sábado, 25 de junio de 2011

Narciso, el enamorado fantasma II (Sobre el fantasma, el goce y la metáfora paterna)

Retomando la continuación de "Narciso, el enamorado fantasma" Parte I
Tenemos:
              
              Si esto es el amor, un colma-miento de faltas, una “realización” del narcisismo, un satisfacer ese discurso que nos fue donado y en el cual nos ubicamos, es decir, una cierta forma de amar y ser amados [discurso del Otro], si el amor es este mentirnos un poco ¿No es acaso justo hacerlo, mentirnos un poco? ¡Si, lo es!
                     

            La cosa es que es ilusión, imaginario, en lo real la falta no se llena pues precisamente la falta como agujero que constituye al sujeto [el núcleo del ser es un vacío, los orientales mismos así lo profesan. De igual manera el universo se haya contenido bajo un hondo e infinito agujero de vacío], la falta no es para ser llenada, la falta o el agujero negro como lo nombra también Lacan es para que de ella emane algo, y ese algo es el deseo, y el deseo va mucho más allá de la necesidad de llenar o tapar algo de lo que el sujeto carece, el deseo va hacia ese “construir la vida, la propia vida, lo verdaderamente propio más propio del sujeto” con responsabilidad y ética, es decir, encargarse de su propia “tranquilidad” o de ese valor que algunos llaman felicidad, placidez, serenidad, etc, pero por si mismo, no dejándosela a otros para que esos otros la asuman: ..."es que la vida no tiene sentido si mi novio no me ama, es que si él se va yo me muero, nadie como él puede hacerme feliz, nadie como ella puede hacerme feliz" ..."es que si necesito algo pues lo pido y ya está, mis padres me lo dan, me lo dan así tenga que hacer pataleta y ponerme mal"...  estamos acostumbrados a dejar que el otro se encargue de lo propio, y como dice el mismo Sartre ”nadie hará por ti lo que tú no haces por ti mismo”, por ello todo intento de sacrificio y de hacer por el otro eso que uno quisiera para sí mismo, está condenado al fracaso y es contradictoriamente el éxito y el fracaso del narcisismo, precisamente porque no hay nada que llenar, más si mucho que desear, y el deseo es sinónimo de responsabilidad, de libertad, de reconocer hasta qué punto puede uno engañarse a sí mismo al amar al otro.
             El amor desbordado quema en la medida en que se dirige directamente al goce, goce que podemos entender aquí como ese amor imaginario e idealizado que evade todo el tiempo el estado de falta originaria y por ende se constituye como un amor en donde ambas partes se sitúan como el TODO del otro, como lo imprescindible, incondicional y lo más importante que el otro pueda tener, esto se cae, pues inmediatamente construye prisiones y la libido se vuelca sólo hacia ese objeto que es acá objeto no de deseo sino de goce, de obtura, y entonces ante cualquier amenaza de separación, el YO del sujeto se rompe y el desencuentro es inevitable, y ¿Qué queda del sujeto ante esta caída? Lo primero que queda es sufrimiento, sufrimiento que se siente en el cuerpo, en el cuerpo que da cuenta de la harta medida en que el sujeto se ha perdido en el otro evadiendo su propia falta, queriendo taparla, es decir, queriendo evadir la castración [a continuación tomaremos esto de la castración para cerrar]. Pero entonces, además del sufrimiento, quedan dos caminos; uno es el del volver al goce y el otro es el de hacer la apuesta por el deseo, por la castración.

              

                 En el primero de los casos, la compulsión de repetición es inevitable y dolorosa, pues se trata del haber perdido algo sin lo cual duele la vida, algo o alguien que hay que recuperar, y se recupera para luego volver a perderlo [porque obviamente si se busca que el amor llene, siempre será un desencuentro, pues el amor del otro, no llena, el vacio no se llena, ni siquiera con drogas, ejemplo de ello son las toxicomanías. La existencia no se llena] una y otra vez, repitiendo, anclandose al goce, al síntoma, el intento por no asumir la castración que sería la segunda de las opciones con las que cuenta el sujeto una vez está “caído en el amor”.

       
         Y acerca de esa segunda opción, el deseo, la castración ¿Qué es la castración?
          
                   La castración o la entrada de la metáfora paterna es una función, una función de corte en el sujeto, de límite, es poner un límite al amor tan desbordado y apasionado con el cual el sujeto en su imaginario de obtura edifica su felicidad desde el colmar al otro y en esa medida colmarse el mismo como sujeto. La castración implica una caída del narcisismo, del narcisismo del tener un algo que llena al otro y de que el otro al recibir esto, esta colmando a dicho sujeto, la caída del narcisismo en el tumbar al otro del pedestal en el que se le tiene lo cual implica que el sujeto mismo se tumba a sí mismo del pedestal en el que imaginaba estaba para los otros, la caída del narcisismo en el sujeto al advertir que aún sin el otro sigue existiendo, y que el otro aún sin el sujeto, sigue existiendo, el reconocer lo que los existencialistas llaman el DASEIN o el “ser para la muerte”, es decir, el ser arrojados a la existencia en condición de mortalidad y por tanto de separación y ruptura ineludible, ¿Qué es la neurosis como síntoma? La neurosis es un pretender amar al otro buscando de él o de ella “el colma-miento que daba el amor del padre y de la madre”, el buscar ratificar en el otro ese discurso con que el sujeto le trazaron, es la búsqueda del sujeto por ratificar en el otro esa manera en que le enseñaron a amar, es decir, ratificar en el otro, al propio fantasma, y el fantasma es tener un algo que ofrecer al otro del amor y así mismo en dicho recibir el sujeto recupera ese amor que dio, realza su narcisismo, obtura su falta obturando la del otro, es decir, el agujero de la falta es taponado por el fantasma. La castración implica caída del narcisismo, tumbar al inflado YO para advertir sobre esa lógica significante o ese discurso con que el sujeto evadía su castración Edípica, es decir, la pérdida y separación entendida como ese no ser el objeto de goce que colma al otro, y así mismo que dicho otro no es suficiente para colmar al sujeto, esto es lo que sucede cuando por ejemplo el niñ@ advierte que en su primer amor, el más amado de hecho [el amor hacia la madre] quedó “desplazado”.
            

               La castración es un CORTE al goce [o al amor desbordado en este caso], es una caída del narcisismo, es tumbar al YO y a otro del pedestal, es advertir sobre lo mucho que el sujeto ha profesado el discurso del Otro [saber significante], es dilución de los síntomas, es rompimiento del fantasma, en cierta medida, en cierta medida, pues nunca del todo dejamos de engañarnos. El caso es que cada vez sea menos ciegamente y más responsablemente. Ser responsables con el goce.

        
              Esa es la castración o la entrada de la metáfora paterna. El agujero del ser no es para llenar, es para que de allí emane algo, el deseo, el deseo que tienda hacia el otro, hacia el otro del amor, pero que no se queda anclado a él [que no se pierda en el otro], el precio que paga el sujeto por este anclaje es alto. Es el precio del goce ¿No es acaso una crisis de goce lo que lleva a un sujeto a un análisis? Ahora, ¿Esta dispuesto el sujeto a renunciar a su goce? ¿Está dispuesto el sujeto a diluir su YO para edificar algo menos ilusorio?
          
             ¿YO? Yo no sé, es eso lo que responde el YO [o sea nosotros], y no es que el YO no sepa, es que el YO no quiere saber nada de eso. Es bueno vivir engañados, aunque se sufra, maluco también es bueno.

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