lunes, 12 de diciembre de 2011

Bajarse del Bus

No sé que es el inconsciente, ni que es el goce, pero si sé que ha sido mi inconsciente y mi goce. Por eso el psicoanálisis mismo es una experiencia del uno, de cada quien, cada inconsciente puede dar una idea de lo que es el psicoanálisis, pero el psicoanálisis no puede dar una idea de lo que es el inconsciente, pues el inconsciente es el lado oscuro de la vida, lo que se repite y no quiere verse, lo sutil siempre presente, ese charco que hay que atravesar sí o sí, el Samsara de los budistas, y el inconsciente no lo conoce quien tenga miedo de verse y descubrir que sus sentires más molestos están amarrados al niño o a la niña que yace en su interior en un estado de total desnudez, en un estado de herida que no le permite al ser crecer hacia los estados evolutivos y espirituales a los cuales está destinado a tender. La inmensa construcción de Freud y Lacan encierra un sentido espiritual, y es que por la vía del develar una verdad, el humano descubre que  es una toda una mentira pues es lo irrealizable, lo que no puede darse, las fantasías más avariciosas de su ego, es decir, descubre que esa verdad es una mentira, una ficción, pero verdad al fin y al cabo, ”a veces el ser humano buscando, buscando, buscando, descubre al final que todo es muy falso, y en ese momento, en ese preciso momento ya puede descansar tranquilo, porque ha descubierto la verdad de su existencia”. A esto conduce el psicoanálisis.

Continúo, La verdad psicoanalítica de Freud y Lacan tiende a lo espiritual pues cuando lo molesto de uno mismo sale y se fabrica como un amplio saber que da cuenta de esos rincones oscuros y de precipicio por donde por ceguera uno caía, entonces, ya uno se pasea por esos valles con tranquilidad porque sabe que se han sembrado flores en donde antes sólo habían tumbas, se han puesto faroles y velas y luces donde sólo había un negro de oscuridad, y que se han construido puentes de tablas firmes y seguros en donde antes habían precipicios, pero también hay huecos, cementerios y trozos de sentimientos enredados como alambres de púa sobre un viejo cercado, que simplemente no se pueden remendar puesto que son heridas que trascienden tu entendimiento y van incluso hasta más allá de tu propia vida, son los fallos de los padres, de la familia, la cadena larga que va tras de ti y que hay que dejarla, cortarla, porque simplemente no tienes como elaborarla, no depende de ti porque simplemente no son heridas tuyas, son heridas que se asumieron y en las que uno se identificó, pero no son tuyas, son de los demás, son cargas que cuando te das cuenta que no quieres ni deseas cargar más, simplemente, las tiras, las dejas con amor pero con fuerza, con coraje, con perdón. Una vez ves tus pensamientos e identificas la inconsciencia en la que están inmersos, ya tienes la posibilidad y el poder de des – identificarte, es decir, de entregar lo que no eres, de no montarte en ese bus pues ya conoces sus paraderos, sus caminos, sus terminales, son siempre los mismos, esa es la repetición; el bus en el que viajas tiene una ruta que no viste al subirte en ella, y te quedas en la silla con miedo, pero… cuando quieras puedes pararte y timbrar, el bus parará, y entonces no debes temer el devolverte a casa solo y caminando, estarás entonces libre de conocer realmente y con calma cada uno de los paisajes tan agrestes por los que el bus del afán y la felicidad buscada en el otro te llevaba.

Cuando vas sentado en ese bus y te das cuenta que puedes pararte entonces ahí cesa tu ignorancia y el miedo se va transformando en fuerza, y entonces empiezas a abrazar al niño que llevas dentro, con amor, con compasión, con calor y mucho coraje, le limpias entonces sus lágrimas, lo abrazas y le hablas a los ojos y le transmites toda esa sabiduría que los muchos años que has vivido te han dado, y entonces, el niño comprende, levanta su frente, sonríe, calienta sus manos y camina contigo, juntos, y tu le muestras mientras caminas los recovecos propios del camino, y paras con él a veces para admirar algún paisaje agreste y exótico, le vas mostrando los rostros de mujeres que te habían distanciado tanto de él, le muestras también a su padre y le dices que no debes temerle, que su padre, su verdadero padre eres tú, el único que puede conocer de punta a punta el corazón de ese pequeño que a tu lado camina, y con calma lo invitas a hacer música, le enseñas a cantar sin miedo, la gente no importa, la gente ya no existe, y caminas con él y descubres que el niño va creciendo, a medida que caminas va creciendo, y creciendo va transformando su miedo, su anterior miseria, su mendicidad, su manipulación absurda, su idea de que es centro del universo, o el tesoro más preciado de su madre, lo dejas que esas cosas se vayan cayendo, también él va des – identificándose, va dejando la inconsciencia.

