lunes, 4 de julio de 2011

Dios es Inconsciente III [La religión es un ritual de común-unidad desde donde emana Dios; el sentimiento oceánico]


Continuando con el texto anterior: Dios es Inconsciente II [En la común-unidad y el sentimiento oceánico: Dios]. La religión es una comunidad o común-unidad que respira al unísono una misma danza y un mismo canto impregnados ambos de una misma ideología de respuesta sobre la vida y la muerte, este respirar unísono que es ritual, despierta a Dios, es decir, el sentimiento oceánico, esto es lo que pasa en las religiones y sus cultos, en todas pasa la mismo y desde siempre ha pasado pues siempre el hombre ha adorado rituales ¿Por qué si nuestros indígenas respetaban los diferentes cultos de sus diferentes tribus porque el hombre le cuesta tanto respetar las diferentes religiones?... hemos llegado a una idea loca de pretender que la verdad sea una única y sola verdad, y por supuesto dicha verdad no la puede tener el otro. Este es el comienzo de toda guerra.

¿Y entonces quien es Dios?... Dios es el sentimiento oceánico, no está en el más allá, sino en el más acá, es decir, en donde una comunidad o común-unidad comparte una idea, apropia unos símbolos de poder, y sobre todo danza y entona cánticos repetitivos que constituyen en si lo qu es el ritual y bajo este se despierta ese sentimiento oceánico, sentimiento oceánico que es ese sentimiento de unión con el todo que es lo que el hombre busca, por ello su deseo de ligarse, unirse, “re-ligarse”, retornar al estado de unión con el todo ¿O acaso no es esto lo que busca el humano en una relación sexual, lo que busca en el enamoramiento… un volver a ligarse, a unirse, a re-integrarse, a religare o unir la grieta de separación, des-ligamiento, ausencia, muerte, falta y mortalidad que le susurra al oído?
Esto es lo que persigue la libido Freudiana, o el deseo en Lacan, busca llevar a cabo el “religare”, ese sentimiento oceánico que busca el hombre, esto es la religión, es el ritual, el ritual que es la música que engloba al hombre en un solo cantico y en un solo danzar, esto lo eleva y le brinda la experiencia de comunión, de unidad, de dilución de la separación, ya no hay separación, esto lo busca el hombre en el amor al buscar en el otro ese unirse a algo y lo busca la religión a través de lo ritualista y musical del ritual mismo, este es el elemento inconsciente que se le escapa a las religiones, se les escapa la libido o el hecho primario de que el hombre tiene una tendencia hacia el re-ligare [volver a unir] y esa tendencia emana justamente del agujero, de la falta que tiene el hombre por el simple hecho de haber sido separado del todo que le contenía, en primera instancia la madre y porque no decirlo también, la madre tierra.
Que hacen los budistas en sus templos, los cristianos en sus congregaciones y grandes garajes, que hacen los católicos en sus procesiones, todos ellos tiene oraciones, canticos que terminan en mantras, así mismo es lo que hacen las tribus indígenas, los grupos musicales, la gente cuando se entraga a cualquier ritual, ritual que es danza y mantra, esto también es lo que pasa en las tomas de yagé o Ayahuasca [o todo rito chamánico] o en la toma de enteógenos o catalizadores de conciencia como las setas psilocibas, el químico LSD o acido lisérgico, el peyote de los mexicanos, etc, lo que hace esto es inducir estados de ritualización y compartir común-unidad y allí la danza y el mantra u oraciones, hacen despertar el sentimiento oceánico, es decir a Dios.
En el ritual, ahí está Dios, Dios es inconsciente. La libido busca siempre re-ligarere, volver a unir, por eso es que la gente se junta pese a la separación. Llevando el ritual a las últimas consecuencias despertarán el sentimiento oceánico, la unión con el todo, re-integrar el estado de unión en el cual toda conciencia de finitud y mortalidad, de falta, de separación, se ausencia, queda diluido. Ahí el hombre se eterniza. Por eso dos de las vías para tocar lo sublime y despertar el sentimiento oceánico es a través del enamoramiento y el fanatismo, ambos se busca la Unión, el – religare, volver a unir lo que se haya separado, por esto tanto el enamoramiento como el fanatismo requieren de la repetición pues lo oceánico no se colma pues es efímero, fugaz, y entonces lo que quedo como falta, lo que quedo faltando mueve a que se siga y se siga y se siga buscando. La falta mueve al deseo, afortunadamente estamos en falta, eso es lo que nos hace estar en continuo re-ligare, “volver a unir”, por ello tendemos al otro y a Dios, para religarnos:

