sábado, 25 de junio de 2011

Narciso, el enamorado fantasma II (Sobre el fantasma, el goce y la metáfora paterna)

Retomando la continuación de "Narciso, el enamorado fantasma" Parte I
Tenemos:
              
              Si esto es el amor, un colma-miento de faltas, una “realización” del narcisismo, un satisfacer ese discurso que nos fue donado y en el cual nos ubicamos, es decir, una cierta forma de amar y ser amados [discurso del Otro], si el amor es este mentirnos un poco ¿No es acaso justo hacerlo, mentirnos un poco? ¡Si, lo es!
                     

            La cosa es que es ilusión, imaginario, en lo real la falta no se llena pues precisamente la falta como agujero que constituye al sujeto [el núcleo del ser es un vacío, los orientales mismos así lo profesan. De igual manera el universo se haya contenido bajo un hondo e infinito agujero de vacío], la falta no es para ser llenada, la falta o el agujero negro como lo nombra también Lacan es para que de ella emane algo, y ese algo es el deseo, y el deseo va mucho más allá de la necesidad de llenar o tapar algo de lo que el sujeto carece, el deseo va hacia ese “construir la vida, la propia vida, lo verdaderamente propio más propio del sujeto” con responsabilidad y ética, es decir, encargarse de su propia “tranquilidad” o de ese valor que algunos llaman felicidad, placidez, serenidad, etc, pero por si mismo, no dejándosela a otros para que esos otros la asuman: ..."es que la vida no tiene sentido si mi novio no me ama, es que si él se va yo me muero, nadie como él puede hacerme feliz, nadie como ella puede hacerme feliz" ..."es que si necesito algo pues lo pido y ya está, mis padres me lo dan, me lo dan así tenga que hacer pataleta y ponerme mal"...  estamos acostumbrados a dejar que el otro se encargue de lo propio, y como dice el mismo Sartre ”nadie hará por ti lo que tú no haces por ti mismo”, por ello todo intento de sacrificio y de hacer por el otro eso que uno quisiera para sí mismo, está condenado al fracaso y es contradictoriamente el éxito y el fracaso del narcisismo, precisamente porque no hay nada que llenar, más si mucho que desear, y el deseo es sinónimo de responsabilidad, de libertad, de reconocer hasta qué punto puede uno engañarse a sí mismo al amar al otro.
             El amor desbordado quema en la medida en que se dirige directamente al goce, goce que podemos entender aquí como ese amor imaginario e idealizado que evade todo el tiempo el estado de falta originaria y por ende se constituye como un amor en donde ambas partes se sitúan como el TODO del otro, como lo imprescindible, incondicional y lo más importante que el otro pueda tener, esto se cae, pues inmediatamente construye prisiones y la libido se vuelca sólo hacia ese objeto que es acá objeto no de deseo sino de goce, de obtura, y entonces ante cualquier amenaza de separación, el YO del sujeto se rompe y el desencuentro es inevitable, y ¿Qué queda del sujeto ante esta caída? Lo primero que queda es sufrimiento, sufrimiento que se siente en el cuerpo, en el cuerpo que da cuenta de la harta medida en que el sujeto se ha perdido en el otro evadiendo su propia falta, queriendo taparla, es decir, queriendo evadir la castración [a continuación tomaremos esto de la castración para cerrar]. Pero entonces, además del sufrimiento, quedan dos caminos; uno es el del volver al goce y el otro es el de hacer la apuesta por el deseo, por la castración.

              

                 En el primero de los casos, la compulsión de repetición es inevitable y dolorosa, pues se trata del haber perdido algo sin lo cual duele la vida, algo o alguien que hay que recuperar, y se recupera para luego volver a perderlo [porque obviamente si se busca que el amor llene, siempre será un desencuentro, pues el amor del otro, no llena, el vacio no se llena, ni siquiera con drogas, ejemplo de ello son las toxicomanías. La existencia no se llena] una y otra vez, repitiendo, anclandose al goce, al síntoma, el intento por no asumir la castración que sería la segunda de las opciones con las que cuenta el sujeto una vez está “caído en el amor”.

       
         Y acerca de esa segunda opción, el deseo, la castración ¿Qué es la castración?
          
                   La castración o la entrada de la metáfora paterna es una función, una función de corte en el sujeto, de límite, es poner un límite al amor tan desbordado y apasionado con el cual el sujeto en su imaginario de obtura edifica su felicidad desde el colmar al otro y en esa medida colmarse el mismo como sujeto. La castración implica una caída del narcisismo, del narcisismo del tener un algo que llena al otro y de que el otro al recibir esto, esta colmando a dicho sujeto, la caída del narcisismo en el tumbar al otro del pedestal en el que se le tiene lo cual implica que el sujeto mismo se tumba a sí mismo del pedestal en el que imaginaba estaba para los otros, la caída del narcisismo en el sujeto al advertir que aún sin el otro sigue existiendo, y que el otro aún sin el sujeto, sigue existiendo, el reconocer lo que los existencialistas llaman el DASEIN o el “ser para la muerte”, es decir, el ser arrojados a la existencia en condición de mortalidad y por tanto de separación y ruptura ineludible, ¿Qué es la neurosis como síntoma? La neurosis es un pretender amar al otro buscando de él o de ella “el colma-miento que daba el amor del padre y de la madre”, el buscar ratificar en el otro ese discurso con que el sujeto le trazaron, es la búsqueda del sujeto por ratificar en el otro esa manera en que le enseñaron a amar, es decir, ratificar en el otro, al propio fantasma, y el fantasma es tener un algo que ofrecer al otro del amor y así mismo en dicho recibir el sujeto recupera ese amor que dio, realza su narcisismo, obtura su falta obturando la del otro, es decir, el agujero de la falta es taponado por el fantasma. La castración implica caída del narcisismo, tumbar al inflado YO para advertir sobre esa lógica significante o ese discurso con que el sujeto evadía su castración Edípica, es decir, la pérdida y separación entendida como ese no ser el objeto de goce que colma al otro, y así mismo que dicho otro no es suficiente para colmar al sujeto, esto es lo que sucede cuando por ejemplo el niñ@ advierte que en su primer amor, el más amado de hecho [el amor hacia la madre] quedó “desplazado”.
            

               La castración es un CORTE al goce [o al amor desbordado en este caso], es una caída del narcisismo, es tumbar al YO y a otro del pedestal, es advertir sobre lo mucho que el sujeto ha profesado el discurso del Otro [saber significante], es dilución de los síntomas, es rompimiento del fantasma, en cierta medida, en cierta medida, pues nunca del todo dejamos de engañarnos. El caso es que cada vez sea menos ciegamente y más responsablemente. Ser responsables con el goce.

        
              Esa es la castración o la entrada de la metáfora paterna. El agujero del ser no es para llenar, es para que de allí emane algo, el deseo, el deseo que tienda hacia el otro, hacia el otro del amor, pero que no se queda anclado a él [que no se pierda en el otro], el precio que paga el sujeto por este anclaje es alto. Es el precio del goce ¿No es acaso una crisis de goce lo que lleva a un sujeto a un análisis? Ahora, ¿Esta dispuesto el sujeto a renunciar a su goce? ¿Está dispuesto el sujeto a diluir su YO para edificar algo menos ilusorio?
          
             ¿YO? Yo no sé, es eso lo que responde el YO [o sea nosotros], y no es que el YO no sepa, es que el YO no quiere saber nada de eso. Es bueno vivir engañados, aunque se sufra, maluco también es bueno.

Narciso, el enamorado fantasma I (YO!! el siempre enaltecido)

Dime,
Dime que me quieres
Aunque lo sepa.
Dime,
Dime que soy importante, que te hago feliz
Necesito escucharme de regreso
Aunque sea como un eco que viene de tu voz,
Pues no hay cosa en el universo que me haga más feliz
Que escuchar de nuevo el eco de mi voz,
Con el que me amo, amándote.
Narciso.

Siempre hay alguien que presta, que soluciona, que hace, que reclama, que denuncia, que consiente, que adula y felicita al sujeto, que le da lo que al sujeto le falta, le nutre, siempre hay alguien que obtura la falta del sujeto, y esta es una cómoda posición en donde los narcisismos saltan a la luz para ratificarle por un lado a ese alguien el tener un algo del orden del amor con que suplir la falta del sujeto y por otro lado al sujeto que tiene algo del orden de la necesidad que requiere ser suplida, con amor.
            Y he aquí al amor. He aquí el mutuo colma-miento de la falta.


La pasión más grande por excelencia es el narcisismo, y que más narcisismo que el ratificar el proceder del propio YO en el otro, el propio YO así grandote como imaginaria y fantasmáticamente existe [aunque no sea advertido], el ratificar en el otro ese lema del YO de ser “el bueno”, “el malo”, “el criticado”, “el abastecedor”, “el maestro”, “el desprendido”, “el seductor”, “el hombre de muchas mujeres”, “la mujer difícil que al final se queda sin hombre”, “el amigo fiel que ha de terminar traicionado”, “el hombre obsesivo que da mucho y se sacrifica por su amada de la cual luego reniega y odia pero que a la vez no deja”, “la mujer histérica que tiene muchos amores a su alrededor pero se queja de que ninguno le corresponde, ninguno le da la talla aunque a todos los seduzca”, “el hombre gago que tropieza siempre que siente que tiene algo demasiado importante que decir, imaginariamente su palabra valdrá Oro”, “la sacrificada esposa que ha de terminar sometida por su mal hombre, que por supuesto, no deja”, etc, etc, etc, cada YO es testigo silencioso de la naturaleza de sus propias fantasías, fantasías de sometimiento, de manipulación, fantasías exitosas, fantasías de amores épicos, etc… fantasías todas que giran en torno a posicionar al sujeto en un lugar de amor para el otro, en el lugar de amor que el Otro [el Otro donador del discurso] le ubicó y que el sujeto asumió; por ejemplo, “la niña de papá que rivaliza con la madre, y que posteriormente se hace la mejor amiga de los amigos y a la vez la enemiga de las amigas de ellos, o que se hace la amante de un hombre que a su vez es esposo de una mujer que a ella la odia y rivaliza”, “el niño de mamá y el exitoso de la familia que siempre sube todas las cimas y conquista todas las empresas pero que paradójicamente no puede con una mujer, pues ninguna es tan buena como su madre”, etc.