Y así, el inconsciente va saldándose, sin que deje de existir pues es la puerta baja que te recarga y te facilita la dolorosa transformación de tus potencialidades, es el lugar donde el miedo dormita, es el lugar de donde ebullen los pensamientos, la mente, y los sentimientos, el fuego, los recuerdos, es el lugar que siempre se abre cada vez que piensas que te enamoras de alguien para ser feliz, nada más equivocado como eso, la responsabilidad frente a lo herido dentro es de cada quien, y jamás un buen corazón ajeno por muy bueno que sea, podrá enmendar nada, a lo mejor viene más fracturado que el tuyo y con una puerta al inconsciente más cerrada, o sea, más inconsciente.

El inconsciente es la vida humana pensada como un espejo en donde a causa del estar tramitando tus propias cosas a través del otro, nunca se alcanza a tocar realmente al otro ser para realmente amarlo, sino que la vida y el amor se van como instrumentos, nos usamos para sanarnos cuando lo que se hace es abrir más el agujero de los abismos inconscientes pues el que ama no reconoce sus propios fallos sino que los deja afuera, los proyecta, él siempre está bien, perfecto, él siempre lo dio todo, lo hizo todo bien, es el otro el del error, eso es ego y nada más ciego y narcisista que pensar así.  

Cuando la experiencia del inconsciente es profunda por la vía de un análisis que de hecho es la vía del amor – desamor (también pueden haber otras formas de acceso y trámite al inconsciente, no sólo la experiencia de un análisis, debido a que aunque el inconsciente tal como lo conocemos nació gracias a Freud y su sucesor Lacan, la existencia de lo oscuro y lo que ignora el hombre es algo que desde hace milenios está presente, desde que abandonamos la espiritualidad y nos llenamos de miedo y de mente y de ignorancia, desde ahí el inconsciente está presente). Vuelvo y retomo, cuando la experiencia del inconsciente es profunda y la verdad que hay allí puede verse, ya uno logra identificar los pensamientos y los sentimientos que de allí vienen y ya puede uno decidir si montarse de nuevo en un bus en el que ya se conoce su ruta, o por el contrario, simplemente no subirse allí, dejarlo pasar, como una meditación, como un mar de pensamientos que siguen su curso y al irse dejan espacio para que otros, otros benevolentes y muy amorosos que nunca han estado y nunca se han experimentado, empiecen a brotar, un nuevo aprendizaje, un nuevo paradigma de la vida que esta siempre que se toman decisiones y siempre que el coraje es más que el miedo y la sabiduría es más que la ignorancia.

El psicoanálisis cimenta su lógica a partir de dos planos de la existencia humana, que son el físico y el emocional, o sea en el cuerpo y en la mente, por ello el cuerpo es un instrumento para gozar destinado al placer y no un medio lleno de energía para ser dispuesta hacia otros fines más elevados, así mismo al estar sujeto a la mente, es un saber que encierra la vida del hombre en una encrucijada en donde no fácilmente puede salirse pues los pensamientos son una cárcel, esa lógica la han sabido los orientales desde hace milenios, aquí en occidente, estamos aún muy presos, atrapados en el sufrimiento pues el sufrimiento se da cuando el humano tiene miedo y se resiste, entonces se apega, se llena de saberes para taponar los precipicios inconscientes en los que teme caer y empieza a vivir en el afán del evadirse en los otros, la vida se hace un ruido de construcciones defensivas constantes que fortalecen el ego al precio del separarse cada vez más de su corazón, único lugar donde puede encontrar no sólo la verdad sino también la fuerza para decantar con luz la inconsciencia.

Al inconsciente se le pone un corte solamente cuando el humano está suficientemente seguro de ponerlo y cuando lo cree posible, cuando ya conoce su propia mentira en la que todos menso él, era antes responsable, en el que todos menos él, era responsable de esa felicidad. La experiencia de la falta está presente, pero no por carentes, sino porque precisamente nada tenemos, nada poseemos y a la vez estamos en todo. Cuando un ser humano medita y experimenta que a través de su respiración el aire que sale y entra, que entra y sale, deja el pecho vació, sin sentimientos y la mente tranquila, con mil pensamientos que vienen y van pero sin subirse a ninguno, se experimenta la sensación de ser un recipiente vacío, de no haber nada dentro, ahí en ese momento es cuando todo cabe pues ya no hay el cumulo tumultuoso del ego que no deja que uno toque profundamente a nada ni a nadie, ni siquiera a sí mismo. Ese estar vacío por dentro puede interpretarse como el estado de falta que sustenta Lacan, esa es mi comprensión y lo que pienso del asunto, pero, no son lo mismo, la falta en Lacan puede ser vista como lo que impulsa el deseo, el motor del deseo, un hueco en donde no hay nada y por tanto, de allí emana el deseo en su búsqueda incesante de objetos sobre los cuales descargar la libido, poner el amor, no sé si la experiencia de la falta en un análisis sea tal como yo ahora pienso y siento la experiencia del vacío, para mí el vacío es simplemente darse cuenta que todo lo que te hace sufrir es una mentira, es la ficción que sustenta el inconsciente, pero dos cosas, primero, no sé si sea el equivalente, y por otro lado vuelvo y sustento, aunque el inconsciente revela una verdad se trata de una verdad mentirosa, ficticia, de lo cual te vas des – identificando y entonces ya dejas de ser eso que creías eras, pero por mentirosa que sea esta verdad es preciso velarla, revelarla, conocer ampliamente el bus en el que uno se montó. Ya luego dejar de habitar allí y bajarte del bus y caminar tu mismo de regreso al propio corazón, lugar de conexión con lo que no vemos pero que está, ya es decisión y proceso de cada cual, por eso indiqué al inicio ¡No sé que es el inconsciente, pero si sé que ha sido mi inconsciente! El Psicoanálisis no puede dar cuenta del inconsciente porque el inconsciente es cada inconsciente y no existe una verdad que los sujete a todos, pero si lo sabido del propio inconsciente puede dar cuenta de lo que es el psicoanálisis, un camino más, como todos los ya caminados, como todos los muchos que seguiremos caminando.

