jueves, 27 de octubre de 2011

Fragmentos de una verdad mentirosa

Sueños, recuerdos, fallidos, fantasías, pedazos de experiencia, decires, significantes, retazos de Edipo, apenas una piezas de sanitario, pecho y cama… construcción de saber del inconsciente… silencios, meditaciones, imposibilidades, las piezas de una verdad mentirosa… pero fragmentos, sólo fragmentos, fragmentos de una verdad mentirosa...

miércoles, 12 de octubre de 2011

La Psicoterapia y sus finales parciales

La Psicoterapia se constituye como una relación interpersonal que repara algunos de los agujeros o peldaños en falso por donde la persona fallaba y se estrellaba en la relación con los demás, en el amor, precisamente porque la psicoterapia es el espacio donde la persona puede decirse, pensarse, equivocarse y permitirse ser lo que ante los demás no puede ser, a partir de este expresarse en el silencio, en la duda, en la vacilación, en la sonrojes y en la lluvia de palabras y pensamientos que saltan cada vez que se habla de algo, es que la persona advierte que su ser recupera la espontaneidad que tanto la crítica, el enjuiciamiento y el deseo de ser para los demás,  había apagado.

Debido a esto el miedo empieza a cesar y un lanzarse hacia la vida retando lo que se creía inalterable e inamovible empieza a aparecer para llenar de confianza el terreno del existir antes alienado y perdido, algo se recupera, algo se va recuperando, la persona empieza a ser más para sí y menos para los demás, incluso cuando no se sepa lo que se es, la persona se arriesga a la aventura de confrontarse, de derrumbar los diques de la razón, el miedo, las defensas y las amalgamas de su neurosis que le atan al otro, para permitirse reinventarse, ahí el terapeuta acompaña, ahí el terapeuta es idealizado, es inevitable que eso suceda, nadie le confía su vida y su intimidad a alguien que de entrada no le genere confianza, saber, afecto, transferencia.

Luego, los síntomas de malestar inicial se han diluido y lo que en un principio fue un problema ya de repente deja de serlo, aparecen otros, aparecen otros matices, otras intimidades que tienen que ver más con la persona en sí misma y su sentir que con la imagen que esa persona desea ser y expresar para los demás, es decir, la persona empieza a ser más para sí y menos para los otros.

El tiempo transcurre y la psicoterapia parece ahora una novela sobre la propia vida que al irse contando se va escribiendo y se va viviendo, y en ese vivirse con los pisos que da saber sobre si y entenderse y comprenderse, esa novela empieza a tener matices falsos, incongruencias, contradicciones, puntos ciegos que antes no se veían, ahí la persona se cuestiona aún más sobre la veracidad de lo que dice que es y han decidido los otros que fuera, ahí se cuestiona mucho más sobre realmente que es lo que se quiere en la vida, en los afectos, en costo altísimo que le resulta el mantener el ideal imaginario que los demás ponen sobre él o ella, incluso la persona cuestiona su psicoterapia misma.

Ahí la persona ha adquirido un saber qué hacer con eso que le causó malestar (los afectos difíciles se modulan más y se atemperan, duran menos y se saldan más rápidamente), y se advierte entonces que la psicoterapia nada ha curado, sólo ha movido de lugar algunas piezas para que otras ópticas emerjan y la ceguera que antes no permitía ver, se destape, se diluya, ahí la cortina de humo desaparece y aunque la persona no tenga muy clara la solución o la respuesta acerca del cuál es su deseo, cual es el camino que ha de seguir en su existir, si empieza a darse cuenta que cuestionarse sobre que tan necesario se hace continuar en el proceso psicoterapéutico, empieza a ser la clave que advierte que ya desde hace rato la persona se las arregla por sí misma y con las herramientas que el proceso le ha ido dejando. Ese es el punto que indica que ya la autonomía y la responsabilidad frente a las riendas del propio devenir, está atravesando el Ser de la persona, una semilla fértil sembrada en los terrenos de la psique de la persona está empezando a crecer.

Lo que queda aquí es un continuar generando saber sobre los peldaños en falso por los cuales se caía antes mucho más que en la actualidad, lo que queda es un mantener la relación psicoterapéutica por los beneficios psíquicos que trae el advertir que con esa persona, es posible ser uno mismo. Los limites aquí de la dependencia se sitúan, y se constituye otra realidad a la que hay que dar el paso, a la que hay que decir si, la realidad que aquí se constituye es la del dar el salto y cerrar el proceso, consolidar el final parcial de lo trabajado, permitirse el inicio de lo que se concibe como una separación, como un duelo, como un afecto que hay que tramitar sintiéndolo, esa disolución parcial de un proceso implica que la persona no solo concluye un trozo de vida compartido con el que le hacía eco en la escucha, es decir, con el terapeuta, sino que también por esta vía cierra, tramita y sutura los demás duelos pasados y dejados en su vida a los que le faltaba dar el toque final, suturar más las cicatrices abiertas que sostenían a la persona en lo que del ayer, ya no está pues se ha ido.

