cristiano defiende a Jesucristo y cómo el indio defiende el arco y la flecha o cómo el hijo de la tierra defiende a su pachamama, incluso el psicoanálisis tiene muchísimo que decir frente a estas religiones o cultos, o procesos, el psicoanálisis en su estructura de verdad siempre tendrá las respuestas, pero eso no quiere decir que sean siempre verdades, los matices en los que el psicoanálisis se esclaviza  es que olvida que es una experiencia del corazón y del dolor del humano y pasa a ser un archivo más del sentimiento de poder y de saber que habita en la mente, en el pensamiento, y hay momentos en donde simplemente hay que saltar y dejar esa mente para redirigir la vida hacia el corazón.

En el corazón la experiencia del goce se concilia, se acepta y perdona, y precisamente estos dos últimos términos no entran en el léxico psicoanalítico porque pertenecen es al corazón, el lugar donde el humano puede dejar de luchar, de pensar y de resistirse, porque en el corazón la verdad mentirosa y ficticia del goce se hace una verdad que se transforma y es cuando algo propio renace.      

El psicoanálisis es claro cuando especifica que nada se cura, nada se modifica, pero si se tramita, ese tramitar lo podría pensar como un transformar, y en ese transformar siento que la renuncia del goce puede no necesitar pasar por la dolorosa vía de la frustración y la desesperanza, sino por la vía del amor, las lecturas de Jung proponen en esencia un reencuentro del humano con el niño y/o la niña que reside en él, creo que esa vía amplia un nexo para pasar y dar el salto hacia otra esfera que el psicoanálisis no toma, y es el espíritu, lo que quiero decir aquí es que primero la academia no forma y que la psicología se queda corta y el psicoanálisis va muchísimo más allá, pero… también se queda, y es preciso pasar, empacar el sueño imposible y decirle adiós de maneras que acercan más al humano consigo mismo mucho más de lo que lo hace la palabra  en el análisis. En este punto en donde el psicoanálisis es trascendido la humildad renace y en esa humildad la verdad del psicoanálisis es comprendida y vista desde el marco en el cual humanamente se presenta como experiencia de lo físico que cala en los afectos y desde allí encapsula al humano en la mente, lo deja preso de la repetición, y eso ya es mucho, bastante, más aún de lo que se puede aprender en la universidad, eso no lo enseña la academia, eso lo enseña la vida y el análisis, el psicoanálisis bajo los textos simplemente, es decir, el psicoanálisis como verdad teórico desprovista de análisis necesario y fundamental, se convierte en el síntoma más bello en el que se escuda y evade el humano, continuando así su vida de espejo, es decir, sanando lo propio por medio del otro, esa empresa es delicada, pues se trata del buscar en el amor resolver el Edipo, se trata de buscar hijos, de buscar padres, de buscar madres, en personas que no pueden ayudar… pienso que existir en la verdad del psicoanálisis es habitar en la verdad de ser espejos y con mucho trabajo de análisis dejar esa vida y saber qué es lo que uno es, y que es lo que uno no es. Y ese proceso es un proceso que pasa de largo y toca lo espiritual, necesariamente se toca y la decisión es abrir o no esa puerta.
  
El Psicoanálisis tal como yo lo pienso y lo siento, es un saber que no tiene porque matar nada de lo que reside en el humano que se examina y se sabe, la tarea es transformar lo que hay y esa transformación llega a lo espiritual, incluso cuando el psicoanálisis mismo tenga análisis y respuesta para eso, incluso cuando crea tener la explicación a ello, incluso en esos momentos, el sentir de lo espiritual lo trasciende, y paradójicamente el inconsciente empieza a leerse fácil, inmediatamente se sueña, para transformar ese sueño.

Siento que el psicoanálisis depura al humano mostrándole su inconsciente y lo que allí hay y siguiendo las palabras del Lacan en el seminario XI donde expresa que “el Inconsciente es el lugar de lo no realizado, de lo imposible”, entonces es optimo más que saber, sentir que una vez lo imposible se revela y sea con dolor o sea con aceptación perdón y amor, se deja ya esa historia derramarse por los poros hasta extinguirse, es justo pensar entonces que el inconsciente deja de ser inconsciente, pasa a ser consciente y más que consciente, se transforma en conciencia, y la conciencia es una luz de amor profundo por sí mismo que ilumina el inconsciente.