domingo, 4 de diciembre de 2011

Psicoanálisis en el corazón!!

El Psicoanálisis es la experiencia de la verdad de una mentira que el humano ha de sanar, a de trascender, tramitar o depurar, esa ficción que revela por el encadenamiento de piezas que se unen unas a otras es la verdad del goce, o de la novela imposible que el humano se inventa para no permitirse sufrir, pero, nadie puede huir de su verdad, por más otros y más afuera en los que pretenda evadirse, nadie puede escapar de sí mismo y eso lo supo Freud y para el eso fue atroz, lo terrible de lo humano.

Pero ¿Tiene que doler? Hay matices en los que toda la psicología y el más aún el psicoanálisis con todo su poder incluso, cae y allí, se esclaviza pues su saber fácilmente se transforma en síntoma y cae en lo que siempre ha evitado caer, en convertirse una religión ¿Ahora, eso es malo? No lo creo, el psicoanálisis defiende su verdad así como el cristiano defiende a Jesucristo y cómo el indio defiende el arco y la flecha o cómo el hijo de la tierra defiende a su pachamama, incluso el psicoanálisis tiene muchísimo que decir frente a estas religiones o cultos, o procesos, el psicoanálisis en su estructura de verdad siempre tendrá las respuestas, pero eso no quiere decir que sean siempre verdades, los matices en los que el psicoanálisis se esclaviza  es que olvida que es una experiencia del corazón y del dolor del humano y pasa a ser un archivo más del sentimiento de poder y de saber que habita en la mente, en el pensamiento, y hay momentos en donde simplemente hay que saltar y dejar esa mente para redirigir la vida hacia el corazón.

En el corazón la experiencia del goce se concilia, se acepta y perdona, y precisamente estos dos últimos términos no entran en el léxico psicoanalítico porque pertenecen es al corazón, el lugar donde el humano puede dejar de luchar, de pensar y de resistirse, porque en el corazón la verdad mentirosa y ficticia del goce se hace una verdad que se transforma y es cuando algo propio renace.      

El psicoanálisis es claro cuando especifica que nada se cura, nada se modifica, pero si se tramita, ese tramitar lo podría pensar como un transformar, y en ese transformar siento que la renuncia del goce puede no necesitar pasar por la dolorosa vía de la frustración y la desesperanza, sino por la vía del amor, las lecturas de Jung proponen en esencia un reencuentro del humano con el niño y/o la niña que reside en él, creo que esa vía amplia un nexo para pasar y dar el salto hacia otra esfera que el psicoanálisis no toma, y es el espíritu, lo que quiero decir aquí es que primero la academia no forma y que la psicología se queda corta y el psicoanálisis va muchísimo más allá, pero… también se queda, y es preciso pasar, empacar el sueño imposible y decirle adiós de maneras que acercan más al humano consigo mismo mucho más de lo que lo hace la palabra  en el análisis. En este punto en donde el psicoanálisis es trascendido la humildad renace y en esa humildad la verdad del psicoanálisis es comprendida y vista desde el marco en el cual humanamente se presenta como experiencia de lo físico que cala en los afectos y desde allí encapsula al humano en la mente, lo deja preso de la repetición, y eso ya es mucho, bastante, más aún de lo que se puede aprender en la universidad, eso no lo enseña la academia, eso lo enseña la vida y el análisis, el psicoanálisis bajo los textos simplemente, es decir, el psicoanálisis como verdad teórico desprovista de análisis necesario y fundamental, se convierte en el síntoma más bello en el que se escuda y evade el humano, continuando así su vida de espejo, es decir, sanando lo propio por medio del otro, esa empresa es delicada, pues se trata del buscar en el amor resolver el Edipo, se trata de buscar hijos, de buscar padres, de buscar madres, en personas que no pueden ayudar… pienso que existir en la verdad del psicoanálisis es habitar en la verdad de ser espejos y con mucho trabajo de análisis dejar esa vida y saber qué es lo que uno es, y que es lo que uno no es. Y ese proceso es un proceso que pasa de largo y toca lo espiritual, necesariamente se toca y la decisión es abrir o no esa puerta.
  