Algo encarna la figura de un psicólogo, un psicólogo es un portador de personas significativas para el que consulta, personas que se han dejado en el camino, personas que ya no están, esos seres caen sobre el psicólogo y por tanto, cerrar un proceso implica la bella tarea del cerrar un duelo pretérito. Eso lo advierte la persona con el paso del tiempo, el bienestar es indicio de que a través de la relación terapéutica, algo se ha sanado, algo que va más allá de la persona del terapeuta. Eso es lo que sana.

Este proceso final duele en cierta medida pero es un proceso para el cual se cuenta ya con herramientas suficientes para tramitarse, el saber qué hacer con eso o el saber qué hacer con uno mismo se coloca aquí a prueba ya no como tanteo o vacilación como en el transcurso del proceso de presentaba a momentos, sino precisamente como un asumir ese salto, asumirlo si o si pues ese es el sello garante que le reconfirma a la persona lo que tanto temor le daba reconocer y responsabilizarse, pero que paradójicamente siempre ha sabido; la vida es una aventura llena de incertidumbres, de retos, de desafíos, nunca hay una palabra o una verdad última, no existe el sacrificarse por los otros con tal de evadir el propio deseo de libertad que atraviesa el deseo propio, eso es lo que la persona ha comprendido a lo largo del proceso, y eso es lo que se pone a prueba como una certeza de lo que tanto se ha trabajado, la certeza de que el proceso ha servido, nadie más puede ni podrá por la persona misma, dar fe ello.

Una vez afuera ya no hay marcha atrás, los matices de incertidumbre se hacen más evidentes y un aire de susto aparece, esto es señal de que efectivamente se está asumiendo la verdad de que ya se ha dado un paso hacia la libertad, hacia la expansión, hacia el permitirse amar diferente, una verdad que no puede evadirse, una verdad que en su asumirse la persona descubre que efectivamente puede, aún en medio de la incertidumbre de la vida, aún en medio de que a veces se sienta que se necesita de nuevo al terapeuta, es natural que se sienta y es natural que los encuentros se sigan dando, pero ya no desde el mismo lugar, desde el mismo pedido de guía pues algo ya se ha pasado, un salto se ha dado y cuando se da un paso no es posible devolverlo, negarlo. La libertad es la responsabilidad de hacer de la incertidumbre del existir una novela propia que se escriba con la letra y el puño de la persona misma que lo vive, es la única manera de firmar con el propio sello la autenticidad de que se está viviendo una vida propia y no ajena o alienada por el deseo de los otros, es la responsabilidad que la persona se juega, su salida, su bienestar, aún en medio de tanta incertidumbre...

¡Siempre valdrá la pena salir y mojarse un poco!


domingo, 2 de octubre de 2011

La Ficción que somos


…“Y sus garras rasgaban mi espalda ¿Qué querrá de mi? ¡Quiere mi alma! Sus frías manos hiperventilaban mis sentidos, mi cuerpo todo sudaba adrenalina y mis piernas, corriendo como nunca jamás habían corrido, surcaron senderos, montes, varias veredas y alambrados, mi cuerpo dio tumbos pero ninguna de esas caídas logró detenerme, no podía parar, aquellas garras se incrustaban cada vez más y mi mente recordó las palabras de mi madre, de mi abuela, de las señoras de las iglesias, todas esas creencias con las que un día crecí se hacían realidad, unas garras me asolaban en medio de la oscura noche ¿Qué querrá de mi? Seguía preguntándome, más era inútil, aquello era una bruja, ya de niño me lo habían dicho, ya de niño me lo había creído, eso que me rasgaba era una bruja que quería mi alma y yo espantado por tal espanto corrí como jamás había corrido…
Al llegar a casa, para mi sorpresa, mi espalda estaba llena de cadillos y espinas de moras que me rasgaban como garras… ¡Sólo eran espinas y moras! No pude verlo antes, estaba en la penumbra, en la oscuridad, en la ceguera en donde la trampa del imaginario responde. 
¡Todo había sido ficción, mentira, engaño!
¡Todo había sido fantasma!
Todos estos años, tantos años... todo ha sido ficción, innombrable ficción, fantasma" 

Adaptación a un recuerdo de Antonio Rodríguez