lunes, 12 de diciembre de 2011

Bajarse del Bus

No sé que es el inconsciente, ni que es el goce, pero si sé que ha sido mi inconsciente y mi goce. Por eso el psicoanálisis mismo es una experiencia del uno, de cada quien, cada inconsciente puede dar una idea de lo que es el psicoanálisis, pero el psicoanálisis no puede dar una idea de lo que es el inconsciente, pues el inconsciente es el lado oscuro de la vida, lo que se repite y no quiere verse, lo sutil siempre presente, ese charco que hay que atravesar sí o sí, el Samsara de los budistas, y el inconsciente no lo conoce quien tenga miedo de verse y descubrir que sus sentires más molestos están amarrados al niño o a la niña que yace en su interior en un estado de total desnudez, en un estado de herida que no le permite al ser crecer hacia los estados evolutivos y espirituales a los cuales está destinado a tender. La inmensa construcción de Freud y Lacan encierra un sentido espiritual, y es que por la vía del develar una verdad, el humano descubre que  es una toda una mentira pues es lo irrealizable, lo que no puede darse, las fantasías más avariciosas de su ego, es decir, descubre que esa verdad es una mentira, una ficción, pero verdad al fin y al cabo, ”a veces el ser humano buscando, buscando, buscando, descubre al final que todo es muy falso, y en ese momento, en ese preciso momento ya puede descansar tranquilo, porque ha descubierto la verdad de su existencia”. A esto conduce el psicoanálisis.

Continúo, La verdad psicoanalítica de Freud y Lacan tiende a lo espiritual pues cuando lo molesto de uno mismo sale y se fabrica como un amplio saber que da cuenta de esos rincones oscuros y de precipicio por donde por ceguera uno caía, entonces, ya uno se pasea por esos valles con tranquilidad porque sabe que se han sembrado flores en donde antes sólo habían tumbas, se han puesto faroles y velas y luces donde sólo había un negro de oscuridad, y que se han construido puentes de tablas firmes y seguros en donde antes habían precipicios, pero también hay huecos, cementerios y trozos de sentimientos enredados como alambres de púa sobre un viejo cercado, que simplemente no se pueden remendar puesto que son heridas que trascienden tu entendimiento y van incluso hasta más allá de tu propia vida, son los fallos de los padres, de la familia, la cadena larga que va tras de ti y que hay que dejarla, cortarla, porque simplemente no tienes como elaborarla, no depende de ti porque simplemente no son heridas tuyas, son heridas que se asumieron y en las que uno se identificó, pero no son tuyas, son de los demás, son cargas que cuando te das cuenta que no quieres ni deseas cargar más, simplemente, las tiras, las dejas con amor pero con fuerza, con coraje, con perdón. Una vez ves tus pensamientos e identificas la inconsciencia en la que están inmersos, ya tienes la posibilidad y el poder de des – identificarte, es decir, de entregar lo que no eres, de no montarte en ese bus pues ya conoces sus paraderos, sus caminos, sus terminales, son siempre los mismos, esa es la repetición; el bus en el que viajas tiene una ruta que no viste al subirte en ella, y te quedas en la silla con miedo, pero… cuando quieras puedes pararte y timbrar, el bus parará, y entonces no debes temer el devolverte a casa solo y caminando, estarás entonces libre de conocer realmente y con calma cada uno de los paisajes tan agrestes por los que el bus del afán y la felicidad buscada en el otro te llevaba.

Cuando vas sentado en ese bus y te das cuenta que puedes pararte entonces ahí cesa tu ignorancia y el miedo se va transformando en fuerza, y entonces empiezas a abrazar al niño que llevas dentro, con amor, con compasión, con calor y mucho coraje, le limpias entonces sus lágrimas, lo abrazas y le hablas a los ojos y le transmites toda esa sabiduría que los muchos años que has vivido te han dado, y entonces, el niño comprende, levanta su frente, sonríe, calienta sus manos y camina contigo, juntos, y tu le muestras mientras caminas los recovecos propios del camino, y paras con él a veces para admirar algún paisaje agreste y exótico, le vas mostrando los rostros de mujeres que te habían distanciado tanto de él, le muestras también a su padre y le dices que no debes temerle, que su padre, su verdadero padre eres tú, el único que puede conocer de punta a punta el corazón de ese pequeño que a tu lado camina, y con calma lo invitas a hacer música, le enseñas a cantar sin miedo, la gente no importa, la gente ya no existe, y caminas con él y descubres que el niño va creciendo, a medida que caminas va creciendo, y creciendo va transformando su miedo, su anterior miseria, su mendicidad, su manipulación absurda, su idea de que es centro del universo, o el tesoro más preciado de su madre, lo dejas que esas cosas se vayan cayendo, también él va des – identificándose, va dejando la inconsciencia.

Y así, el inconsciente va saldándose, sin que deje de existir pues es la puerta baja que te recarga y te facilita la dolorosa transformación de tus potencialidades, es el lugar donde el miedo dormita, es el lugar de donde ebullen los pensamientos, la mente, y los sentimientos, el fuego, los recuerdos, es el lugar que siempre se abre cada vez que piensas que te enamoras de alguien para ser feliz, nada más equivocado como eso, la responsabilidad frente a lo herido dentro es de cada quien, y jamás un buen corazón ajeno por muy bueno que sea, podrá enmendar nada, a lo mejor viene más fracturado que el tuyo y con una puerta al inconsciente más cerrada, o sea, más inconsciente.