El Psicoanálisis tal como yo lo pienso y lo siento, es un saber que no tiene porque matar nada de lo que reside en el humano que se examina y se sabe, la tarea es transformar lo que hay y esa transformación llega a lo espiritual, incluso cuando el psicoanálisis mismo tenga análisis y respuesta para eso, incluso cuando crea tener la explicación a ello, incluso en esos momentos, el sentir de lo espiritual lo trasciende, y paradójicamente el inconsciente empieza a leerse fácil, inmediatamente se sueña, para transformar ese sueño.

Siento que el psicoanálisis depura al humano mostrándole su inconsciente y lo que allí hay y siguiendo las palabras del Lacan en el seminario XI donde expresa que “el Inconsciente es el lugar de lo no realizado, de lo imposible”, entonces es optimo más que saber, sentir que una vez lo imposible se revela y sea con dolor o sea con aceptación perdón y amor, se deja ya esa historia derramarse por los poros hasta extinguirse, es justo pensar entonces que el inconsciente deja de ser inconsciente, pasa a ser consciente y más que consciente, se transforma en conciencia, y la conciencia es una luz de amor profundo por sí mismo que ilumina el inconsciente.

Mi invitación es que el psicoanálisis no sea una experiencia de palabra que interpreta, analiza y explica las cosas que pasan y comentan un grupo de amigos y conocidos para fortalecer lo que en la clínico sucede, el psicoanálisis es más y la clínica es tremendamente profunda y se pueden llegar a tocar cosas allí que incluso no se ven, mi invitación es a que el psicoanálisis se acompañe del análisis, condición fundamental para que el inconsciente sea visto, de lo contrario se queda en una justificación que te permite dar un discurso más o menos creíble y más o menos impactante, pero eso no hace mella, mi invitación es que el psicoanálisis vaya directo al corazón siempre. Ahí está todo lo que en la mente y en los sentimientos hace tanto ruido.  

jueves, 27 de octubre de 2011

Fragmentos de una verdad mentirosa

Sueños, recuerdos, fallidos, fantasías, pedazos de experiencia, decires, significantes, retazos de Edipo, apenas una piezas de sanitario, pecho y cama… construcción de saber del inconsciente… silencios, meditaciones, imposibilidades, las piezas de una verdad mentirosa… pero fragmentos, sólo fragmentos, fragmentos de una verdad mentirosa...

miércoles, 12 de octubre de 2011

La Psicoterapia y sus finales parciales

La Psicoterapia se constituye como una relación interpersonal que repara algunos de los agujeros o peldaños en falso por donde la persona fallaba y se estrellaba en la relación con los demás, en el amor, precisamente porque la psicoterapia es el espacio donde la persona puede decirse, pensarse, equivocarse y permitirse ser lo que ante los demás no puede ser, a partir de este expresarse en el silencio, en la duda, en la vacilación, en la sonrojes y en la lluvia de palabras y pensamientos que saltan cada vez que se habla de algo, es que la persona advierte que su ser recupera la espontaneidad que tanto la crítica, el enjuiciamiento y el deseo de ser para los demás,  había apagado.

Debido a esto el miedo empieza a cesar y un lanzarse hacia la vida retando lo que se creía inalterable e inamovible empieza a aparecer para llenar de confianza el terreno del existir antes alienado y perdido, algo se recupera, algo se va recuperando, la persona empieza a ser más para sí y menos para los demás, incluso cuando no se sepa lo que se es, la persona se arriesga a la aventura de confrontarse, de derrumbar los diques de la razón, el miedo, las defensas y las amalgamas de su neurosis que le atan al otro, para permitirse reinventarse, ahí el terapeuta acompaña, ahí el terapeuta es idealizado, es inevitable que eso suceda, nadie le confía su vida y su intimidad a alguien que de entrada no le genere confianza, saber, afecto, transferencia.

Luego, los síntomas de malestar inicial se han diluido y lo que en un principio fue un problema ya de repente deja de serlo, aparecen otros, aparecen otros matices, otras intimidades que tienen que ver más con la persona en sí misma y su sentir que con la imagen que esa persona desea ser y expresar para los demás, es decir, la persona empieza a ser más para sí y menos para los otros.

El tiempo transcurre y la psicoterapia parece ahora una novela sobre la propia vida que al irse contando se va escribiendo y se va viviendo, y en ese vivirse con los pisos que da saber sobre si y entenderse y comprenderse, esa novela empieza a tener matices falsos, incongruencias, contradicciones, puntos ciegos que antes no se veían, ahí la persona se cuestiona aún más sobre la veracidad de lo que dice que es y han decidido los otros que fuera, ahí se cuestiona mucho más sobre realmente que es lo que se quiere en la vida, en los afectos, en costo altísimo que le resulta el mantener el ideal imaginario que los demás ponen sobre él o ella, incluso la persona cuestiona su psicoterapia misma.