Las anteriores son formas en las que el sujeto perpetúa en sí mismo, el discurso del Otro, el discurso que le fue donado, el discurso desde el cual concibe la sexualidad; el ser amado y amar, ese foco de percepción por donde entra el mundo, esa realidad que vemos o lo que es lo mismo esa manera en que cada uno de nosotros pensamos y defendemos como ¡El amor es esto y aquello!, es el Fantasma; la realización de lo bello, lo hermoso y lo perfecto, es decir, llevar a cabo esa manera en que se busca obturar la falta del otro para así obturar la propia. Se tiene algo que dar al otro y así mismo se desea que eso llene, es decir, que colme o lo que es lo mismo, que sea bien recibido por el otro, que le hace del agrado ¿Le agradará al otro lo que deseo ofrecerle? ¿Qué quiere el otro de mí? ¿Qué me quiere? Si esto llega a buen término; el YO triunfa, es decir, eso que se tenía para ofrecer y ser recibido con deleite se cumple y en la obtura compartida [si el otro se colma entonces el YO del sujeto es colmado] se “realiza” el YO, el narcisismo logra su cometido y gana al enaltecerse al enaltecer al otro. Es el amor, he aquí al amor. He aquí el mutuo colma-miento de la falta.

          
        Si esto es el amor, un colma-miento de faltas, una “realización” del narcisismo, un satisfacer ese discurso que nos fue donado y en el cual nos ubicamos, es decir, una cierta forma de amar y ser amados [discurso del Otro], si el amor es este mentirnos un poco ¿No es acaso justo hacerlo, mentirnos un poco?


         
          
                 ...leer su continuación y segunda parte: "Narciso, el enamorado fantasma II (Sobre el fantasma, el goce y la metáfora paterna)"

El Amor es la Puerta y el Miedo su Cerrojo, al Saber no Sabido

El amor es la puerta y el miedo su cerrojo, mientras la puerta que es el amor exista con cerrojo, es decir con miedo, la puerta no se abrirá, no revelará los secretos de saber que tiene para el sujeto, no revelará el saber no sabido o más bien; el sujeto no advertirá lo inconsciente reprimido que está ahí, hablándose, marcándole un mismo destino de repetición que le causa estrago, malestar y síntoma.

             

                Este saber del inconsciente tiene una verdad, una verdad sobre la manera como el sujeto profesa y perpetúa “la ideología u oración de amor” que le donó el Otro al atravesarlo con su discurso y justa y precisamente “marcarle” con una manera particular y única de desear responder [dar] y desear ser respondido [esperar recibir] en el amor, es decir, que el sujeto para situarse como deseo del deseo del Otro, asume ese lugar, el lugar en el que el Otro le pone y desde allí el sujeto queda barrado, trazado por el Otro o lo que es lo mismo; profesando y predicando por medio de su discurso [que es el discurso que le viene del Otro (“su donador”)] esa lógica de Sexualidad que dicho Otro le enseñó, por ello el inconsciente es el discurso del Otro y el saber que el sujeto advierte y va tejiendo es un saber acerca del lugar en el que el Otro le ha colocado [para hacer del sujeto objeto de su deseo] y que el sujeto ha asumido [en pro de ser objeto del deseo del Otro], en otras palabras; el lugar en el cual el sujeto es importante para alguien [para ese Otro, edificando así su narcisismo], y justamente el saber no sabido o el saber del inconsciente apunta siempre a descifrar esa manera como el sujeto desea ubicarse para amar y ser amado, pues es desde este lugar de deseo que el sujeto realza su propio amor, el amor propio, su narcisismo, la ”realización” de eso bello, hermoso y perfecto que se traduce como el: “deseo amarte así … de esta manera” [de esta manera que ni sé, pero así quiero amarte], y el: “deseo que me ames así… de esa manera” [de esa manera que ni sé ni sabes, pero así quiero que me ames], que me han enseñado [deseo profesar en ti eso que tengo del como es la sexualidad, según como me la han enseñado, o según como el Otro me la ha donado], es decir, deseo realizar en ti mi “fantasma” o el mar de ilusiones e imaginarios que siguen la marca significante del discurso del Otro en mi y que apunta directamente al realce y la realización de la “felicidad narcisista”, es decir, del poder por medio de ti, llevar a cabo eso bello, hermoso y perfecto que sueño, es decir, realizar en ti [o en el otro, el semejante] la manera en que deseo amar y ser amado. El Fantasma.



La cuestión aquí es que primero el fantasma del sujeto [pensémoslo como esa manera que tienen de amar y ser amado] no se realiza ni satisface en el otro puesto que el otro también es portador de su propio fantasma, de este modo se da una ilusión de encuentro en lo imaginario que culmina en un reencuentro con lo real de la falta, es decir, con la desilusión de que el castillo de naipes se caiga, y se cae de hecho.
            Aquí entra el psicoanálisis, no en el sujeto ilusionado, enamorado, pues al enamorado nada le falta, no está en falta, imaginariamente busca y propende por la obtura propio al obturar la falta del otro: amar al otro es amarse a sí mismo, le doy al otro lo que desearía yo recibir, lleno y soy llenado, etc.
           El Psicoanálisis entra allí donde la ilusión se rompe, es decir, entra en el dolor y en la angustia del sujeto que ante la pérdida y la amenaza de castración, se pregunta ¿Por qué a mi? ¿Por qué a mi me pasa esto, que hago con este dolor? Aquí, entra el Psicoanálisis para ofrecerle al sujeto “analizante” la opción de producir un saber que no sólo le permita solventar esa pregunta de angustia que se plantea, ese ¿Por qué? Sino también y en su trasegar de análisis, desmenuzar los nudos que le ataban a ciertos aspectos de su vida molestos y repetitivos [sintomáticos] al construir un saber que le permitirá un “saber qué hacer con eso” maluco de sí mismo, el saber que se construye es un saber sobre la sexualidad y la muerte que son los dos juglares del Inconsciente y la vida humana y son los pilares desde donde el sujeto tiende en su vida y su existencia a “buscar el amor y a arreglárselas con la separación y la pérdida, es decir; con la muerte”.

           

         Este es el saber que se devela, y es un saber que viene del sujeto mismo, pues repito y me repito, el inconsciente es un lugar de saber, de saber no sabido que da cuenta del discurso del Otro o de esa manera en que le enseñaron al sujeto a amar y ser amado y del cómo dicho sujeto asumió ese lugar y se posicionó desde allí.

                   

             El Psicoanálisis cuestiona este lugar, mueve al sujeto, y aquí, es justamente donde aparece el miedo que anteriormente nombramos como “el cerrojo que tiene la puerta”, lo paradójico es que el miedo a abrir el cerrojo para así abrir la puerta hacia el reencuentro con el saber de uno mismo, es sólo eso, miedo, pues una vez la decisión de abrir el cerrojo se toma, el sujeto descubre para su sorpresa que el miedo no era tal y que por consiguiente en el momento en que decide tomar un análisis esta de hecho mucho mejor y mucho más sano que cuando estaba en la indecisión, o incluso mucho mejor que mucha gente que camina en las calles y que se mofa de decir que no necesita un análisis y que dicen que los que están en uno es porque están muy mal y están allí para sufrir, falso. Es falso, en un análisis el imaginario si se resquebraja pero es precisamente para reconstituir en el sujeto una base más congruente y responsable consigo mismo y con su propio saber, con su propio deseo, al precisamente asumirlo y ponerle un límite y un corte al goce, al goce de profesar ciegamente el discurso del Otro. Se sufre menos en un análisis que fuera de él.

             

            El inconsciente requiere saberse, pues aún el no saber no exime al sujeto de no padecer de síntomas, cuerpos dolientes, problemas de relación, fracasos, insatisfacciones, imposibilidades y todas las demás formas [de hecho todas subjetivas y particulares de cada sujeto] de síntomas [neuróticos] que sólo dan cuenta de cómo el sujeto mantiene el goce de padecer en la ambigüedad de estar bien en el mal, o mal pero bien, o bien pero sufriendo, este goce revela eso narcisista e imaginario que lo sustenta; el Fantasma, pues el fantasma es una prótesis que tapa el agujero de la falta, es decir, el fantasma tapa la castración, el fantasma es una expresión que da cuenta del Edipo fallido y inconcluso que se carga a cuestas. El fantasma de cuenta de todos los intentos [fallidos de hecho siempre] del sujeto por buscar afuera lo que dentro de si requiere ser llenado, y esto es el amor, el amor cotidiano, un sufrir dado porque el sujeto le cede al otro la responsabilidad sobre si mismo, y entonces ¿Cómo esperar que el otro haga por el sujeto lo que el sujeto no hace por si mismo y evade, es decir; amarse?



          El tiempo en el Inconsciente no existe [es atemporal], somos todos sujetos que independientemente de tener 15, 20, 25, 45 o incluso 60 años, el inconsciente profesa el propio anclaje Edípico, tan evidente cuando cada quien se pregunta desde lugar de amor ¿Por qué siempre me pasa lo mismo? ¿Busco lo mismo, termino en lo mismo, sucede lo mismo?, etc.

          

            Lacan establecía que en el diván todos somos niños, y de que cosa se habla en un análisis que del niño y la niña que padece en el amor o en la relación con el otro, en esos momentos de niñez [independientemente de la edad que se tenga, la edad no importa] simplemente salta afuera ese real “inconsciente” para mostrar que hay algo, algo que siniestro, oscuro, confuso y misterioso, encierra un saber sobre el sujeto, un saber que empieza a saberse si y sólo si el sujeto abre la puerta y desajusta el cerrojo, es decir, da el salto más allá del miedo para advertir que hay ese más allá del principio del placer, que lo tiene mal.

EL FANTASMA: ¿Un paraiso de amores o un infierno de dolores?

¿Qué es eso bello, hermoso y perfecto del amor?
  