La muerte no será tan muerte
Si muero entre tus brazos y juntos partimos hacia otras tierras
En un abrazo nuestro que siempre nos acompañará en noches de ausencia,
y así mismo mis pasos no serán tan solitarios si tu señor me acompañas a caminar,
si me prometes que aunque muere
allá no terminará mi vida ni mi alma,
si me dices que estarás allí conmigo, eterno,
soportaré la muerte con su continua falta.

¿Qué quiere decir esto? Quiere decir que en el enamoramiento y el fanatismo el sujeto se pierde para reencontrarse con su incesante intento de re-ligare y mientras lo hace, se hace más humano, más hombre, más amante de la común-unidad, más ritualizador. La felicidad del hombre es el hombre con el hombre, es decir, el sujeto ligado al otro. La sexualidad como un re-ligare que busca desvanecer mediante el sentimiento oceánico ese real encuentro con su falta, con estado de separación, de ausencia, de muerte. La Sexualidad y la muerte, los dos juglares de lo inconsciente como decía Massimo Recalcatti.

Es hacia este sentimiento oceánico al que me refiero, a esta ritualización que es danza y mantra, canto, esta común-unidad está presente en todos los escenarios humanos, en todos. Pues aquí es donde el hombre tramita y le da forma a eso que metaforiza como Dios. Dios es Inconsciente, es el sentimiento oceánico.

Es sobre esto que les hablo: sentimiento oceánico!:


Dios es Inconsciente II [En la común-unidad y el sentimiento oceánico; Dios]