Ahí la persona ha adquirido un saber qué hacer con eso que le causó malestar (los afectos difíciles se modulan más y se atemperan, duran menos y se saldan más rápidamente), y se advierte entonces que la psicoterapia nada ha curado, sólo ha movido de lugar algunas piezas para que otras ópticas emerjan y la ceguera que antes no permitía ver, se destape, se diluya, ahí la cortina de humo desaparece y aunque la persona no tenga muy clara la solución o la respuesta acerca del cuál es su deseo, cual es el camino que ha de seguir en su existir, si empieza a darse cuenta que cuestionarse sobre que tan necesario se hace continuar en el proceso psicoterapéutico, empieza a ser la clave que advierte que ya desde hace rato la persona se las arregla por sí misma y con las herramientas que el proceso le ha ido dejando. Ese es el punto que indica que ya la autonomía y la responsabilidad frente a las riendas del propio devenir, está atravesando el Ser de la persona, una semilla fértil sembrada en los terrenos de la psique de la persona está empezando a crecer.

Lo que queda aquí es un continuar generando saber sobre los peldaños en falso por los cuales se caía antes mucho más que en la actualidad, lo que queda es un mantener la relación psicoterapéutica por los beneficios psíquicos que trae el advertir que con esa persona, es posible ser uno mismo. Los limites aquí de la dependencia se sitúan, y se constituye otra realidad a la que hay que dar el paso, a la que hay que decir si, la realidad que aquí se constituye es la del dar el salto y cerrar el proceso, consolidar el final parcial de lo trabajado, permitirse el inicio de lo que se concibe como una separación, como un duelo, como un afecto que hay que tramitar sintiéndolo, esa disolución parcial de un proceso implica que la persona no solo concluye un trozo de vida compartido con el que le hacía eco en la escucha, es decir, con el terapeuta, sino que también por esta vía cierra, tramita y sutura los demás duelos pasados y dejados en su vida a los que le faltaba dar el toque final, suturar más las cicatrices abiertas que sostenían a la persona en lo que del ayer, ya no está pues se ha ido.

Algo encarna la figura de un psicólogo, un psicólogo es un portador de personas significativas para el que consulta, personas que se han dejado en el camino, personas que ya no están, esos seres caen sobre el psicólogo y por tanto, cerrar un proceso implica la bella tarea del cerrar un duelo pretérito. Eso lo advierte la persona con el paso del tiempo, el bienestar es indicio de que a través de la relación terapéutica, algo se ha sanado, algo que va más allá de la persona del terapeuta. Eso es lo que sana.

Este proceso final duele en cierta medida pero es un proceso para el cual se cuenta ya con herramientas suficientes para tramitarse, el saber qué hacer con eso o el saber qué hacer con uno mismo se coloca aquí a prueba ya no como tanteo o vacilación como en el transcurso del proceso de presentaba a momentos, sino precisamente como un asumir ese salto, asumirlo si o si pues ese es el sello garante que le reconfirma a la persona lo que tanto temor le daba reconocer y responsabilizarse, pero que paradójicamente siempre ha sabido; la vida es una aventura llena de incertidumbres, de retos, de desafíos, nunca hay una palabra o una verdad última, no existe el sacrificarse por los otros con tal de evadir el propio deseo de libertad que atraviesa el deseo propio, eso es lo que la persona ha comprendido a lo largo del proceso, y eso es lo que se pone a prueba como una certeza de lo que tanto se ha trabajado, la certeza de que el proceso ha servido, nadie más puede ni podrá por la persona misma, dar fe ello.

Una vez afuera ya no hay marcha atrás, los matices de incertidumbre se hacen más evidentes y un aire de susto aparece, esto es señal de que efectivamente se está asumiendo la verdad de que ya se ha dado un paso hacia la libertad, hacia la expansión, hacia el permitirse amar diferente, una verdad que no puede evadirse, una verdad que en su asumirse la persona descubre que efectivamente puede, aún en medio de la incertidumbre de la vida, aún en medio de que a veces se sienta que se necesita de nuevo al terapeuta, es natural que se sienta y es natural que los encuentros se sigan dando, pero ya no desde el mismo lugar, desde el mismo pedido de guía pues algo ya se ha pasado, un salto se ha dado y cuando se da un paso no es posible devolverlo, negarlo. La libertad es la responsabilidad de hacer de la incertidumbre del existir una novela propia que se escriba con la letra y el puño de la persona misma que lo vive, es la única manera de firmar con el propio sello la autenticidad de que se está viviendo una vida propia y no ajena o alienada por el deseo de los otros, es la responsabilidad que la persona se juega, su salida, su bienestar, aún en medio de tanta incertidumbre...