El inconsciente es la vida humana pensada como un espejo en donde a causa del estar tramitando tus propias cosas a través del otro, nunca se alcanza a tocar realmente al otro ser para realmente amarlo, sino que la vida y el amor se van como instrumentos, nos usamos para sanarnos cuando lo que se hace es abrir más el agujero de los abismos inconscientes pues el que ama no reconoce sus propios fallos sino que los deja afuera, los proyecta, él siempre está bien, perfecto, él siempre lo dio todo, lo hizo todo bien, es el otro el del error, eso es ego y nada más ciego y narcisista que pensar así.  

Cuando la experiencia del inconsciente es profunda por la vía de un análisis que de hecho es la vía del amor – desamor (también pueden haber otras formas de acceso y trámite al inconsciente, no sólo la experiencia de un análisis, debido a que aunque el inconsciente tal como lo conocemos nació gracias a Freud y su sucesor Lacan, la existencia de lo oscuro y lo que ignora el hombre es algo que desde hace milenios está presente, desde que abandonamos la espiritualidad y nos llenamos de miedo y de mente y de ignorancia, desde ahí el inconsciente está presente). Vuelvo y retomo, cuando la experiencia del inconsciente es profunda y la verdad que hay allí puede verse, ya uno logra identificar los pensamientos y los sentimientos que de allí vienen y ya puede uno decidir si montarse de nuevo en un bus en el que ya se conoce su ruta, o por el contrario, simplemente no subirse allí, dejarlo pasar, como una meditación, como un mar de pensamientos que siguen su curso y al irse dejan espacio para que otros, otros benevolentes y muy amorosos que nunca han estado y nunca se han experimentado, empiecen a brotar, un nuevo aprendizaje, un nuevo paradigma de la vida que esta siempre que se toman decisiones y siempre que el coraje es más que el miedo y la sabiduría es más que la ignorancia.

El psicoanálisis cimenta su lógica a partir de dos planos de la existencia humana, que son el físico y el emocional, o sea en el cuerpo y en la mente, por ello el cuerpo es un instrumento para gozar destinado al placer y no un medio lleno de energía para ser dispuesta hacia otros fines más elevados, así mismo al estar sujeto a la mente, es un saber que encierra la vida del hombre en una encrucijada en donde no fácilmente puede salirse pues los pensamientos son una cárcel, esa lógica la han sabido los orientales desde hace milenios, aquí en occidente, estamos aún muy presos, atrapados en el sufrimiento pues el sufrimiento se da cuando el humano tiene miedo y se resiste, entonces se apega, se llena de saberes para taponar los precipicios inconscientes en los que teme caer y empieza a vivir en el afán del evadirse en los otros, la vida se hace un ruido de construcciones defensivas constantes que fortalecen el ego al precio del separarse cada vez más de su corazón, único lugar donde puede encontrar no sólo la verdad sino también la fuerza para decantar con luz la inconsciencia.

Al inconsciente se le pone un corte solamente cuando el humano está suficientemente seguro de ponerlo y cuando lo cree posible, cuando ya conoce su propia mentira en la que todos menso él, era antes responsable, en el que todos menos él, era responsable de esa felicidad. La experiencia de la falta está presente, pero no por carentes, sino porque precisamente nada tenemos, nada poseemos y a la vez estamos en todo. Cuando un ser humano medita y experimenta que a través de su respiración el aire que sale y entra, que entra y sale, deja el pecho vació, sin sentimientos y la mente tranquila, con mil pensamientos que vienen y van pero sin subirse a ninguno, se experimenta la sensación de ser un recipiente vacío, de no haber nada dentro, ahí en ese momento es cuando todo cabe pues ya no hay el cumulo tumultuoso del ego que no deja que uno toque profundamente a nada ni a nadie, ni siquiera a sí mismo. Ese estar vacío por dentro puede interpretarse como el estado de falta que sustenta Lacan, esa es mi comprensión y lo que pienso del asunto, pero, no son lo mismo, la falta en Lacan puede ser vista como lo que impulsa el deseo, el motor del deseo, un hueco en donde no hay nada y por tanto, de allí emana el deseo en su búsqueda incesante de objetos sobre los cuales descargar la libido, poner el amor, no sé si la experiencia de la falta en un análisis sea tal como yo ahora pienso y siento la experiencia del vacío, para mí el vacío es simplemente darse cuenta que todo lo que te hace sufrir es una mentira, es la ficción que sustenta el inconsciente, pero dos cosas, primero, no sé si sea el equivalente, y por otro lado vuelvo y sustento, aunque el inconsciente revela una verdad se trata de una verdad mentirosa, ficticia, de lo cual te vas des – identificando y entonces ya dejas de ser eso que creías eras, pero por mentirosa que sea esta verdad es preciso velarla, revelarla, conocer ampliamente el bus en el que uno se montó. Ya luego dejar de habitar allí y bajarte del bus y caminar tu mismo de regreso al propio corazón, lugar de conexión con lo que no vemos pero que está, ya es decisión y proceso de cada cual, por eso indiqué al inicio ¡No sé que es el inconsciente, pero si sé que ha sido mi inconsciente! El Psicoanálisis no puede dar cuenta del inconsciente porque el inconsciente es cada inconsciente y no existe una verdad que los sujete a todos, pero si lo sabido del propio inconsciente puede dar cuenta de lo que es el psicoanálisis, un camino más, como todos los ya caminados, como todos los muchos que seguiremos caminando.

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