Continuando con el texto anterior: Dios es Inconsciente I [Sobre el Religare y la Sexualidad], queda entonces más claro lo que es la Sexualidad; “esa manera que tiene el sujeto de ligarse al otro” [esa forma es su propio fantasma imbuido en un discurso de goce], por eso Freud ubicó la libido [que luego Lacan nombró como “deseo”] o esa tendencia al re-ligare [“al volver a unir”] en el terreno de la Sexualidad, pues el “re-ligare” se da siempre hacia el otro, en una búsqueda por empalmar una común-unidad con el otro [por ello nos enamoramos], una comunidad o común-unidad, unidad-común, una idea en común, un algo común en donde se despierte el sentimiento oceánico que describe Freud en “El malestar de la cultura” [1926] y que remite a ese sentimiento de conexión o unión con el todo o con un algo más grande que contenga al ser, el sentimiento oceánico es ese sentir de diluye el estado de separación, de des-unión, de corte, de mortalidad, de muerte, de ausencia, de falta que “acompaña” [paradójicamente hablando] al humano [Este estado de unión, de re-ligare, de unidad; es un retorno a la madre, y a la madre tierra].
Este sentimiento oceánico es lo que se busca en la “comunidad” o la común-unidad [“comunidad”, que es la representación del sujeto ligado al otro]; ¡despertar el sentimiento oceánico! “reintegrar lo separado” o “re-ligare”, “tejer de nuevo la falta”, y con ello, eternizarse, eternizarse al sentirse UNO con el TODO, y esto no le es posible en vida al humano pues la vida es un corte, un continuo suceso de reiteradas, repetidas y esperadas separaciones, rupturas, des-ligadas, ausencias, y esto es la muerte; la separación, por ello se dice que somos seres para la muerte o Dasein como propone Heidegger, pues en vida estamos separados y con el deseo urgente de re-integrar lo perdido, lo que falta, lo que se fue y/o perdió, lo que esta como ausencia, el ser humano se haya no –ligado y por ello su libido o su deseo es una constante energía que buscar la unión con el otro, “re-ligarse”, y dicho deseo o libido emana justamente de la falta, de eso que falta, que le falta, que hace falta, de eso que hace “des-prendimiento” y la “separación” a la que “en vida” y “por vida”, el hombre es arrojado.
El sujeto en falta [es decir el sujeto “des-ligado”, separado, por ello el humano desde que existe; es un sujeto en falta, en falta debido a que por el simple hecho de vivir ya es un sujeto al cual se le ha separado de su originario estado de unión con el todo. ¿Acaso el alumbramiento no es un trauma, un fin de algo y un comienzo de algo, es decir, una muerte a lo natural intrauterino y una nueva vida en lo cultural del hombre como hombre, el hombre del lenguaje? El nacer nos deja ya de entrada a la vida, el despojo de muerte de lo natural, esto es, la separación con la madre y/o la madre tierra. El nacer nos deja la falta, nos queda el despojo de eso en común-unidad y unión con el todo que fuimos, nos deja un agujero, una fractura de algo perdido que hay que reintegrar, acaso no es desde ese lugar que justamente emana la libido, el deseo, ese empuje que tiende a reconstruir y reconstituir el re-encuentro con el sentimiento oceánico de estar ligados, no separados. Por ello nos unimos al otro, hacemos lazo. Hacemos comunidad; “común-unidad”, y para ello hay dos vías; el amor y la música, ambos rituales.
Pasa algo demasiado particular en las religiones, y es que en las religiones el ser se pierde para poder reencontrarse con el sentimiento oceánico a través de la música, no a través de Dios. Las religiones son cultos que entrampan no sólo una respuesta cosmológica [del origen y del fin del hombre, es decir, un saber sobre eso de inmensa incertidumbre que se le escapa al humano; la muerte y el sentido de la vida], las religiones ofrecen no sólo una respuesta que alivia la incertidumbre irrespondible sobre la muerte y el sentido de la vida, sino que también la religión genera una común-unidad que comparte una sola idea “cosmológica” que con un conjuntos de símbolos y representaciones de poder como lugares y objetos sagrados hacia los cuales se dirige un discurso de cuerpo y palabra, es decir, de danza y de canto que al tornarse repetitivas en masa, alteran los sentidos en el “elevaje” y la resonancia de los mantras en que se convierten los cantos y rezos y de las danzas en que se vuelven los movimientos corporales propios del ritual, es así como la búsqueda de Dios termina en un poderoso ritual [ritual que acompaña a todas las civilizaciones], ritual que es una sola cosa; música, música que al unísono acompañada de elementos sagrados o símbolos, así como de una danza y un canto repetitivo, altera los sistemas yoicos y la libido en su tendencia al re-ligare o re-ligar [palabra de la cual viene la palabra Religión. ¿Religión = Religare = libido? ¡Sí! Pero no en la medida en que la libido como sentimiento oceánico que busca en la común-unidad un retorno a lo originario, a lo unido con el todo, no da respuestas sobre la cosmología, pues el Psicoanálisis no es religión, pero si es una praxis que muestra como el hombre crea la religión, es su deseo de re-ligar siempre lo que impera, y eso es la libido o el deseo en Lacan.

Dios es inconsciente, decía Lacan en su Seminario 11, Dios es el sentimiento oceánico de retorno a lo perdido y a lo una vez separado [es la re-ligazón] re-ligazón o vuelta al estado de unión con el todo que se alcanza con la muerte y que el humano busca en la Religión que es una común-unidad desde la cual establecer el ritual para de él emane Dios, es decir, la unión, el sentimiento oceánico, es decir, Dios es creado por el hombre, en el ritual y el estado que en últimas el ritual alcanza en su máxima expresión. La cuestión es que la religión al brindar una respuesta sobre la incertitumbre sobre la muerte y sobre el sentido de la vida, lo que hace es constituirse como ente institucional que “controla” o mejor regula al hombre, la religión es un sistema y como todos va encaminado a un solo objetivo, mantener ciertos intereses que ordenan y a la vez someten la expansión del hombre hacia lo espiritual. Por eso el capitalismo tiene un discurso en el que se impone una cultura de “basura” o de consumismo, en donde el hombre cada día está más banalizado (vale menos) y su sentimiento de pérdida y separación crece y crece, y ante esto, están las religiones para justamente “devolverle la vida a estos seres en nombre de Dios” no es en nombre de Dios, esta es una invención humana que metafóricamente se refiere a un contactarse con sus raíces, con la unidad, con una unión, con la comunión. Con lo anterior resulta que entonces Capitalismo y Religión, se necesitan mutuamente, la primera para explotar al hombre en su loca idea de por la vía del dinero y del poder, alcanzar la felicidad de lo oceánico [tarea siempre perdida desde este punto de partida] y en el segundo de los casos, la religión le retorna al hombre una posibilidad de sentimiento oceánico al “bautizarle una idea sobre la vida y la muerte”. En ambas vías se da por obvio algo importante, esencial y primordial, es la común-unidad, el ritual, el ritual es pura música repetitiva. Dios es música creada en vivo y en directo allí en la común-unidad o en la masa de hombres siguiendo un significado de símbolos [lugares y objetos sagrados], cantando unos rezos específicos y danzando con unos movimientos específicos, todo esto repetitivamente hasta formar el mantra. Allí el hombre se pierde para reencontrarse con el sentimiento oceánico de retorno a la unidad, lo que la religión designa y da el nombre de Dios.
Continua en el texto siguiente: Dios es Inconsciente III [La religión es un ritual de común-unidad desde donde emana Dios: el sentimiento oceánico].

