sábado, 25 de junio de 2011

Por una mortal y placentera decisión!

Eran las 6 a.m cuando la intrusa alarma del celular sonaba…

Interrumpí mis sueños y me levanté de la cama, tomé el celular en mis manos y pensé en un segundo en las dos opciones que tenía; levantarme e iniciar mi día desde ese temprano momento aunque los primeros minutos fuesen difíciles, o apagar la alarma volver a mi cama y seguir en mi placido sueño.




Opté por lo segundo, y luego, dos horas después al despertarme tarde y con el sol encima desde hace rato, pensé de repente en las consecuencias de mi placentera decisión del dormir un poco más, más, sólo un poco más como en su momento lo apetecí [como procurando evadir al mundo para sumergirme en mi propio sueño, en mi propio mundo de sueños en donde todo es placer y donde además, soy el único Rey que lo comanda].



En ese instante pensé en la sexualidad o esa experiencia subjetiva de amor en la que el sujeto se liga al otro, esa forma tan particular en la que busca amar y ser amado, esa manera de querer y ligarse al otro, que cada quien profesa como verdad de amor, y de hecho lo es [y es por tanto una razón más para hacerse responsable de dicha manera de amar].
   
     Cada quien profesa su propio avatar de amor, o su propio drama de sexualidad [o su propio sueño en donde se es su majestad el Rey, su príncipe el sufrido, su majestad la Reina, su doncella la triste, su pajecillo el rebelde… en fin, el propio mundo narcisista en donde no existe nada ni nadie más importante, imprescindible e incondicional que el sujeto mismo, y en donde por tanto todo gira alrededor de él y de allí que se sea tan imprescindible que es "imposible" no ser mirado, criticado, escuchado, celado, traicionado, maltratado, enaltecido, rechazado, etc... por el otro], este drama de amor y sexualidad muchas veces [o casi siempre] tiene matices de malestar y síntoma, de ese algo que no encaja, eso del siempre dar con el mismo tipo de mujeres, o con el mismo tipo de hombres, o con el mismo tipo de suerte, eso del sentir imposibilidad, insatisfacción, rechazo, inhibición, idealización en demasia frente al otro, esas formas de amar y vivir la sexualidad con todos esos matices que cada quien vive como su puente que lo liga al otro, y esos matices, todos esos matices se presentaron en su momento como decisiones o salidas frente a la experiencia ineludible e inevitable de la separación y la pérdida [cualquiera de la que se trate], decisiones que en su momento fueron la salida menos displacentera, pero no hablo aquí de decisiones tomadas desde la razón ni desde el sentido del bien y buen obrar del humano en pro de su bienestar y salud, sino decisiones tomadas desde el placer, son decisiones desde lo inconsciente, es decir, decisiones desde el procurarse la menor tensión displacentera frente a la amenaza y la angustia de alguna experiencia de pérdida, de castración [experiencia que atenta contra el propio narcisismo del sujeto y que entraría a romper la construcción imaginaria mediante la cual el sujeto se figura una manera inamovible de amar y esperar ser amado. Por ello el Edipo es la principal experiencia de pérdida porque implica un "quedar fuera de la novela amorosa... quedar a un lado... su majestad el bebé o su majestad el niño o su majestad la niña, queda fuera, desplazada... ¿Cómo no va a vulnerar esto el propio narcisismo de su majestad el bebé [o el niño o niña] si es que él [o ella] son "in-desplazables"? Esta es la experiencia de pérdida a la que el Edipo se refiere].



Por ello se argumenta que el sujeto si toma decisiones y lo hace en pro del placer, lo hace siguiendo su principio de placer o principio de la menor tensión displacentera [lo hace siguiendo la salida más simple que le confiere el menor perjuicio o displacer inmediato] es por eso que el sujeto es responsable de todo de sí, incluso de aquello que le hace sufrir, puesto que lo que le hace sufrir o lo que en su actualidad es motivo de obstáculo o síntoma, fue en su momento la salida menos displacentera y más fácil a su desencuentro con la pérdida, con la castración.