Mi invitación es que el psicoanálisis no sea una experiencia de palabra que interpreta, analiza y explica las cosas que pasan y comentan un grupo de amigos y conocidos para fortalecer lo que en la clínico sucede, el psicoanálisis es más y la clínica es tremendamente profunda y se pueden llegar a tocar cosas allí que incluso no se ven, mi invitación es a que el psicoanálisis se acompañe del análisis, condición fundamental para que el inconsciente sea visto, de lo contrario se queda en una justificación que te permite dar un discurso más o menos creíble y más o menos impactante, pero eso no hace mella, mi invitación es que el psicoanálisis vaya directo al corazón siempre. Ahí está todo lo que en la mente y en los sentimientos hace tanto ruido.  

jueves, 27 de octubre de 2011

Fragmentos de una verdad mentirosa

Sueños, recuerdos, fallidos, fantasías, pedazos de experiencia, decires, significantes, retazos de Edipo, apenas una piezas de sanitario, pecho y cama… construcción de saber del inconsciente… silencios, meditaciones, imposibilidades, las piezas de una verdad mentirosa… pero fragmentos, sólo fragmentos, fragmentos de una verdad mentirosa...

miércoles, 12 de octubre de 2011

La Psicoterapia y sus finales parciales

La Psicoterapia se constituye como una relación interpersonal que repara algunos de los agujeros o peldaños en falso por donde la persona fallaba y se estrellaba en la relación con los demás, en el amor, precisamente porque la psicoterapia es el espacio donde la persona puede decirse, pensarse, equivocarse y permitirse ser lo que ante los demás no puede ser, a partir de este expresarse en el silencio, en la duda, en la vacilación, en la sonrojes y en la lluvia de palabras y pensamientos que saltan cada vez que se habla de algo, es que la persona advierte que su ser recupera la espontaneidad que tanto la crítica, el enjuiciamiento y el deseo de ser para los demás,  había apagado.

Debido a esto el miedo empieza a cesar y un lanzarse hacia la vida retando lo que se creía inalterable e inamovible empieza a aparecer para llenar de confianza el terreno del existir antes alienado y perdido, algo se recupera, algo se va recuperando, la persona empieza a ser más para sí y menos para los demás, incluso cuando no se sepa lo que se es, la persona se arriesga a la aventura de confrontarse, de derrumbar los diques de la razón, el miedo, las defensas y las amalgamas de su neurosis que le atan al otro, para permitirse reinventarse, ahí el terapeuta acompaña, ahí el terapeuta es idealizado, es inevitable que eso suceda, nadie le confía su vida y su intimidad a alguien que de entrada no le genere confianza, saber, afecto, transferencia.

Luego, los síntomas de malestar inicial se han diluido y lo que en un principio fue un problema ya de repente deja de serlo, aparecen otros, aparecen otros matices, otras intimidades que tienen que ver más con la persona en sí misma y su sentir que con la imagen que esa persona desea ser y expresar para los demás, es decir, la persona empieza a ser más para sí y menos para los otros.

El tiempo transcurre y la psicoterapia parece ahora una novela sobre la propia vida que al irse contando se va escribiendo y se va viviendo, y en ese vivirse con los pisos que da saber sobre si y entenderse y comprenderse, esa novela empieza a tener matices falsos, incongruencias, contradicciones, puntos ciegos que antes no se veían, ahí la persona se cuestiona aún más sobre la veracidad de lo que dice que es y han decidido los otros que fuera, ahí se cuestiona mucho más sobre realmente que es lo que se quiere en la vida, en los afectos, en costo altísimo que le resulta el mantener el ideal imaginario que los demás ponen sobre él o ella, incluso la persona cuestiona su psicoterapia misma.

Ahí la persona ha adquirido un saber qué hacer con eso que le causó malestar (los afectos difíciles se modulan más y se atemperan, duran menos y se saldan más rápidamente), y se advierte entonces que la psicoterapia nada ha curado, sólo ha movido de lugar algunas piezas para que otras ópticas emerjan y la ceguera que antes no permitía ver, se destape, se diluya, ahí la cortina de humo desaparece y aunque la persona no tenga muy clara la solución o la respuesta acerca del cuál es su deseo, cual es el camino que ha de seguir en su existir, si empieza a darse cuenta que cuestionarse sobre que tan necesario se hace continuar en el proceso psicoterapéutico, empieza a ser la clave que advierte que ya desde hace rato la persona se las arregla por sí misma y con las herramientas que el proceso le ha ido dejando. Ese es el punto que indica que ya la autonomía y la responsabilidad frente a las riendas del propio devenir, está atravesando el Ser de la persona, una semilla fértil sembrada en los terrenos de la psique de la persona está empezando a crecer.