             Lo bello, lo hermoso y lo perfecto del amor es poder ofrecer a plenitud eso tan valioso que se tiene y así mismo recibir a plenitud eso tan valioso que se espera del otro, es decir; lo bello, lo hermoso y lo perfecto, es el Fantasma. Lo bello, lo hermoso y lo perfecto es el realce [el enaltecimiento] del narcisismo, es decir, el realce del imaginario con el que se busca “colmar con algo” [con eso que se tiene para ofrecer] “ese algo de la falta” del otro [eso que uno supone el otro necesita y pide], y viceversa; ser colmado “con ese algo” que f alta.

¿Quien acaso no adora el ser algo para alguien? Ser importante, tener un lugar "privilegiado" muy privilegiado dentro del amor del otro es lo que se busca, o ¿Acaso que es eso que se siente cuando la persona amada puede ser tan feliz y aún más feliz con otros [amigos, etc] de lo que es cuando esta con su pareja? Un vacío es lo que se siente, un agujero, un golpe al narcisismo pues el lugar de "gran privilegio" queda abolido.
                  Eso es lo bello, lo hermoso y lo perfecto.

       
                 El paso del Otro [esos que le hablan al sujeto de amor y le enseñan lo que es, esos que inscriben y marcan en el sujeto (por medio de los significantes) una manera de responder y ser respondidos en el amor… ¿Qué es el amor? ¿Cómo amar?... ¡El amor es esto y esto y esto y se ama así así y así! De esto es de lo que habla el discurso del sujeto, habla del Otro,” el inconsciente es el discurso del Otro”, ese Otro que primero está afuera pero luego queda dentro del sujeto, es como tener a la madre, al padre, al cura, al profesor, a los hermanos y a todos los que le han hablado al sujeto, dentro. El super Yo se encarga justamente de velar porque siempre el sujeto sea fiel al Otro, es decir, a su discurso que viene siendo el mismo discurso que le han enseñado, que le han hablado], el paso del Otro deja el discurso en el sujeto, o sea el inconsciente del sujeto, y ese discurso habla de esa manera como el sujeto propende, busca y anhela la felicidad que es justamente el alcanzar lo bello, lo hermoso y lo perfecto que sería el responder y ser respondido en el amor de la forma como el Otro le “enseñó”, le marcó: con miedo, con premura, con infidelidad, con entrega, con sacrificio, con aflicción, con apasionamiento, con crueldad, con desconfianza, con dependencia, con manipulación, con indecisión, con duda, con desprendimiento, con control, con sometimiento, con desden, con violencia, etc… todas esas formas son marcas significantes. El significante establece la manera como el sujeto despliega su fantasma, es decir, su manera de responder y ser respondido en el amor, en pro de obturar la falta del otro y obturar la propia, así se enaltece el narcisismo y el amor va para arriba hacia los confines de lo bello, lo hermoso y lo perfecto.
       
           Pero hay varios problemas:
                   

               El sujeto no sabe de su fantasma, es decir, no sabe sobre esa manera en que desea responder y ser respondido en el amor, en otras palabras, no sabe qué es “eso que tiene valioso para ofrecer” y no sabe qué es eso valioso que espera del otro. Y por otro lado, el otro está en la misma situación, y por tanto, aparte de no saber lo que tiene para ofrecer y lo que espera recibir, tampoco hay encuentro, es decir, lo que se da [aún sin saber qué es eso que se da] no es lo que él otro necesita pues ambos están en su propia construcción narcisista e imaginaria, y por tanto, existen dos discursos diferentes y ajenos que propenden valerse del otro amado para ratificar al Otro que enseño el amor así y asa. NO HAY ENCUENTRO, por ello se dice que no existe la relación sexual, sólo existen dos cuerpos gozando. Pero bueno, este será otro asunto a desarrollar luego.


              Los dos sujetos acá en juego, aunque no sepan de su fantasma, si saben una cosa, saben que algo falta, con algo necesita ser colmada la vida: dinero, mujeres, amor, estudios, drogas, internet, juegos, etc, etc, etc… hay algo que hace agujero en el sujeto y que requiere ser colmado. Pensemos en lo común [y ciertamente en lo más sano] y es en el que se busque al otro del amor para colmar lo que falta.
         

              Ambos saben que tienen algo que ofrecer y también saben que esperan algo también ¿Qué? No se sabe, pero algo le falta al otro y el sujeto tiene un algo con que llenarlo, pero como no se sabe que es, no se sabe del fantasma, surge entonces la pregunta, la doble incognita del deseo y de la angustia y es el ¿Será del agrado del otro esto que tengo para él, o ella? Y ¿Me agradará del otro eso que tiene para mí?, lo que se traduce en un ¿Cómo le responderé al otro? Y ¿Cómo el otro me responderá?, a la final dicha doble incógnita del deseo en su angustia por no saber de él, se traduce en el ¿Qué me quiere? [el ¿Ché voi? de Lacan].

            
             ¿Qué me quiere? Lo bello, lo hermoso y lo perfecto es demandarle al otro una respuesta a esta pregunta, pero saber que es el imaginario mismo del sujeto el que intenta responderla al procurar dar de lo que no se tiene  a quien no es, o no lo necesita. Por ello el amor es un desencuentro, pero no un desencuentro cualquiera, es un desencuentro en lo imaginario que coloca al sujeto en un reencuentro con lo real.
        
                  ¿Para qué? ¿Pará qué putas un doloroso desencuentro y una caída de las ilusiones, una desilusión?...  Cuando falla el fantasma, el vacío aparece, el desencuentro posibilita la apertura del agujero [antes taponado por el imaginario de colmar y ser colmado] y con ese agujero abierto, emerge el saber nos sabido, el saber del fantasma, pues el saber no sabido siendo el Significante, emerge siempre bajo un fondo de ausencia.
   

              Lo reprimido [o sea el saber, el Significante]emerge siempre que la herida narcisista se hace presente.





        Cuando lo bello, lo hermoso y lo perfecto, se cae, es cuando se está más cerca de la verdad, de la verdad que comanda a cada ser en su particularidad y en su tarea de tumbar al Otro para reinventar otra manera de responder y ser respondidos, otra manera de amar, una que no se pinte como un paraiso de amores y termine en un infierno de dolores.

El Saber del Psicoanálisis III (Sobre la praxis del bla bla bla...)

En el bla bla bla el saber se va hilando y el hilo tiene puntos en donde amarra verdades, máximas, premisas propias que dan cuenta de la pregunta por el deseo [cualquiera que sea, regularmente es la pregunta por aquello que le hace sufrir y padecer y que tiene que ver directamente con los dos juglares de lo inconsciente y la vida humana; la sexualidad y la muerte] que el sujeto se hace. Estos puntos en donde algo se amarra o en donde una ficha del rompecabezas aparece para dar luz en donde antes no la había, eso que tiene carácter de verdad, de saber; es el Significante.
    

        Por ello: “El saber no está dado de antemano, sino que se va hablando, deslizando, se va inventando a partir del hilo significante que construye un algo propio [una verdad] alrededor de donde sólo había agujero, vacío, ausencia, angustia, pregunta”.



       De la misma forma cómo un escritor no sabe de los rincones a donde su escritura le llevará, sólo cuando lo va hilando, escribiendo, poniendo en lo simbólico, logra darle piso y es entonces cuando encuentra algo propio y suyo al inventarlo y sacarlo a la palabra, en este caso escrita. De igual manera el saber no está dado de antemano sino que hay que hablar, pues al hablar se va hilando la verdad. Lacan decía no se preocupe, hable de lo que quiera, hable, hable que igual llegaremos al núcleo de su ser” [pues la palabra es el inconsciente que al leerla como texto que se profesa sin ser advertido, de repente revela la luz, el saber]. De este modo llegamos a una conclusión fundamental:

   

     ...“no se trata de buscar las palabras precisas para expresar eso que se quiere decir, sino simplemente de hablar, pues el saber no está en las palabras que uso para expresar lo que pienso, lo que en mis ideas hay [lo que en el imaginario tengo] sino precisamente burlar el imaginario que es fantasma que siempre defiende el goce del síntoma [pues el síntoma es su manto de protección y resguardo], el saber está en las palabras que al hablarse y hablarse, en su tejerse, revelan lo obvio, lo que el sujeto no sabía que si sabia y que al saberlo le parece tan familiar y tan propio que lo encarna [muchas veces con molestia], lo hace consciente, lo rescata de la oscuridad para saber la naturaleza de eso que con el síntoma quería decir, sin hablar. Buscar las palabras precisas para expresar la idea que se quiere decir es quedarse en el lugar del Yo, del sentido, de la razón, de lo imaginario, de lo ilusorio. Lo que el Psicoanálisis propende es hacer que el bla bla bla [de allí el método Freudiano para acceder a lo inconsciente: “La Asociación Libre”] el discurso del sujeto llegue al límite y se caiga, provocando el fallido, el lapsus [en cualquiera de sus muchas formas] y emerja lo inconsciente para ahí “tomarlo, tomar ese Significante” y hacer algo con eso, hacer algo con ese saber, con esa verdad. Lo que se traduce en responsabilidad frente a la palabra, frente a lo dicho. Una cosa es engañarse sin saber y otra es querer engañarse sabiendo, en el primero de los casos hay escape [es decir; uno puede hacerse el guevón] pero en el segundo caso la ética con el proceso pesa, y ya no puede uno engañarse [hacerse el guevón]. Así, literalmente".

        

      En últimas siempre es bueno preguntarse ¿Me engañan o me engaño? Personalmente considero que nadie lo hace a uno guevón, es decir, nadie lo engaña a uno, uno mismo es el que se engaña, uno mismo se hace guevón [aunque no sepa el cómo], las decisiones siempre son tomadas y desmenuzar los nudos y los saberes que hacen que un sujeto opte por no sólo engañarse [engañarse en nombre del "amor" claro está, si algo tenemos los humanos es estar lenos de buenas intenciones, pero "de buenas intenciones esta construido el camino al infierno", dicen] sino también mantenerse allí, en ese lugar no sabido [padeciendo un poco más cada día], es lo que el Psicoanáliis descifra y es la ética ante la cual no cede, pues lo real, ese agujero inconsciente que se le escapa al sujeto y por donde a ratos se le va la vida, está ahí.