¡Siempre valdrá la pena salir y mojarse un poco!


domingo, 2 de octubre de 2011

La Ficción que somos


…“Y sus garras rasgaban mi espalda ¿Qué querrá de mi? ¡Quiere mi alma! Sus frías manos hiperventilaban mis sentidos, mi cuerpo todo sudaba adrenalina y mis piernas, corriendo como nunca jamás habían corrido, surcaron senderos, montes, varias veredas y alambrados, mi cuerpo dio tumbos pero ninguna de esas caídas logró detenerme, no podía parar, aquellas garras se incrustaban cada vez más y mi mente recordó las palabras de mi madre, de mi abuela, de las señoras de las iglesias, todas esas creencias con las que un día crecí se hacían realidad, unas garras me asolaban en medio de la oscura noche ¿Qué querrá de mi? Seguía preguntándome, más era inútil, aquello era una bruja, ya de niño me lo habían dicho, ya de niño me lo había creído, eso que me rasgaba era una bruja que quería mi alma y yo espantado por tal espanto corrí como jamás había corrido…
Al llegar a casa, para mi sorpresa, mi espalda estaba llena de cadillos y espinas de moras que me rasgaban como garras… ¡Sólo eran espinas y moras! No pude verlo antes, estaba en la penumbra, en la oscuridad, en la ceguera en donde la trampa del imaginario responde. 
¡Todo había sido ficción, mentira, engaño!
¡Todo había sido fantasma!
Todos estos años, tantos años... todo ha sido ficción, innombrable ficción, fantasma" 

Adaptación a un recuerdo de Antonio Rodríguez

miércoles, 28 de septiembre de 2011

¡Un sujeto esperando… desde el retrete!

Déjame ser tu barco, para que seas tú mi brújula
Y sentir que no irías a ningún lado sin mí
Aunque ciego ignore que soy Yo el que no sabría dónde navegar sin el mandato de tus besos.
Si mi vela es tu deseo
Nunca te dejaré ahogar en este inmenso mar,
Pues tu amor es como el viento que me sopla
Hacia donde tú quieras… sólo pídeme, mándame, sóplame, desea-me…
Que yo sabré como corresponder a ello y hacer que mi barco contigo a bordo, nunca se hunda,
Mi barco no se hundirá, pero tú por favor…
¡Sólo sopla-me! Que mi vela es el deseo de tu deseo.
¡Pídeme ser tu barco que mi deseo es que seas mi brújula! ¡Tuyo, mi amada brújula!




El análisis revela la cadena de los Significantes que al sujeto le han venido del Otro y el cómo el sujeto a respondido y/o se ha asumido desde ellos. Ese hilo significante son las huellas y los anclajes que vienen del Otro y en los cuales el sujeto se sujeta para figurarse como deseo del deseo del Otro, para representar un algo, asumirse desde una identidad, hacerse reconocido, apropiarse de un papelón a representar en la vida. Esa es la ficción que es la omnipotencia y poderosa (muchas veces) presencia del Otro en el sujeto, ese papelón Significante que el sujeto encarna interpretando que así se hace deseo del deseo del Otro y logra un lugar en el amor del Otro, al ser su deseo, este es “el pacto con el diablo” que ancla el destino del sujeto a la dependencia del Otro.

El sujeto interpreta lo que el Otro quiere que él sea y desde allí el sujeto se ubica para figurarse su papel en la vida, su guión en el teatro de la vida, y ¿Cuál es su guión? Su guión es el ser algo, ser alguien para alguien, tener la identidad de ser algo que alguien desee, situarse como deseante y deseado, y esta identidad que es el papelón que encarna en la vida el sujeto, es el Significante que lo comanda y la cadena de significantes alrededor que sustentan y sostienen ese Significante Amo por el cual al sujeto se le va la vida, viviéndola por lo que un día creyó el Otro necesitaba para ser feliz, y encarnando ese ser la felicidad del Otro, lo que al Otro le falta.

Esa es la pura ilusión en la que se monta el sujeto, de lo que se agarra, lo que reprime, lo que no suelta, y soltarla, perderla, renunciar a ella, es el precio de su castración, de la pérdida irreductible que abre el pasaje al deseo de ser un deseo propio, pero esto al sujeto le duele, le duele el dejar de gozar engañándose creyendo que lo engañan ¡El goce es ciego, y en un mundo de goce, el que abra los ojos querrá no haberlos abierto!... ¡es el horror al saber sobre la propia traza!

Un sujeto situado en un retrete es un sujeto “anal”-izado a la espera de que el Otro se satisfaga con los detalles y los regalos que el sujeto le ofrece a partir de sus heces, y en esa satisfacción del Otro que limpia, esta la satisfacción del sujeto en el retrete, se satisface si satisface a Otros, esa es la satisfacción  de su narcisismo y a la vez su encadenamiento, supeditación, dependencia y espera del Otro que es el que manda, el sujeto en retrete es mandado ¡es un mandado!