Lo que queda aquí es un continuar generando saber sobre los peldaños en falso por los cuales se caía antes mucho más que en la actualidad, lo que queda es un mantener la relación psicoterapéutica por los beneficios psíquicos que trae el advertir que con esa persona, es posible ser uno mismo. Los limites aquí de la dependencia se sitúan, y se constituye otra realidad a la que hay que dar el paso, a la que hay que decir si, la realidad que aquí se constituye es la del dar el salto y cerrar el proceso, consolidar el final parcial de lo trabajado, permitirse el inicio de lo que se concibe como una separación, como un duelo, como un afecto que hay que tramitar sintiéndolo, esa disolución parcial de un proceso implica que la persona no solo concluye un trozo de vida compartido con el que le hacía eco en la escucha, es decir, con el terapeuta, sino que también por esta vía cierra, tramita y sutura los demás duelos pasados y dejados en su vida a los que le faltaba dar el toque final, suturar más las cicatrices abiertas que sostenían a la persona en lo que del ayer, ya no está pues se ha ido.

Algo encarna la figura de un psicólogo, un psicólogo es un portador de personas significativas para el que consulta, personas que se han dejado en el camino, personas que ya no están, esos seres caen sobre el psicólogo y por tanto, cerrar un proceso implica la bella tarea del cerrar un duelo pretérito. Eso lo advierte la persona con el paso del tiempo, el bienestar es indicio de que a través de la relación terapéutica, algo se ha sanado, algo que va más allá de la persona del terapeuta. Eso es lo que sana.

Este proceso final duele en cierta medida pero es un proceso para el cual se cuenta ya con herramientas suficientes para tramitarse, el saber qué hacer con eso o el saber qué hacer con uno mismo se coloca aquí a prueba ya no como tanteo o vacilación como en el transcurso del proceso de presentaba a momentos, sino precisamente como un asumir ese salto, asumirlo si o si pues ese es el sello garante que le reconfirma a la persona lo que tanto temor le daba reconocer y responsabilizarse, pero que paradójicamente siempre ha sabido; la vida es una aventura llena de incertidumbres, de retos, de desafíos, nunca hay una palabra o una verdad última, no existe el sacrificarse por los otros con tal de evadir el propio deseo de libertad que atraviesa el deseo propio, eso es lo que la persona ha comprendido a lo largo del proceso, y eso es lo que se pone a prueba como una certeza de lo que tanto se ha trabajado, la certeza de que el proceso ha servido, nadie más puede ni podrá por la persona misma, dar fe ello.

Una vez afuera ya no hay marcha atrás, los matices de incertidumbre se hacen más evidentes y un aire de susto aparece, esto es señal de que efectivamente se está asumiendo la verdad de que ya se ha dado un paso hacia la libertad, hacia la expansión, hacia el permitirse amar diferente, una verdad que no puede evadirse, una verdad que en su asumirse la persona descubre que efectivamente puede, aún en medio de la incertidumbre de la vida, aún en medio de que a veces se sienta que se necesita de nuevo al terapeuta, es natural que se sienta y es natural que los encuentros se sigan dando, pero ya no desde el mismo lugar, desde el mismo pedido de guía pues algo ya se ha pasado, un salto se ha dado y cuando se da un paso no es posible devolverlo, negarlo. La libertad es la responsabilidad de hacer de la incertidumbre del existir una novela propia que se escriba con la letra y el puño de la persona misma que lo vive, es la única manera de firmar con el propio sello la autenticidad de que se está viviendo una vida propia y no ajena o alienada por el deseo de los otros, es la responsabilidad que la persona se juega, su salida, su bienestar, aún en medio de tanta incertidumbre...