El Saber del Psicoanálisis II (Sobre la Psicología y su discurso del amo)

Ahora ¿Y cuál es ese universo simbólico que deja el otro tras su ausencia? El saber, los saberes o lo que es lo mismo; el amor a la verdad, verdad que es como es [no como debería ser o nos gustaría que fuese], verdad que tira por tierra las etiquetas [humanas y dañinas todas] de “malo”, “bueno”, del “diablo”, de “dios”, de lo “debido”, de lo “indebido”, de lo “prohibido”, de lo “permitido”, etc. Es ese saber, que se va hilando en el bla bla bla [en el hablar], pues repito, la premisa del Psicoanálisis es que “el saber se va hilando, el saber no está dado de antemano, hay que crearlo, inventarlo; hablando”, por eso el Psicoanálisis no opera desde un discurso de amo [en el cual el profesional es el que sabe, es el amo, tal como lo encarnan muchas ciencias, por ejemplo la Psicología misma que en muchas ocasiones realmente no escucha al otro y no le da la palabra, debido a que vuelvo y repito, el Psicólogo es el amo sabedor, el que tiene un molde desde el cual determina lo que es o no verdad en su loca idea por generar un camino hacia tal o cual dirección, y quien toma la vocería de la dirección de este cambio, pues el Psicólogo claro está que es el amo que sabe. Nada más falso que eso]


    

         El Psicoanálisis opera desde un discurso analítico desde el cual le muestra al que no sabe a que se reconozca como sabedor, y lo asuma, esto es lo único que sabe un Psicoanalista; “que el analizante es el que sabe, aunque este último no sabe que si sabe”, el Psicoanálisis tumba el discurso de amo que encarna el sujeto en su proceder vital en donde siempre buscando en el afuera un algo o un alguien que le responda a su pregunta por el amor, la sexualidad y la muerte, se aliena, se carga de basura y de cosas de otros e ignora que en sí mismo está el propio saber, el saber que importa, no el saber que promueve la ciencia, el capitalismo y la cultura, la religión, sino el saber más puro, el saber propio de la vida propia, del deseo propio, de los goces propios, de la cicatrices propias, en otras palabras; el saber del inconsciente, pues el inconsciente es un lugar de saber que está ahí, hablándose, de allí que la labor de un Psicoanalista sea la del propiciar una  digna escucha para que emerja lo inconsciente, y esto lo hace dejando que el sujeto hable para más que escucharlo, leer la gramática poética que su voz, sus ojos, su tono de voz, su cuerpo, etc, va hablando, pues eso que el sujeto [sujeto analizante] habla, es demasiado valioso.

    

         La labor del Psicoanalista es ser lector y traductor del texto del analizante para puntuar con su interpretación el saber no sabido que aparece, este lector – traductor se va encarnando en el analizante con el transcurrir del proceso [por ello se nombra analizante, pues es él, el sujeto mismo que consulta, el que va hilando y concatenando su propio saber, y cuando menos piensa está muy lejos de lo que un día fue, está menos alienado. Y el costo de este beneficio es alto], volviendo al punto “el sujeto va encarnando ese ser lector –traductor en si mismo [se hace analizante]”, pues recordemos que el que sabe es el analizante, él es su único amo, y precisamente por ello sale tan costoso un análisis porque ser el propio amo de sí mismo implica, conlleva y empuja necesariamente hacia la castración, la castración de saber que no existe otro que pueda llegar a responder a la incógnita que el sujeto tiene respecto a su vida, respecto al amor, es decir, el amor se desapasiona de sus componentes nocivos [dependencias, posesiones, manipulaciones, etc, etc, etc, cada uno de ustedes sabrá que nombra aquí…] y se hace más puro pues ya no es un amor que busca llenar y ser llenado [tarea de lo más sufridora que existe], es decir, no busca tapar la falta, el agujero del ser, el vacío, sino que justamente comprende que gracias a ese vacío, a ese agujero que hace falta, a esa falta, es que el deseo por el amor emana, emana de deseo por el otro aún sabiendo que ese otro no podrá nunca llenar ese hueco, esa falta, precisamente porque el otro también está en falta, tiene fallidos, agujeros, no está completo, es decir, idealizarlo es inútil.

  

         Si el sujeto está dispuesto a asumir esta castración, castración siempre, siempre de lo más positiva y benéfica[justamente el amor neurótico: nombrémoslo aquí como ese amor en dependencia, manipulación, posesión, engaño, mentira, etc, etc, etc, cada uno de ustedes sabrá que poner aquí… hace su caldo de cultivo por una evasión o un no querer asumir la castración, es decir, un no querer que se caiga el piso falso, imaginario y fantasmático del creer que el otro colma lo que falta o de que se tiene un algo demasiado valioso que colmará al otro amad@, esto es el idealizar ser el todo de otro, y viceversa, este es el amor en su matiz neurótico, un amor que carece de responsabilidad en el sujeto que ama y que por ello es que es siempre el otro el que la embarra, aunque hay cosas en los que es el sujeto mismo en su inmensa culpa el que siempre se siente el embarrador, el único que merece castigo, y lo logra, se castiga, sus síntomas, padeceres y sufrires son una muestra de ello] castración del tumbarse los pedestales en los que él mismo se sitúa como imprescindible para el otro y así mismo el pedestal en el que situa al otro como imprescindible para él [para dicho sujeto], accederá al amor digno y esto se traduce en bienestar.

El Saber del Psicoanálisis I (Sobre el duelo y lo perdido)

El Psicoanálisis trabaja a partir de una premisa “el saber no está dado de antemano, sino que se va hablando, deslizando, se va inventando a partir del hilo significante que construye un algo propio [una verdad] alrededor de donde sólo había agujero, vacío, ausencia, angustia, pregunta”


    

            ¿Qué hace un niño cuando juega a que sus padres “se van” a trabajar [o lo que sería lo mismo: le dejan y abandonan]? Hace nada más y nada menos que crear un juego con el cual lograr soportar el fondo de ausencia que siente, es decir;”los hace aparecer, los trae devuelta”, esto es lo que sucede en los duelos, la post pérdida [es decir, cuando ya todo se acaba y hay ausencia] es el tiempo en el cual se conoce más de la persona ausente de lo que incluso se le conocía en presencia. Lo que aquí ha sucedido es que en medio del bla bla bla [en medio del hablar…] se rememora lo vivido y la experiencia se decanta, se voltea, se atraviesa, se pisa, se enaltece, se tumba y se reconstruye de tal manera que lo olvidado aparece junto con lo obvio no visto y es entonces cuando nos damos cuenta que ese ser ausente, no lo está, pues nos ha dejado tanto mundo y tanto universo simbólico [saberes] que siempre permanecerá, allí, en ese trozo de arruga, de brillo pupilar, de fisura de risa [puesta en esos mismos labios con los que un día, le besamos] de cana y de poro nuestro que nos habita.

      
         El ser ausente no se pierde, pues queda tan cerca de nosotros, que se hace carne de nuestra carne, y así, vive cada vez que recordamos que no podríamos ser lo que hoy somos sin ese trozo de experiencia en la que un día, nos acompañó, construimos. La construcción no se pierde, la construcción dejaba es un piso de base más sólido sobre el cual cimentar las otras construcciones que se hagan con otros seres. Una buena pregunta sería ¿Realmente soy quien te quiere como te quiere, o el que te quiere como te quiere son más bien todos esos seres que he amado y que me hacen ser el que ahora te quiere como te quiere? Personalmente me voy por la segunda, de lo contrario no haría dignas [ni justas] ni a las personas que pasaron en mi, ni a mí mismo.

El cuerpo del amor, es la palabra

un hombre le pide al amor:
  

             …“¡Amor!… Quisiera que no me susurraras en la espalda los errores que ayer cometiste, que no maldijeses con esta indigestión, ni con esta gastritis, ni con esta migraña, las muchas culpas que guardas… por favor amor, no me quites el sueño con tus miedos, ni con tus insomnios, ni menos con tus pesadillas, esas que torturan mi calma y desasosiegan mis esperanzas.



¡Amor!... No me hagas sentir que cada presente es una oportunidad para que mi pasado, ese mismo pasado que dejaste dolido, regrese, tampoco me digas que mi futuro siempre será el mismo, es decir, que será como este presente que parece simple y sutil copia del ayer… no me confundas amor, con tu manera de perderte en el tiempo, idealizado, desesperanzado, engañado, empeliculado.

¡Amor!... Quítame esta disfonía que me das cada vez que peleo con mis padres, y esa sordera que tenga cada vez que oigo algo que no quiero escuchar y esta manera de sufrir por ese hombre y/o por esa mujer,  quítame amor, quítame ese agujero en el pecho y el estómago que siento cada vez que la muerte, la soledad y la pérdida, se asoman… sólo quiero olvidarlo, sólo quiero olvidarla.

Y quítame amor esta ira, esta agresividad que me surge cuando recuerdo aquellos pedazos de vida que no me gustaron de mí, quítame ese odio, esta acidez de cuerpo, de garganta, de colón estreñido, déjame dar del cuerpo amor”…

Y el amor le responde:

…“lo que me pides ya lo estás haciendo ¡Estás hablando!… Dame voz, dame voz para que cada trozo de poema que llevo inscrito en cada uno de mis poros y en cada una de mis fisuras de órgano, se convierta en tu saber, es decir, en tu mejor y más pura medicina… continua… continua hablando”...
      

       Y escuchando estas sabias palabras, dicho hombre supo que el cuerpo del amor, es la palabra. Y desde entonces por cada pedazo de cuerpo el hombre ya no encontró un dolor, ni una queja, ni un reclamo, ni un pedido, sino una puerta a su saber no sabido, saber que es amor a su verdad, verdad ahí, hablándose.