De este modo el sujeto ignora tres cosas, la primera es que lo que le hace malestar o síntoma encierra en sí una dosis de placer [en la medida en que el síntoma representa una salida económica frente a ese “no tener y no querer vérselas con lo displacentero del asumir la pérdida”. En cualquier orden que esta se presente], lo segundo es que su malestar fue gestado a partir de una decisión que dicho sujeto mismo tomó, y lo tercero es que es responsable de todo ello [responsable, más no culpable, la culpa es un perfecto puente de auto castigo y autocompasión que justamente mantiene el sufrir y contribuye a ese “no querer vérselas responsablemente con lo que le causa desgracia y padecimiento”].



La tarea pues es desplegar un saber que teja eso de lo real tan enigmático, oscuro y confuso que se da alrededor de todo padecimiento, de todo síntoma, y de este modo apropiar al sujeto de ese hilo de saber que se teje para “empujarlo” al asumirse con responsabilidad frente a eso que le hace goce o placer en el displacer, estar bien en el mal, padecer en demasía o suicidio lento [¿por qué no llamarlo así?] del que quizás del todo no se está dispuesto a renunciar, hacia esto es hacia lo que empuja el Psicoanálisis.



Parafraseando a Marcelo Perez: “La Castración debe entenderse siempre en términos positivos. La falla que la Metáfora Paterna ha dejado será suturada por el síntoma vía el malestar del goce, la pulsión. No es por miedo a la castración, sino justamente por ausencia de corte -entre el goce materno y el sujeto- que la Neurosis hace su caldo de cultivo. Y ese corte es justamente el saber no sabido del propio inconsciente que al revelarse empuja al sujeto hacia el asumir su responsabilidad frente a sí mismo y lo que le duele”.


O lo que bien expresó Freud: ¡Wo es war, soll ich werden! ¡Allí donde eso [goce] era, es responsabilidad ética que el sujeto deseante advenga!


¿Pero qué es eso llamado Goce frente a lo cual el sujeto a de responsabilizarse?

...Pensemos en esta cita de Alejandro Jodorowsky titulada el “Desafortunado”:

           Un hombre que caminaba por la selva se topa con un león dormido. El hombre poniéndose de rodillas ante él, murmura: «Por favor, no me comas», pero la bestia no le escucha, ella sigue roncando. El hombre de nuevo grita: «¡Por favor, no me comaaas!». El animal no se da ni por enterado. Sorprendido y temblando el hombre le abre las mandíbulas y acerca su cara a los colmillos para volver a gritar el ruego, pero es inútil, la fiera no despierta. Histérico el hombre comienza a darle patadas en el trasero: «¡No me comas! ¡No me comas! ¡No me comas!». El león despierta, salta sobre él y, furioso, comienza a devorarlo. El hombre se queja: «¡Qué mala suerte tengo!».




  Es frente a este "necesitar ser comido para así poder tener mala suerte", frente a lo cual el sujeto ha de responsabilizarse, ojo, no se trata aquí de “este hombre tiene mala suerte porque fue comido por un león” sino de “el hombre es comido por un león para así poder tener mala suerte”. ¿Extraño?... aquí es donde se pone en juego la responsabilidad [justamente aquello de lo que no queremos saber nada]… ¿es acaso el hombre una víctima de su malestar y desgracia?, si es esto lo que pensamos y lo que creemos entonces no hay nada que se pueda hacer por este hombre, está condenado, es una víctima de las fauces de un león, y entonces así perderemos lo obvio de lo inconsciente que es evidente; este hombre tiene una traza significante no sabida que lo condena a una misma suerte de destino, de repetición, que no alterará a menos que decida saberla, reescribirla y asumirla, y esto implica el responsabilizarse de renuncias, decisiones y encares frente a la vida. O en otras palabras, no se alterará a menos que el sujeto decida responder a su pregunta del ¿Por qué a mi… me pasa esto? [El Psicoanálisis es una vía digna para ello, pero no es la única claro está]


    
 De cualquier forma, parafraseando de nuevo a Marcelo Perez; "la castración siempre ha de verse en términos positivos... quien reconoce que algo no anda y que le esta causando malestar ya es de antemano un sujeto que asume la responsabilidad de por qué no decirlo, estar ya de paso mucho mejor que aquel que nada sabe, nada siente y nada asume frente a lo que en su vida cotidiana [especialmente en el amor] no le cuadra".
    
  Y a la final, si entonces por una mortal y placentera decisión pasa lo que pasa, cabe entonces preguntarnos... ¿Nos engañaron?, o más bien ¿Nos engañamos?...

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