¡Siempre valdrá la pena salir y mojarse un poco!


domingo, 2 de octubre de 2011

La Ficción que somos


…“Y sus garras rasgaban mi espalda ¿Qué querrá de mi? ¡Quiere mi alma! Sus frías manos hiperventilaban mis sentidos, mi cuerpo todo sudaba adrenalina y mis piernas, corriendo como nunca jamás habían corrido, surcaron senderos, montes, varias veredas y alambrados, mi cuerpo dio tumbos pero ninguna de esas caídas logró detenerme, no podía parar, aquellas garras se incrustaban cada vez más y mi mente recordó las palabras de mi madre, de mi abuela, de las señoras de las iglesias, todas esas creencias con las que un día crecí se hacían realidad, unas garras me asolaban en medio de la oscura noche ¿Qué querrá de mi? Seguía preguntándome, más era inútil, aquello era una bruja, ya de niño me lo habían dicho, ya de niño me lo había creído, eso que me rasgaba era una bruja que quería mi alma y yo espantado por tal espanto corrí como jamás había corrido…
Al llegar a casa, para mi sorpresa, mi espalda estaba llena de cadillos y espinas de moras que me rasgaban como garras… ¡Sólo eran espinas y moras! No pude verlo antes, estaba en la penumbra, en la oscuridad, en la ceguera en donde la trampa del imaginario responde. 
¡Todo había sido ficción, mentira, engaño!
¡Todo había sido fantasma!
Todos estos años, tantos años... todo ha sido ficción, innombrable ficción, fantasma" 

Adaptación a un recuerdo de Antonio Rodríguez

miércoles, 28 de septiembre de 2011

¡Un sujeto esperando… desde el retrete!

Déjame ser tu barco, para que seas tú mi brújula
Y sentir que no irías a ningún lado sin mí
Aunque ciego ignore que soy Yo el que no sabría dónde navegar sin el mandato de tus besos.
Si mi vela es tu deseo
Nunca te dejaré ahogar en este inmenso mar,
Pues tu amor es como el viento que me sopla
Hacia donde tú quieras… sólo pídeme, mándame, sóplame, desea-me…
Que yo sabré como corresponder a ello y hacer que mi barco contigo a bordo, nunca se hunda,
Mi barco no se hundirá, pero tú por favor…
¡Sólo sopla-me! Que mi vela es el deseo de tu deseo.
¡Pídeme ser tu barco que mi deseo es que seas mi brújula! ¡Tuyo, mi amada brújula!




El análisis revela la cadena de los Significantes que al sujeto le han venido del Otro y el cómo el sujeto a respondido y/o se ha asumido desde ellos. Ese hilo significante son las huellas y los anclajes que vienen del Otro y en los cuales el sujeto se sujeta para figurarse como deseo del deseo del Otro, para representar un algo, asumirse desde una identidad, hacerse reconocido, apropiarse de un papelón a representar en la vida. Esa es la ficción que es la omnipotencia y poderosa (muchas veces) presencia del Otro en el sujeto, ese papelón Significante que el sujeto encarna interpretando que así se hace deseo del deseo del Otro y logra un lugar en el amor del Otro, al ser su deseo, este es “el pacto con el diablo” que ancla el destino del sujeto a la dependencia del Otro.

El sujeto interpreta lo que el Otro quiere que él sea y desde allí el sujeto se ubica para figurarse su papel en la vida, su guión en el teatro de la vida, y ¿Cuál es su guión? Su guión es el ser algo, ser alguien para alguien, tener la identidad de ser algo que alguien desee, situarse como deseante y deseado, y esta identidad que es el papelón que encarna en la vida el sujeto, es el Significante que lo comanda y la cadena de significantes alrededor que sustentan y sostienen ese Significante Amo por el cual al sujeto se le va la vida, viviéndola por lo que un día creyó el Otro necesitaba para ser feliz, y encarnando ese ser la felicidad del Otro, lo que al Otro le falta.

Esa es la pura ilusión en la que se monta el sujeto, de lo que se agarra, lo que reprime, lo que no suelta, y soltarla, perderla, renunciar a ella, es el precio de su castración, de la pérdida irreductible que abre el pasaje al deseo de ser un deseo propio, pero esto al sujeto le duele, le duele el dejar de gozar engañándose creyendo que lo engañan ¡El goce es ciego, y en un mundo de goce, el que abra los ojos querrá no haberlos abierto!... ¡es el horror al saber sobre la propia traza!

Un sujeto situado en un retrete es un sujeto “anal”-izado a la espera de que el Otro se satisfaga con los detalles y los regalos que el sujeto le ofrece a partir de sus heces, y en esa satisfacción del Otro que limpia, esta la satisfacción del sujeto en el retrete, se satisface si satisface a Otros, esa es la satisfacción  de su narcisismo y a la vez su encadenamiento, supeditación, dependencia y espera del Otro que es el que manda, el sujeto en retrete es mandado ¡es un mandado!