El Significante II (Caso del Triste Payaso)

Una vez existió un hombre, un payaso, un payaso triste que se escondía bajo una máscara que no era la suya pero que disfrutaba de ella como si fuese a su vez su más eterno yugo y su más eterna bendición, estaba condenado, perdido, sumido en el dolor de un amor melancólico y triste, su vida era una puesta en escena de cómica función, una locura risoria, un pretender verse bien a los ojos del mundo para que jamás nadie conociera de si, de su tristeza profunda, de su goce tristón, payasesco… este era un hombre de tristeza profunda que no, no sé sentía bien con lo que hacía, era un hombre infeliz en el amor, en el trabajo, en los negocios, el licor no tenía el mismo néctar ni la luna su misma magia, algo le pasaba, algo sentía y no sabía, algo no sabía, algo no sabía que sabía.
             
         Un día se preguntó… ¿Yo tan tristón que es lo que me pasa, parezco el payaso de una obra cruel en la que soy el actor y el protagonista, el que despierta lastima y a la vez se ríe y disfruta con ella?… luego de preguntarse esto, se sentó sobre una banca de un parque, sus ojos empezaron a derramarse como de costumbre, su voz se quebró y su alma se rompió… ¿Qué le pasaba? ¡No lo sabía! Sólo sabía que como un payaso tristón se sentía, ambivalente, contradictorio, como llorando de la risa y a la vez de la risa llorando, de repente, su mente quedó en blanco y sin pensarlo su voz empezó a cantar una vieja canción que a lo lejos escuchaba, esta era una canción de Javier Solis, una canción llamada coincidencialmente: “payaso”.
      
        Esta era una canción bastante conocida por él, una canción perteneciente a un tiempo sin tiempo, a un pasado fijado, anclado, encarnado en su piel como un tatuaje olvidado…
     
        Los versos, sus versos, sus inconscientes versos profesaban:

En cofre de vulgar hipocresía
Ante la gente oculto mi derrota
Payaso con careta de alegría
Pero tengo por dentro el alma rota

En la pista fatal de mi destino
Una mala mujer cruzó el camino
Soy comparsa que juego con mi vida
Pero siento que mi alma está perdida

Payaso
Soy un triste payaso
Que oculto mi fracaso con risas y alegría que me llenan de espanto
Payaso
Soy un triste payaso
Que en medio de la noche me pierdo en la penumbra con mi risa y mi llanto
No puedo soportar mi careta
Ante el mundo estoy riendo
Pero dentro de mi pecho mi corazón sufriendo (jajaja…)
(Payaso, Javier Solis)

        … su voz retumbaba en el fondo de su alma, la canción le evoco más de un pasado y más de un presente, su tristeza se lleno de luz y ante sus ojos vio aparecer la respuesta a varias de sus preguntas al estar allí hablando de lo que muchas veces cantaba y cantando de lo que muchas veces hablaba, profesaba, escuchándose como no se había escuchado antes, era tan obvio, tan obvio que no fue visto, estaba ahí, cantándose, las letras, sus letras estaban revelándole la verdad sobre su malestar, sobre su payasada antes sin nombre, ahora estaba cantándose, pronunciándose la gran filosofía de vida y la gran sentencia que había profesado, a medida que se cantaba, sus lágrimas dejaron de derramar tristeza para empezar a revelar asombro, dicha, inmensa dicha de encontrar algo tan propio pero tan propio, dicho por el mismo, en su bla bla bla… era su canción, su forma de pensarse, de buscarse, de desearse y desear, de gozar, de sufrir, de anclarse.
      
             Esa canción le abría un abanico de posibilidades pues entonces ya donde antes había agujero por donde se escapaba lo real del sufrir y padecer de un tristón disfrute malsano, aparecía la metáfora que amarrar su experiencia, su historia y decirle “he aquí lo que profesas, esta una ideología de la que eres responsable” ¿Qué vas a hacer?
                  
               Ese es el Significante, el saber no sabido que responde a la pregunta ¿Qué deseo del otro? Y ¿Qué desea el otro de mí? ¿Qué me quiere?... es decir, ¿Qué me pasa? ¿Qué tengo?... El significante es ese algo que aparece y cuando aparece se hace la luz, no lo podría definir de otra forma, es la sorpresa y el asombro de advertir que el tesoro que se buscaba lejos, afuera, estaba más cerca de lo pensado, hablándose, hablándose en el bla bla bla, por eso el psicoanálisis fundamenta su praxis y su valía en el bla bla bla. El saber no está dado de ante mano, no se sabe sobre las cosas de antemano, pero si hablando, siempre algo sucede, el saber aparece, Lacan tenía una bella forma de advertir el “hable, hable de lo que quiera, sólo hable… que igual llegaremos al núcleo de su ser”.

El Significante I (Sobre el “Saber no Sabido”; lo obvio)

¿Qué es un Significante?

             
            Es lo que más se repite pero no se ve, es lo que está ahí “afuera”, hablándose para dar cuenta de la naturaleza de lo que al sujeto del amor y del deseo, le pasa, un significante es un saber no sabido, es decir, un decir del inconsciente, un eslabón, una pieza que encaja, un tesoro que se encuentra, una metáfora que “amarra” la experiencia de malestar y de goce antes suelta, un algo que se repite pero no se ve y cuando es visto, cuando es delatado; la experiencia de malestar va quedando descifrada, pues un significante siendo un saber no sabido se enlaza a otro y a otro y a otro, y así en su desplazamiento o deslizamiento va hilando la significación que no sólo brinda el saber sobre el goce que el sujeto presenta [es decir sobre su padecer en demasía sobre lo mismo, una y otra vez] sino que también lo “corta” al “empujar” al sujeto a tomar una posición al respecto, a moverse de lugar, a cuestionarse lo que antes era incuestionable y desmentir lo que antes era inamovible, inalterable, a dudar de las verdades [la mayoría ajenas pues vienen del Otro] que el sujeto se ha creído, a inscrito en su discurso y que profesa “ciegamente” como procederes de amor que con el tiempo se caen, muestran su fallido.
              
                 El Significante entra a dar cuenta de cómo el sujeto perpetúa al Otro dentro de sí [pensemos el Otro como esas primeras marcas del amor con las que atraviesan al sujeto, en primera instancia el gran Otro materno, luego la familia, la cultura, etc. Todos aportan un poco y atraviesan al sujeto para dejar en él, algo de ellos mismos], es decir, de cómo el sujeto perpetua en una cierta manera de desear responder y ser respondido en el amor, una cierta manera de hablar, de discursearse, de entablar lazo con el otro, con el semejante [o sea con el amigo, la pareja, etc.] El Significante da cuenta entonces de cómo el sujeto al ser atravesado por un discurso [del Otro], es un discurso que encarna y que profesa, y que de hecho no ve, no lo sabe aunque lo exprese y hable todo el tiempo, el significante da cuenta de cómo un sujeto profesa lo siguiente y de cómo se queda anclado a ello en una misma suerte de destino [de repetición]:
    
        Citemos una vez más el “Desafortunado” de Alejandro Jodorowsky:
  
         Un hombre que caminaba por la selva se topa con un león dormido. El hombre poniéndose de rodillas ante él, murmura: «Por favor, no me comas», pero la bestia no le escucha, ella sigue roncando. El hombre de nuevo grita: «¡Por favor, no me comaaas!». El animal no se da ni por enterado. Sorprendido y temblando el hombre le abre las mandíbulas y acerca su cara a los colmillos para volver a gritar el ruego, pero es inútil, la fiera no despierta. Colérico el hombre comienza a darle patadas en el trasero: «¡No me comas! ¡No me comas! ¡No me comas!». El león despierta, salta sobre él y, furioso, comienza a devorarlo. El hombre se queja: «¡Qué mala suerte tengo!».

     Aquí que no se trata del tener mala suerte por ser comido por el león, lógica a la que estamos acostumbrados racionalmente, pero no, el psicoanálisis muestra ora dimensión, la dimensión que choca, la dimensión que devela que como sujetos de deseo no existe ni el bien ni el mal, ni el cielo ni el infierno, existe el agujero, el agujero por donde el cual al sujeto se le va la vida y que es justamente este agujero lo que se aborda en la clínica para devolverle en lo posible al sujeto, su dignidad, la dignidad del reconocer en este caso que "necesitar ser comido para así poder reivindicar la propia mala suerte" es malestar y ambigüedad con el cual hay que hacer algo, o incluso no hacer nada, quizás [si es eso lo que el sujeto precisa y decide], pero hay que asumirlo, saberlo, pues una cosa es padecer sin saber de qué y otra muy diferente es saber, saberse, eso hace el significante al revelarse, dar cuenta del goce, devolver al luz al sujeto del amor y del deseo.

Un significante es un saber no sabido que da cuenta del lugar que ocupa el sujeto para el Otro, da cuenta de la oración que el sujeto profesa. Una oración malsana la mayoría de los casos, la clínica, la vida y el psicoanálisis así lo muestran.

¡Le transfert est l'amour! ¡La Transferencia es el amor!

…“¡Ya no quiero hablar de mí y mi mundo,
Quiero hablar de usted
De usted y yo o de yo y usted…
De lo que siento…
De lo mucho que me gusta esto de usted
De lo mucho que me molesta esto de usted…
Del sueño en el que usted apareció,
Del sueño que usted sabe lo que significa...
…En el sueño me escondía como cuando jugaba a no ser pillada!”


El siguiente relato es invención del autor, relata algunos pasajes de lo que sucede a grandes rasgos en un proceso analítico.

Antes lo había visto por ahí, y al conocerlo me inspiro confianza, yo necesitaba hablar con alguien, con alguien que fuera ajeno a todo lo que vivo pero que a la vez no fuese del todo un extraño, a lo mejor lo que busque fue a un extraño que no fuese tan extraño, es decir, a un extraño que me inspirara confianza. Confianza para contarle lo que me da temor hasta confesarme a mí misma… no soporto más mi situación, esta angustia, este vacío en el pecho, este no poder dormir, este sufrir, no lo aguanto y tengo temor, temor de no saber lo que encontraré, temor de lo que pase conmigo… no sabré que decirle, por dónde empezar, tengo tantas cosas por decir pero a la vez nada, todo parece importante y a la vez todo es absurdo, sólo necesito hallar una solución, quizás ver algo que no he visto y que me ayude a sentirme mejor.
      