Dios es Inconsciente I (El "Religare" y la Sexualidad)

Religión viene de “Religare”, “re-ligare” o “volver a unir” que es justamente lo que la libido busca [hacia lo que tiende], la libido tal como la concibió Freud es esa energía que tiende a unir, a reencontrar, a “ligar”. La pregunta que Freud se hizo no fue ¿Por qué la gente se separa? Sino más bien ¿Por qué a pesar de la separación la gente se une, insiste en unirse? Ante esto no basta con un justificar de que el humano es un ser social, hay algo más, hay un sujeto que busca ligarse, libidinalmente se haya “empujado” a ligarse, unirse, a buscar el reencuentro o el “re-ligare”, el volver a unir [hacia esto es hacia lo que tiende esa “fuerza de empuje inconsciente” que Freud concibió como “libido” y Lacan como “deseo”]
Este re-ligare [“volver a unir”] lo alcanza el sujeto por medio del otro, por medio del ligarse al otro, de allí que cuando Freud habla de cuanto se ocupa él por responder a su pregunta del ¿por qué la gente se une? Lo primero que advierte es que esa manera de unirse, de ligarse, es la Sexualidad, por ello la sexualidad se traduce como eso macro que enmarca “toda manera como el sujeto se liga al otro”, no es lo coital ni lo genital, va más allá de esto y del erotismo, es todo lo que enmarca e implica al sujeto ligándose al otro, ligándose en tantas formas, tantas formas como sujetos existen, es este el fundamento que Freud le dio a la Sexualidad dentro del psicoanálisis y es hacia lo que dicha praxis tiende, hacia al apropiar al sujeto del saber sobre su propia sexualidad o manera en que tiende hacia el otro, y esto no es más que la manera en que ama; como desea responder al otro y como desea ser respondido, es decir, su fantasma, un saber sobre el fantasma es un saber sobre la propia sexualidad, un advertir los puntos de goce o los anclajes en los que el sujeto padece por no ver y advertir lo que está construyendo, recordemos el cuento aquel del hombre que encontrándose con un león dormido lo que hace es intentar despertarlo diciéndole, gritándole: “¡León por favor no me comas, no me comas por favor león!”, paradójica, ambigua y contradictoria lo que no quiere que suceda, le sucede, “es comido por el león en últimas” y allí entonces, en ese punto en donde el león al final le devora, el hombre dice “Si, que mala suerte tengo”, si nos fijamos bien aquí el hombre hizo todo para ser comido y así al final reivindicarse como un hombre de muy mala suerte [chistosamente esto le cuesta su propia vida], y es ante este “necesitar ser comido para así reivindicar que es un hombre de muy, muy, muy mala suerte” es desde donde se fundamenta el goce, lo no visto pero allí repitiéndose, sin verse, el discurso de goce es la oración de amor [o de Sexualidad] que profesa el sujeto sin que advierta siquiera que la está rezando todo el tiempo. Es este saber sobre la propia sexualidad la que el psicoanálisis destapa.
Por tanto el psicoanálisis asume al sujeto de la responsabilidad sobre su propio discurso, para advertir su propio error y dejar de padecerlo [en la medida en que asume la responsabilidad de hacer algo con eso], pero no eliminándolo, cambiándolo, pues no hay nada que cambiar, no hay nada que curar, lo que se busca es advertirlo, hacerlo consciente, re significarlo y discernirlo, hacerlo ya no un trozo de ciego extravío antes oscuro y confuso.
Continua