El sujeto a la espera en el retrete, es un sujeto esperando el tiempo, el deseo y el mandar del Otro, un sujeto anclado a la imposibilidad de trazar su deseo sin el Otro, el deseo del sujeto en el retrete es un deseo interdicto, es un deseo que es el deseo del Otro, el dar está supeditado y dependido no sólo al pedido del Otro (a que el Otro quiera, pida esas heces) sino también al agradecimiento o la gratificación de ese Otro que recibe esas heces como regalo, así mismo el retener está supeditado y dependido de la satisfacción y placer que resulta del estreñido pasaje masturbatorio por las mucosas anales una vez las heces como Oros para regalar y complacer, salen con dolor (¡Es el dolor de darle al Otro algo grande! ¡Es el dolor del “sufrir” por el Otro! ¡Es el masoquismo narcisista del “mira lo que hago por ti, todo lo que me sacrifico y me duele”!... es la queja del obsesivo, su goce).

De este modo el deseo del sujeto trazado desde su retrete, es un deseo siempre interdicto, dependiente, supeditado al deseo del Otro, puesto que el deseo del retrete es el deseo del satisfacer al Otro, y en esa satisfacción que devuelve el Otro complacido y regalado, el narcisismo del sujeto se emancipa, se infla, se hace ideal y se coloca por tanto como ideal del Yo (como ideal Super Yoico generador de culpa y castigo permanente), el ideal de ser el deseo del deseo del Otro, que en esta vía de retrete es el deseo del complacer el deseo del Otro, esta es la ficción en la que el sujeto se entrampa, por eso el obsesivo es el pan de la histérica, puesto que si la histérica goza con el deseo del otro, sabe entonces que el sujeto del retrete goza ¡haciendo regalos para complacer y en la vía del satisfacer a ese otro regalado se satisface narcisistamente! La histérica sabe que este es el ciclo del sujeto del retrete, sabe que este es el recorrido de lo pulsional en él, de lo que nunca colma por más heces que regale, esto es lo innombrable de lo cual el sujeto del retrete no puede salirse sin un análisis (pues esta trazado por una lógica inconsciente que no puede ver), desde aquí se para la histérica para saciar su sed de Falo, su sed de tener el poder de ser el deseo del otro, la falta del otro obsesivo, la falta del sujeto del retrete y entonces desde aquí se da el matrimonio inconsciente, el goce compartido; el sujeto del retrete complaciendo y haciendo regalos que nunca alcanzan a colmar a la histérica, y la histérica en su macabro goce de satisfacción en la insatisfacción, nunca se hace colmada, siempre hay algo más y de más que pide sin pedir.

De este modo el sujeto del retrete es un sujeto esperando el mandato del deseo de otro, esperando y aguardando estreñido el momento de su soltura en el momento en que aparezca el pedido imaginado de otro para complacer. Si la traza de deseo del sujeto del retrete es complacer el deseo del Otro materno, por esa vía de narcisismo anal el sujeto del retrete se figura una manera de amar desde el esclavizarse al otro, al semejante (ser poseído por este ¡ser cagado por este!) en la medida en que el Otro de antaño, el gran Otro materno que le trazo el discurso Significante desde el cual el sujeto del retrete se sitúo para quedarse fijado al retrete y desde allí ser limpiado y desde allí satisfacerse al satisfacer, esto se ha hecho discurso, el Otro a complacer es el discurso del sujeto del retrete, su manera de gozar colmando y llenando faltas (el obsesivo nunca ve la suya, la falta de advertir que sus heces nunca alcanzan y nunca alcanzaron ni alcanzaran, es decir, la falta del advertir que necesitar ser necesitado es un pedido que no viene del otro sino del sujeto mismo, es el tramite que el que su goce fantasmático opera para burlar la castración, para dejar de gozar cagando, esclavizándose esperando el deseo del otro); el sujeto lleva al Otro como discurso de “amor de retrete”, bajo esa lógica este sujeto se dirige al otro, al semejante, a la histérica, para perpetuar el ser un sujeto de retrete mandado, a la espera del pedido de alguien. 

El sujeto del retrete habita en la necesidad del otro, en la demanda permanente hacia este, y sobre todo la duda expresada en el ¿Qué me quiere?... ¡para YO serlo! Que se traduce como ¡Te pido que me pidas! ¡Mi deseo es que me poseas, pues soy objeto de tu posesión, de tu control, por eso heme aquí anclado al retrete, esperando a que me digas cuando, tú me gobiernas, mi gobierno es que me gobiernes! Esa es la lógica del fantasma anal; cagar y ser cagado o mejor ¡Poseer y ser poseído!


miércoles, 21 de septiembre de 2011

El padre ¡Se llama Iván como el hijo!

        ¡Buenos días! ¿Qué tal el viaje… y la carretera?

o   No me di cuenta cuando llegué, pensé que había más abismos, sólo pasamos por una pantanero ¡Una tierra empapada! ¡Algo parecido a un mierdero… pero el carro no patinó, no se enredó!

-          ¡Le presento al padre! Se llama Iván como el hijo.