       Recuerdo mi primera sesión, estaba nerviosa ¿Qué me diría? ¿Qué me preguntaría? ¿Qué pensaría de mí? ¿Qué analizaría de mi?... tantos pensamientos que a la final se cayeron solos pues simplemente llegué, me senté y sutilmente sin darme cuenta ya estaba hablando de cosas que no sabía que podía decir, decirle, y sobre todo decirme, escucharme… recuerdo que empecé con un sueño, y sin darme cuenta estaba hablando de una situación que tiempo atrás me había dolido mucho, y luego aparecieron otros recuerdos y las palabras de mi padre me pareció escuchar también, susurrándome regaños, prohibiciones… tuve luego algunas fantasías, bobadas sin importancia que silencie y no dije… seguido de este silencio que tuve, me bloquee, no supe que decir… luego ante ese silencio que para mí fue eterno y él notó que mi rostro se ruborizo y fue cuando me di cuenta que mi cuerpo no pudo disimular lo que mi silencio había callado… intenté pensar de nuevo en eso pero me fue difícil, se me había ido, luego él me dijo algo que me dio risa, me dijo algo de eso que me había pasado que me causó gracia, la risa que tuve fue como de “¡pillada!” como cuando a uno lo pillan jugando escondite y entonces ya no puede salvar la barra y decir a diva vos “¡pico por mi por toda la barra!”.
         Recuerdo que salí de la sesión con muchas preguntas ¿Qué tenía que ver estos recuerdos y esas cosas de las que hablé, con mi malestar? ¿Acaso los psicólogos no hacen preguntas y le dicen a uno lo que uno debe hablar… hablé de lo que quise y sentí que no hablé de lo importante? ¿Qué es lo importante?... ¿Qué relación tiene esto con lo que me pasa?... fue extraño, con las semanas me di cuenta que el malestar inicial por el que consulté se fue transformando y lo que antes había sido un problema, había dejado de serlo, ahora aparecían otras cosas más importantes… los sueños empezaron a ser importantes para mí y cual si me hubiesen insertado un dispositivo de “ser consciente de las cosas que me pasan a mi alrededor”, empecé a enlazar, hilar y eslabonar día tras día muchos recuerdos, pensamientos, sensaciones corporales, palabras que me llegaban de la gente, de mi familia, de mis padres y hermanos, palabras que salían de mi, la música que escuchaba empezó a tener sentido y los recuerdos de mis relaciones pasadas empezaron a venir para comprenderlos, para ver lo que antes no podía ver, era como si mi vida fuese un rompecabezas no armado, y cada vez que avanzaba en el proceso, el rompecabezas seguía y seguía armándose con piezas tan mías que me hacía preguntarme ¿Por qué no había visto esto antes… si siempre lo he sabido?
     
      
        Recuerdo que tuve algunas semanas en las que no volví a la consulta, y ni hablar del dinero, muchas veces lo olvidaba, quedaba debiendo y me sorprendía ver como esos pequeños detalles tenían su lógica y su razón de ser en mí, como una resistencia en la cual se “escondían” otros recuerdos y a otras situaciones pasadas y presentes en los que sucedían cosas similares, era como si la consulta fuese el escenario o mi campo de batalla en el cual se representaba toda mi vida, mis afectos, mis pensamientos, siempre pasaba algo nuevo y aún en los momentos en los que parecía no pasar nada, salía caminando luego y al pensar y ocurrírseme cosas me daba cuenta de que si había pasado algo en la consulta, siempre pasaba, siempre pasaba aunque parecía que no pasaba… mi vida fue tomando otros matices y las decisiones no se hicieron esperar, no podía ser infiel a mi misma e ignorar el saber que sobre mi estaba construyendo, ya nadie me engañaba sino que era yo misma la que me engañaba y ahora era hasta responsable no sólo de decidir sino también de no decidir, ya no podía evadirme, “esconderme”, ¡dejarme picar! Ni tampoco podía ¡salvar a toda la barra!... el juego del escondite estaba quedando más develado de lo que pensaba, era extraño era como si aún ese recuerdo infantil estuviese todavía en pleno trabajo, y no terminara de suscitarme más y más recuerdos, fue como una puerta de acceso a mí, quien iba a creerlo.
    
        Era la sabedora de mi propio vivir, o de mi propio inconsciente, pero sin embargo, sentía que no podía sola, requería de él para poder seguirme escuchando y sabiendo. Eso me hacía preguntarme muchas veces, quien es el que sabe sobre mí, ¿él o yo?, y me daba cuenta de que en un principio sentí que era él el que sabía, y ahora me doy cuenta de que somos los dos, yo me armo mi propio rompecabezas, como él mismo un día me preciso, sin embargo, hay piezas que no encajan y es entonces cuando al verlo y hablarle, de repente veo lo que se me escapa y puedo así encajar bien las piezas de mi rompecabezas donde son.
     
      …hoy le vi de nuevo, muchas cosas ya han cambiado… de repente le dije:  




      …“¡Ya no quiero hablar de mí y mi mundo,
Quiero hablar de usted
De usted y yo o de yo y usted…
De lo que siento…
De lo mucho que me gusta esto de usted
De lo mucho que me molesta esto de usted…
Del sueño en el que usted apareció,
Del sueño que usted sabe lo que significa…
…En el sueño me escondía como cuando jugaba a no ser pillada!”


         Cuando terminé de decirle esto, un par de recuerdos vinieron a mi mente… y supe entonces que él es el puente, es sólo un puente, el puente para poner las cosas en su lugar, o sea, armar el rompecabezas con las piezas que son y por medio de lo que siento por él en determinados momentos; “exorcizar” al padre, a la madre, a mi hermano y al amado que habita en mi, motores de todas mis angustias, angustias que se van, angustias que desaparecen de mi cuerpo pero que me dejan cierto saber a verdad y a engaño que me hace sentirme diferente, como si hubiese tenido otra vida, otra vida en la que padecía de todo un poco, sin saber porque o sin saber que si sabía, es el amor contenido en la sexualidad y la muerte, como los dos pilares de la vida humana y el inconsciente, como advertí en un texto que hoy encontré [“me pillé”] de casualidad… como cuando uno encuentra algo de uno y para uno que estaba escondido y que al salir puede libremente decir: ¡pico por mí, pico por mi por toda la barra!, aunque ya no haya más juegos de escondites.

¡Un fallido… de exitosa compañía!

Llegó al mundo como una compañía para su madre, de niño siempre fue el campeón, el éxito de su madre y la razón de ser de su felicidad, hijo de madre soltera, niño prodigo, el príncipe de la casa, el príncipe de su madre, el deseo del deseo de la madre, el deseo del deseo del Otro, de ese Otro que atraviesa con su discurso al sujeto para situarlo en un lugar de deseo, para “enseñarle” y marcarlo con un discurso específico por medio del cual dicho sujeto construirá y buscará replicar y repetir esa manera en que fue amado y amó, esa manera de desear responder al otro del amor y de desear ser respondido por ese otro amado.
       
         Siempre exitoso fue creciendo, inteligente, lleno de deseo, de pasión por lo que hacía, y cada pasión era una celebración [declaración] para su madre, el amor de su madre era todo y él era todo para su madre, a medida que fue creciendo se enamoró y tuvo varias relaciones, varias parejas, sin embargo no podía llegar a amarlas, había algo que no le permitía hacerlo y luego tras cada fallo, ahí estaba su madre, aguardándole, siempre ahí, y también ahí estaba él, buscándola… fue entonces creciendo y pasó la universidad, luego una maestría culminó, luego un doctorado estaba esperándole pero debía viajar, debía dejar a su madre, debía dejar a su madre que era la mujer que le acolitaba todo, sus rumbas, el cuarto que cogía como Motel cada fin de semana, lo agresivo que en ocasiones se colocaba, todo, todo se lo acolitaba esta grandiosa mujer, debía dejarla, debía dejarla para seguir su sueño del doctorado.
      
        Unas semanas después y de repente para el asombro de todos, de su madre, y hasta de él mismo, perdió el examen que le abriría las puertas al doctorado, era un examen demasiado simple que no podía perder ni aún con los ojos cerrados, pero sin embargo, lo perdió y el doctorado se fue a pique, cayó en tristeza profunda y no se explicaba el por qué había fallado en algo que había intentado con todas sus fuerzas, pero sin embargo, ahí estaba su madre, aguardándole, siempre ahí, para él y él para ella.
     
         Ante este fallido podemos decir como el chavo ¡Chamflee fue sin querer queriendo!
¿Fallido a propósito? El inconsciente siempre tiene un propósito, nada queda suelto pues lo paradójico, extraño y absurdo tiene su lógica cuando es el sujeto el portador de un deseo, es el deseo del deseo del Otro: ¡El llegó al mundo como una compañía para su madre!, que fue la frase con la que empecé el relato.
    
       Siempre se toman decisiones por ello somos responsables hasta de los fallidos pues en este caso el fallido fue un “perder es ganar”…. ¿Ganar qué? Ganar el ser consecuente con el deseo, el deseo del ser una compañía para la madre. Hay una frase que dice “nadie sabe para quién trabajas”, yo la tomó como un ¿Quien comanda tu trasegar por la vida, que traza, que marca, que deseo?

Todos los días se mata al Padre

Cuando se tumban los amos,
Los otros idealizados en los que ilusoriamente
Se suponía un saber,
Ahí
Se mata al padre.

Cuando al reconocer el propio saber
Se destrona el saber del otro
Y se desmienten sus dictámenes ambiguos,
Ahí
Se mata al padre.

Cuando los imaginarios se caen
Y tu mirada deja de estar por encima o por debajo de alguien,
Ahí
Se mata al padre.