El sujeto a la espera en el retrete, es un sujeto esperando el tiempo, el deseo y el mandar del Otro, un sujeto anclado a la imposibilidad de trazar su deseo sin el Otro, el deseo del sujeto en el retrete es un deseo interdicto, es un deseo que es el deseo del Otro, el dar está supeditado y dependido no sólo al pedido del Otro (a que el Otro quiera, pida esas heces) sino también al agradecimiento o la gratificación de ese Otro que recibe esas heces como regalo, así mismo el retener está supeditado y dependido de la satisfacción y placer que resulta del estreñido pasaje masturbatorio por las mucosas anales una vez las heces como Oros para regalar y complacer, salen con dolor (¡Es el dolor de darle al Otro algo grande! ¡Es el dolor del “sufrir” por el Otro! ¡Es el masoquismo narcisista del “mira lo que hago por ti, todo lo que me sacrifico y me duele”!... es la queja del obsesivo, su goce).

De este modo el deseo del sujeto trazado desde su retrete, es un deseo siempre interdicto, dependiente, supeditado al deseo del Otro, puesto que el deseo del retrete es el deseo del satisfacer al Otro, y en esa satisfacción que devuelve el Otro complacido y regalado, el narcisismo del sujeto se emancipa, se infla, se hace ideal y se coloca por tanto como ideal del Yo (como ideal Super Yoico generador de culpa y castigo permanente), el ideal de ser el deseo del deseo del Otro, que en esta vía de retrete es el deseo del complacer el deseo del Otro, esta es la ficción en la que el sujeto se entrampa, por eso el obsesivo es el pan de la histérica, puesto que si la histérica goza con el deseo del otro, sabe entonces que el sujeto del retrete goza ¡haciendo regalos para complacer y en la vía del satisfacer a ese otro regalado se satisface narcisistamente! La histérica sabe que este es el ciclo del sujeto del retrete, sabe que este es el recorrido de lo pulsional en él, de lo que nunca colma por más heces que regale, esto es lo innombrable de lo cual el sujeto del retrete no puede salirse sin un análisis (pues esta trazado por una lógica inconsciente que no puede ver), desde aquí se para la histérica para saciar su sed de Falo, su sed de tener el poder de ser el deseo del otro, la falta del otro obsesivo, la falta del sujeto del retrete y entonces desde aquí se da el matrimonio inconsciente, el goce compartido; el sujeto del retrete complaciendo y haciendo regalos que nunca alcanzan a colmar a la histérica, y la histérica en su macabro goce de satisfacción en la insatisfacción, nunca se hace colmada, siempre hay algo más y de más que pide sin pedir.

De este modo el sujeto del retrete es un sujeto esperando el mandato del deseo de otro, esperando y aguardando estreñido el momento de su soltura en el momento en que aparezca el pedido imaginado de otro para complacer. Si la traza de deseo del sujeto del retrete es complacer el deseo del Otro materno, por esa vía de narcisismo anal el sujeto del retrete se figura una manera de amar desde el esclavizarse al otro, al semejante (ser poseído por este ¡ser cagado por este!) en la medida en que el Otro de antaño, el gran Otro materno que le trazo el discurso Significante desde el cual el sujeto del retrete se sitúo para quedarse fijado al retrete y desde allí ser limpiado y desde allí satisfacerse al satisfacer, esto se ha hecho discurso, el Otro a complacer es el discurso del sujeto del retrete, su manera de gozar colmando y llenando faltas (el obsesivo nunca ve la suya, la falta de advertir que sus heces nunca alcanzan y nunca alcanzaron ni alcanzaran, es decir, la falta del advertir que necesitar ser necesitado es un pedido que no viene del otro sino del sujeto mismo, es el tramite que el que su goce fantasmático opera para burlar la castración, para dejar de gozar cagando, esclavizándose esperando el deseo del otro); el sujeto lleva al Otro como discurso de “amor de retrete”, bajo esa lógica este sujeto se dirige al otro, al semejante, a la histérica, para perpetuar el ser un sujeto de retrete mandado, a la espera del pedido de alguien. 

El sujeto del retrete habita en la necesidad del otro, en la demanda permanente hacia este, y sobre todo la duda expresada en el ¿Qué me quiere?... ¡para YO serlo! Que se traduce como ¡Te pido que me pidas! ¡Mi deseo es que me poseas, pues soy objeto de tu posesión, de tu control, por eso heme aquí anclado al retrete, esperando a que me digas cuando, tú me gobiernas, mi gobierno es que me gobiernes! Esa es la lógica del fantasma anal; cagar y ser cagado o mejor ¡Poseer y ser poseído!