jueves, 30 de agosto de 2012

Una Mirada de Paz (Psicoterapia, Psicoanálisis y Meditación)


Parecía un amigo, parecía un padre, un complice, parecía una persona más clara y feliz que yo...
lo importante era que ya no temía, ni sentía ansiedad al contar aquello que me daba antes tanto dolor,
rabia, tristeza e insondable culpa, poco a poco dejé de evitar el hablar de las cosas personales más delicadas,
de mis lados oscuros, de mis gustos grotescos, de mis hábitos perversos, de mi manera de manipular y ser altamente egoista, poco a poco dejé de sentir ansiedad, era como si simplemente estuviese allí esa persona, silente, concentrado, fresco, como si escuchara no sólo con sus oidos sino también con su corazón, su voz no era del todo su voz,
sólo su tono y sus matices pero las cosas que me decía las pocas veces que lo hacía eran mis propias cosas, mis propias palabras, era como si yo le contase y le dictase el guión teatral de alguien que sufre y él simplemente lo representara con el sólo escucharme, podía verme a mi mismo en su silencio, podía escucharme... sabía que algo muy trascendental estaba sucediendo, al hablar, al hablar al principio de los demás y luego hablar de mi, al contarmea mi mismo la pobre y trágica historia que aparentemente me traza... los miedos se iban simplemente apagando, poco a poco encontraba en mi mismo al ser que más repudie y no aceptaba ser, no era tan malo, nada de eso doloroso que me pasaba era tan malo.

Con el pasar del tiempo ya nuestras miradas se encontraban sin temores, sin sonrojeces, sin penas, sin sentirme que al mirarme ya me estaba juzgando,analizando, categorizando, etiquetando en su mente, no, ya no sentía nada de ello, sabía que él sabía de mi muchas cosas y que otras muchas más podía ver y yo no veía, sin embargo, y contrario a la intensión que me hizo llegar a una terapia, aquella persona no me brindaba respuestas (o por lo menos no las más creía necesitar), más bien esa persona tenía el silencio, el tiempo y la presencia serena para que cada cosa que yo decía hacia de vuelta eco en mi como si aquella terapia fuese el lugar en donde pudiese observarme a mi mismo, hablarme a mi mismo, ver mi propio teatro de drama desde afuera, era tan extraño... una vez nuestras miradas estaban cruzadas, llevábamos así varios minutos, no lo recordaba, sólo yo hablaba y hablaba de mi, lo miraba, esperaba, hacia una pausa, él cambia lentamente su postura en busca de mejor comodidad, pero siempre, aquella mirada nuestra estuvo allí, de repente, mi vi reflejado a mi mismo en el iris de sus ojos, aquellos ojos parecian tan neutrales, no había crítica, ni susto, ni seducción, ni intimidación, ni análisis, sólo calidez sutil y una sonrisa muy pequeña, recuerdo que viendome allí reflejado sentí que sus ojos eran un brillante tablero en donde mientras hablaba veía esas palabras escribirse una a una sobre ese tablero, en ese momento sentí que yo era aquel que hablaba y también aquel que leía - como si de un texto se tratase - una obra, un guión, el guión de la vida de un ser humano, en ese momento sení que me autoobservé, eramos dos; aquella voz que la hablar y hablar las palabras dibujaba sobre el brillante tablero, y el otro el que observaba y leía todo eso, era mi conciencia, mi conciencia que observaba la parafernalia de mi propio drama, en esos momentos experimenté cómo a través de los ojos del psicólogo pude por lo menos un instante de altisima paz, no ser ese drama de sufrimiento tan absurdo que venia parlando como lora ciega y mojada.

En ese momento algo sucedió, no tuve tantas respuestas ni tantas soluciones como pensé necesitar, pero experimente un instante de paz en el que no fui eso que pensaba que era, la paz del observar mi mente y esas mis muchas voces y saber, saber de una manera profunda y graciosa, que sólo se trata de una ilusión, de un teatro, del guión que he decidido representar.