Matar al padre es reconocerte como el sabedor de tu verdad
Como el único regulador de tus leyes
Matar al padre es ver el fallido del otro y reconocerlo desde tu humanidad y humildad,
Dejándolo ser
Y dejándote ser
Al distinguir cada día más
Que hay cosas que son tuyas y que hay cosas que no son tuyas sino del otro,
Es saber cada día más distinguir y dejar de mezclar
Es aprehender a moverte para no sostener neurosis ajenas
Ni hacer que los demás sustenten la propia,
Matar al padre es reivindicar tu propia ética,
Matar al padre es desmentir
Tumbar
Destronar al Otro que habita en ti,
Matar al padre es tumbar a todo amo
Matar al padre es no prestarte como objeto de goce.
Foto, Metáfora de Guillermo Tell

Amores en deuda

Hay amores que se sacrifican
Porque en sus ideales sólo saben dar
Como una manera de esperar recibir,
Son amores costosos
Son amores que se pagan caro,
Muy caro
Pues nadie devuelve [ni tiene porque hacerlo]
Ni los sometimientos
Ni las sumisiones
Ni los no, no dichos
Ahogados y tragados
Con los que sólo se quería complacer al otro,
O comprarlo
Al pedirle implícitamente: “si te doy esto pero si te dejas enaltecer… es que si te enaltezco,
Me enaltezco”.

¿A dónde se van estas dadivas sin agradecimiento?
Y ¿A dónde llegan los recibires que no fueron recibidos?
Se van a algún lugar del imaginario
Retornan al niño y/o a la niña que yacen allí
En algún lugar de los sueños
Y las fantasías, en algún lugar del amor,
Amando en demasía
Con tanta pasión y tanta entrega
Que es obvio,
Siempre quedarán en deuda
Pues como dice el popular paso doble:
…“no hay en el mundo dinero, para comprar los quereres
Y el, el cariño verdadero, el cariño verdadero ni se compra ni se vende”
…amores en deuda
Amor en deuda
Para el que no sepa darse,
Amor en deuda para el que no sepa decir NO.

La Metáfora Paterna o Complejo de Castración (Parte II, el costo del tumbar los pedestales)

Cuando se habla de estructura, se habla de un armatoste que se sustenta desde los tres registros; imaginario, simbólico y real, y que por tanto, lo que hace el psicoanálisis no es sólo aliviar el síntoma [pues el síntoma es una fachadita] sino revelar la naturaleza del fantasma para así adquirir, edificar e inventar un “saber qué hacer con eso que hace goce”, un responsabilizarse de eso que el sujeto es, un saber qué hacer con el goce, o con eso que hace fantasma y en su expresión; síntoma, y en su malestar; compulsión de repetición, o lo que se conoce como pulsión, pulsión que es otra que de muerte.

           El sujeto es trazado por la palabra del Otro [la madre en primera instancia] situándolo en un lugar de deseo, pero es un lugar de deseo que se hace posteriormente goce en la medida en que el sujeto viene a obturar algo de la falta en ese Otro, el sujeto tapa lo real del Otro, pensemos en la madre cocodrilo que es la metáfora que usa Lacan para designar a la madre que abriendo sus fauces permite que su cría se sitúa dentro de ella, en su boca, pero ojo, por ningún motivo devorar a dicha cría, aquí es donde aparece la metáfora paterna como un “palito” que se pone entre fauce y fauce de la boca cocodrilesca para indicar a la madre: “madre, no reintegrarás a tu cría, no te la comerás… acá te pongo este palito que es mi deseo, mi deseo de que desees más allá de tu hij@ y no sólo seas madre sino también mujer y me desees a mí, tu hombre”, y así mismo indicarle a la cría: “no retornarás al lugar en el cual un día estuviste… pues tu madre es mi mujer”, es decir, la metáfora paterna es una función [no es una persona] sino una función, una operación, un proceder que por simple que parezca no es nada simple [así como dicen que madre sólo hay una, pero padre, padre cualquiera, yo diría que padre no es cualquiera… hay infinidad de padres que no encarnan esta función precisamente porque en ellos no ha operado la castración, aún son padres con Edipos fallidos], y no precisa y necesariamente la encarna el padre, cualquiera la puede encarnar, pues la metáfora paterna o la función del nombre del padre es un corte que “castra”, es decir, le pone corte al goce de la obtura entre madre y cría, es decir, corte al goce de la madre de ser obturada por su hij@ y de aquel hij@ de ser obturado por la madre, la castración permite ir más allá del amor materno que es incondicional y imbuido de narcisismo, a un amor más digno, un amor que no se cimenta desde el goce.
           
           Por ello la castración es un corte al Edipo [una castración en doble vía, en la madre y en el hij@] la metáfora paterna es la salida del Edipo, siempre la castración es positiva y justamente por ausencia de castración o ausencia de corte al goce es que la neurosis se arma un complejo de síntomas y procederes que sólo buscan una sola cosa; ¡evitar y temerle a la castración, a la caída del narcisismo! y a lo que implica el bajar al otro de la nube en la que le situamos y así mismo en el bajarnos de la nube en la que nosotros mismos nos ubicamos, ese bajar al otro del pedestal y destronarlo implica un bajarnos del pedestal y destronarnos a nosotros mismos también, pues si no hay alguien que pueda reivindicarnos ese imaginario de creernos “su majestad el niño”, “su reina la princesa triste”….etc, implica que dicho niño rey y majestad y dicha reina princesa de mis amores, se caiga, se destronen, lo que implica y empuja a un o crecer o crecer, o encargarse del niño y la niña que yace dormitando y molestando a cada vez, o asumir la responsabilidad que implica el seguir manteniendo dicho estado, de goce. En otras palabras, el que sitúa en el sujeto ese imaginario de reconocimiento, imprescindibilidad e incondicionalidad es el Otro, el discurso del Otro que traza con significantes la oración o el rezo que predica el sujeto cada día y a cada momento cuando habla, por ello se dice que el inconsciente es el discurso del Otro, y el malestar es la perpetuación del Otro en el sujeto, y el sujeto perpetua en sí mismo el discurso del Otro en la medida en que teme y evita la castración [por vías fóbicas, obsesivas y conversivas] edificando un mar de complejos neuróticos para evadir ese corte con el goce que no es otro que el corte al Edipo, en otras palabras y situándonos en la estructura de la neurosis que es la que le da el sustento más preciso y sólido al psicoanálisis, la entrada de la metáfora paterna o de la castración como corte al Edipo se da en la medida en que el saber no sabido, el saber simbólico al dar cuenta del goce o del imaginario desde el cual el sujeto sustentaba su propio narcisismo [su fantasma, el enaltecerse al enaltecer al otro, y al enaltecer al otro se enaltece, o lo que es igual, hacer que el otro caiga en el propio juego o en el propio drama con el que el sujeto vive, y viceversa] cae en cuenta de su “propia mentira” y esto le hiere profundamente al ver que no era tan imprescindible, incondicional e importante para el otro ni el otro para él [para dicho sujeto] como él mismo pensaba.
       
           Este revelar del sujeto su propio discurso como discurso del Otro que le trazo con cierta manera de amar y ser amado [de responder y ser respondido en el amor, el fantasma] empuja al destrono de ese Otro y con su destrono el destrono mismo del narcisismo del sujeto, se da una renuncia, una renuncia que lleva a asumir la responsabilidad en las decisiones y así reorientar y asumir el propio deseo, ya no como deseo del Otro [Otro que lleva dentro de sí] que reitera en el otro [que es el semejante, el que está “afuera”], sino como deseo del propio sujeto, es decir, asumir el amor no como una manera de obturar y ser obturado [como una manera de mantener pedestales], buscar llenar y ser llenado, sino como una manera de buscar reedificarse a través del compartir.
        
           Si el sujeto se estructura a partir de un agujero, como un agujero negro, es por tanto muy diferente que ese agujero negro sea algo que se quiera llenar y tapar, y otra cosa muy diferente es que el agujero negro sea precisamente un hueco del cual emana algo, por tanto, si concebimos el agujero como algo a taparse, hablamos del goce, pero si el agujero es más bien un algo del cual emana algo, el deseo [el deseo es causado por la falta, el objeto “a” como objeto que representa la falta, es por tanto el objeto causa de deseo, por ende el deseo emana para reconocer el agujero de la falta como algo ahí, emanante, y no como algo a evitar y por todos los medios evadir. El deseo hace que el agujero sea un agujero de expansión del cual emana algo, digamos, hacia “afuera” en una búsqueda de edificar cada vez un mayor universo significante, mientras que la pulsión, contraria al deseo, es goce que busca llenar el agujero, es una contracción, y el agujero jamás se llena así como no es posible llenar el universo, por eso la pulsión vive en la continua insatisfacción de siempre querer saciarse pero siempre quedar hambreada, no es desde allí  que se sustenta la dicha y el bienestar del humano, es decir, una vez nacidos, salidos del vientre, no es jamás nunca posible recuperar ese estado de comodidad y placidez total, sólo la muerte final, podrá reintegrarnos a ese estado de inertes, de descanso, de completud que al parecer supone el morir, por ello, la pulsión es pulsión de muerte pues busca a partir del goce llevar de nuevo al sujeto a su estado anterior [recuperar ese algo perdido, para no concebirse como barrado, castrado, con un agujero], al estado que una vez perdió y que no recuperará, lo importante aquí es advertir que el malestar no se da por el simple hecho de vivir [hacia este pesimismo no apuntó Freud ni Lacan], el malestar se da precisamente por estar en el limbo del ni crecer hacia estadios de deseo ni el decrecer hacia estadios anterior por medio del goce, en ambos casos, el sujeto es responsable de decidir tramitar su metáfora paterna y acceder al deseo como una manera directa de ser más feliz y vivir mejor y disfrutar más de la vida, o definitivamente dejarse morir, ahogarse en la adicción y en la muerte y buscar un retorno a un estado anterior que no conseguirá sino hasta el momento en que muera. Es el sujeto mismo el que toma la decisión de echar para adelante, para atrás, o decidir quedarse en el medio o sea en el limbo en el que se encuentra de sentirse “bien pero mal” a la vez, en lo ambiguo, ambiguo que es el núcleo del ser. El psicoanálisis lo que hace es brindar la construcción de un saber  que permita dar luz a esta decisión del sujeto. En esta medida vemos que el psicoanálisis no promete el cielo ni garantiza el pesimismo del quedarse de por vida en el infierno, de hecho los imaginarios de cielo e infierno es lo primero que el psicoanálisis tumba [pues eso es malestar de la cultura, es el Otro, es eso que imposibilita y jode la vida del sujeto, su libre despliegue, el espontáneo emerger de su deseo, nada más pensemos en que la sexualidad aún es un maldito tabú que hace más daño que cualquier otra cosa], lo que hace el psicoanálisis es tejer un saber no sabido que le permita y facilite al sujeto tomar las riendas de su propio timón, para que así lo dirija hacia donde el sujeto quiera, ojala hacia mares más prósperos, para eso navegamos en este mar, para aprender a surcar tormentas y disfrutar de soles y arrecifes más bellos, sólo si estamos dispuestos a salir de los océanos oscuros en los cuales muchas veces nos amañamos]. Aquí hablamos entonces del amor, del amor en el cual ha operado la metáfora paterna o la castración Edípica.
        
         Lo sutil del asunto es que un proceso de análisis es una castración, es un llamado a la metáfora paterna para que opere y ponga corte al goce, es un trámite al amor del Edipo en pro de resituar el deseo del sujeto y devolverle su dignidad, su amor propio. La responsabilidad del sujeto al asumir el saber que el análisis despliega, hace por sí mismo, metáfora de castración. Siempre tan positiva.

La Metáfora Paterna o Complejo de Castración (Parte I, acercamiento a la clínica psicoanalítica)

Una crisis de goce, de padecer en demasía, la gota que derrama la copa, el malestar que ya no se soporta, los consejos de la tía y del amigo que ya no sirven, las pastillas que ya no tranquilizan ni mantienen el “diablo interno controladito”, las evasiones que ya no cumplen con su cometido de distraer la angustia, ahogarla, un “no poder ya no ser capaz de no darle mente a eso”, es el motivo que lleva a alguien a preguntarse ¿Qué me pasa? ¿Por qué me pasa esto? Y más aún si ese malestar tiene carácter de repetición, es este malestar lo que indica que el síntoma como lazo social que fantasmáticamente liga al sujeto al otro, se ha roto y en su rompimiento [sea porque alguien se ha ido, algo se ha perdido, algo ha cambiado, alguien ha tomado otra posición, algo no anda como antes, algo se ha desbordado, etc.] un agujero de angustia se ha abierto para revelar que hay algo del orden de lo real, es decir de lo enigmático, confuso y oscuro que ensombrece la vida del sujeto y que no sabe como nombrarlo, ponerlo en palabras, asirlo, darle forma. De este modo se busca una respuesta, un saber que dé cuenta de lo que por ese agujero se escapa y que se refiere precisamente al amor, al amor que se halla contenido en medio de los dos juglares de lo humano y lo inconsciente; la Sexualidad y la Muerte.
       
              El sujeto supone que el otro a quien consulta sabe sobre lo que le pasa, y en parte es cierto, sabe sobre algunas cosas, sabe sobre cómo opera lo que al sujeto le pasa pero no sabe sobre lo que al sujeto le está pasando precisamente, el sujeto supone que el analista sabe y el analista sabe que el sujeto no sabe que si sabe, es decir, en un inicio no se sabe nada sobre ese malestar, sólo se sabe acerca de la Transferencia, es decir, el hilo o puente que permite que el sujeto suponga que el analista sabe y en el caso del analista, este sabe en su “saber moverse” la manera como ha de devolverle la “pelota” al sujeto para que este la tome y pueda desde su inconsciente hablando, responderse, saberse [recordemos que el inconsciente es un lugar de saber no sabido ¿Qué quiere decir esto?, esto quiere decir que el análisis es el dispositivo clínico por medio del cual un analista le facilita al sujeto el desciframiento y la reinvención de su propio saber no sabido ¿pues donde está el saber?, el saber esta en el inconsciente del sujeto, por eso la premisa del psicoanálisis es una y sólo una ¡Hable! ¡Hable de lo que sea, que igual llegaremos al núcleo de su ser! El saber no se sabe de antemano, no está dado de antemano, el saber es un hilo que al encadenarse de palabra en palabra, se ilumina de repente con un brote de significación].
          
          Es así como el sujeto empieza a hilar su propio saber inconsciente cada vez que hablando de si, de sus sueños y haciendo el lapsus, una interpretación, una devolución o una intervención del analista encadena más y más saber que luego se sigue y continua tejiendo al fantasear mientras se camina, soñar y hablar de lo soñado, pensarse en el ayer y escucharse a sí mismo en la manera como habla y es hablado, es decir, el sujeto se sitúa como el propio analizador de su drama de amor pues primero el inconsciente es un lugar de saber y segundo, el inconsciente es trabajador, es decir, siempre está hilando.
           
         Cuando esto empieza a operar, se empieza a edificar un saber alrededor del agujero angustiante con el que en un principio el sujeto acudió a análisis, y entonces lo que antes era una gastritis, un fallar siempre en el trabajo por lo mismo, un estar imposibilitado para el amor, un desilusionarse de lo mismo, un necesitar agradar al otro, etc. [cualquier otro síntoma] se transmuta por un saber que antes no se sabía y que es un hilaje que va eslabonando e hilando recuerdos, dichos, sueños, particularidades del cuerpo, maneras de amar, fantasías, actos antes ciegos, entre otras cosas que dan cuenta de todo lo que sustentaba o expresaba un síntoma, es decir, aparecen palabras en el lugar en el que el cuerpo lloraba, en el lugar en donde antes el sujeto se caía en el amor, en el lugar en el que antes fracasaba en sus proyectos y empresas. Se trata de edificar y construir un saber en lo simbólico que sustente ese algo de lo real que causa síntoma y que precisamente emerge pues es un agujero en la experiencia que no fue tramitado.

     
         Cuando emerge ese saber no sabido que es un encadenamiento simbólico que diluye el síntoma en lo real [para que se necesita un síntoma si ya hay palabras que sustenten y expresen lo que por ejemplo una gastritis tenía por decir. La neurosis es una estructura ciega que se vale de síntomas también ciegos ante el sujeto, para expresar ese algo de lo real en el cual el sujeto se haya fijado. Síntomas que siempre se relacionan con un otro y por tanto la neurosis como estructura sustenta sus síntomas enfocadas y tendientes siempre a constituirse como problemas de amor, todo síntoma habla de amor, o más precisamente del sustento del amor que es la sexualidad y la muerte como los dos juglares del inconsciente]. Este saber da un alivio directo del síntoma, pues precisamente este se diluye muchas veces en la primera sesión terapéutica, pero luego más allá del síntoma emerge la verdadera naturaleza de lo que gestaba el síntoma, y es el fantasma, digamos esa “ideología” de “amor” con la que el sujeto responde al otro y espera ser respondido por el otro, es decir, ese “tener para ofrecerle al otro y esperar que al otro le agrade” [ser el deseo del deseo otro, ser lo que el otro desea] y ese “esperar que el otro le ofrezca y esperar que sea del agrado del sujeto” [que el otro sea el deseo del deseo del sujeto]. El fantasma se sustenta bajo los diques del imaginario desde el cual el narcisismo se halla, el fantasma es esa traza que el Otro [aquel o aquellos que marcan al sujeto con la palabra, atravesándolo e inscribiéndole un discurso que da cuenta del deseo que ocupa y que posteriormente en su relación con sus semejantes, replicará] ha dejado y que se busca reiterar en todo semejante, en todo otro, en el otro del amor, para poner un ejemplo vago pensemos en el sujeto que ha sido trazado como “la oveja negra de la familia que siempre se revela y por tanto tiene imposibilitado el éxito laboral y amoroso”, dicho sujeto replica o reitera ese discurso en los otros, sus semejantes para no sólo perpetuar el discurso del Otro en todo otro, sino también para reafirmar así el síntoma bajo el cual establece todas sus relaciones… pero ¿Por qué el sujeto reitera ese mal? lo reitera primero porque es un saber no sabido y segundo porque está anclado al narcisismo, en este caso de ser ¡la oveja negra! Título que aunque despectivo le da un lugar que de antemano no se esta tan dispuesto a dejar, a renunciar, pues como ya he reiterado antes en otros escritos, se renunciaría a mucho.
     
         Otro ejemplo digamos “el sujeto que nació como un regalo para los padres y cuya vida se centra en el satisfacer y complacer a los demás para evitar todo malentendido y mantenerse como monedita de Oro para el otro”, esto hace fantasma y síntoma en la medida en que el sujeto puede digamos “sentirse culpable reiterativamente cada vez que le dice “No” a alguien” generando así síntomas que expresan su malestar reprimido, su descontento, la ira que no expresa y la no complacencia al otro que se ve “obligado a tragarse” y así mismo como una manera de auto castigarse [toda culpa merece un castigo, y el sujeto del inconsciente es demasiado bueno para tiranizarse a sí mismo, y lo más paradójico aún, para justificar su propia auto tiranía], tras de todo esto hay una implicación narcisista del precisamente situarse como “monedita de Oro para el otro” en pro de reiterar y alimentar su propio imaginario ilusorio, fantasmático y narcisista del ser reconocido, importante, imprescindible y incondicional para el otro [si observan el precio tan alto que paga el sujeto por sostener su neurosis, por sostener su fantasma; sufre].
       
           A este imaginario o lugar de las ilusiones es hacia donde apunta el saber no sabido para empezar a tumbarlo [muerte de los ideales y las ilusiones, es un “hacer polvo” al súper yo que no es ninguna instancia para lo bello y sublime humano, sino una instancia que condena y mata al sujeto, no dejándole ser, llenándole de culpas que no merece, el súper yo es pura pulsión de muerte, mandato ideal malsano, imperativo de goce, mantenimiento del síntoma] y desmenuzar la “propia mentira que el sujeto se ha creído como verdad”, la mentira que le han vendido y que ha creído y que no sólo se ancla como fantasía ideal o ideal del yo [llegar a ser ese ideal para el otro] en el imaginario [es decir como un dictamen a cumplir y en caso de no cumplirse la culpa y el súper yo apuñalan severamente] sino también como discurso significante o como oración personal que el sujeto reza todo el tiempo sin  percatarse de ello, sin escucharse, y a la vez como tramite a lo real en la medida en que situándose desde su fantasma, alivia, obtura, tapona y evade su propia falta, la falta justamente de reconocerse como no imprescindible, ni incondicional, ni reconocido por el otro, y así mismo ver como el otro no es ningún imprescindible ni incondicional como se pensaba, este es el trámite de la castración.