¡Le presento al padre! Se llama Iván como el hijo…

El inconsciente es un buscador nocturno que procura inscribir por medio de los sueños no sólo lo que ha sido del padre como referente descarnado de un celo Edípico, sino también como portador de un saber que el sujeto supone le permitirá Ser y/o existir bajo otra óptica diferente a la del ser el deseo del deseo materno, se trata de un pedido al padre para que este “libere” al sujeto con su saber y le permita al sujeto reescribir el Significante bajo otra óptica diferente que no sea la del ser el Rey de la madre.

Pero el padre no sabe, el padre tiene también el agujero y así de la manera ideal como el sujeto se lo figura, no existe, y entonces ¿Quién guía?... ¡El analista, el analista como suplencia paterna guía! ¡No, el no responde a este pedido! Y entonces ¿Qué padre guía?... primero lo primero y ¡despacio que vamos de afán! En palabras del mismo Gonzalo Marulanda. Si este ¡Despacio que vamos de afán! Es un saber por la vía del analista situado como suplencia al padre, es decir, un saber por la vía del padre, una interpretación que hace corte al goce, entonces puedo decir que el padre acaba de ser presentado, y eso es mucho.


 - ¡Le presento al padre! Se llama Iván como el hijo.

Es preciso ahora responder al sueño:

o   ¡Mucho gusto! Me llamo Sergio Iván... Iván, como el padre!
  

domingo, 18 de septiembre de 2011

El objeto… la nostalgia


Cuando estoy contigo entró más en mí y me siento llenarme de un sentimiento que me ha acompañado toda la vida, tantos años, cuantos tiempos, por cuantos amores… siempre que no estás, mi pensamiento se hace una nostalgia, mi nostalgia, una pequeña melancolía, como si hubiese perdido algo, como si algo hubiese quedado embolatado o simplemente el olor de la vida es esta brisa serena, nostálgica que me invade de repente… era igual cuando estaba niño, recuerdos las hojas secas y coloridas luego de que las lluvia las bañara, un aire frío en el aire y yo jugando de hormiga en hormiga, de charco en charco, de flor en flor, de tierra en tierra, solo, solitario, descubriendo la vida, no era sólo un juego, un permiso para salir a la calle, al jardín, al paisaje de mis sueños, era mucho más, era la sensación de que observando los caminos que la lluvia dejaba sobre la tierra y los tréboles que me comía, surgía un sentir, una nostalgia, la misma nostalgia que me invadía cuando de niño y de adolescente me tendía en la terraza de la casa de mis abuelos a observar por horas la inmensidad de las estrellas, el negro infinito, recuerdo que la nostalgia me llegaba hasta donde mi ojos alcanzaban a divisar las estrellas más lejanas, las que apenas si se ven como intuiciones del alma proyectadas sobre la bóveda del negro cielo… una nostalgia, un sentir lleno de placer, de disfrute, era un sentir grisáceo, frio, un sentir que me inspiraba y despertaba en mi un deseo inmenso por descubrir la vida desde un sentimiento de pérdida, pero no una pérdida dolorosa, es un sentir de pérdida que siempre ha estado ahí… es como si fuese el sentimiento de mi existencia, un agujero emanante, un agujero grisáceo, frio y hondamente nostálgico, hondamente expansivo.

Es extraño que cuando no estás amor, ese sentimiento regresa y es cuando me doy cuenta que contigo me acerco a esa nostalgia tan mía, enamorarse es siempre un deseo de retornar a ese sentir, o de rodearlo, bordearlo, me pregunto por el objeto perdido, la “a” de Lacan, el agujero de lo real… me pregunto si de allí sale ese grisáceo y frio sentir que me refresca el alma y me inspira profundamente recordándome que siempre he sido el mismo buscador encantado cuyo vehículo para descubrir el mundo es a través del sentimiento, de una nostalgia… cuantos pensamientos…siempre, tantos pensamientos…

Significante y Orificios Freudianos

Un lugar, un sitio de deseo desde donde el sujeto es algo para alguien, pero ese algo no es cualquier algo y  ese alguien no es cualquier alguien; ese algo es una “identidad” y ese alguien es el Otro, es decir, lo más amado y lo perdido.

El Significante es un algo, un nombramiento que hace identidad pero no es una identidad construida, es una identidad “dada y asumida” pues la marca y la nombra el Otro, el Otro que desea algo del sujeto y es precisamente ese algo que puesto en el lenguaje, en lo simbólico, en el discurso (la única vía humana de hecho) va a atravesar al sujeto escribiéndole en la piel un poema de deseo, un poema que no es otra cosa que la palabra que dice que es lo que el sujeto significa para ese Otro, que le da la vida.

Ese poema es marca de amor situada en la piel y alrededor de los orificios Freudianos, los agujeros por donde se escucha, se habla, se mira, se succiona, se muerde, se retiene, se expulsa y se penetra, ahí, están las marcas de placer primeras y fundantes que como trozo de gozo olvidado y extraviado le reiteran al sujeto que buscar siempre como ilusión y sueño exquisito el hablar y ser hablado, el mirar y ser mirado, el escuchar y ser escuchado, el chupar y ser chupado, el devorar y ser devorado, el poseer y ser poseído, el dominar y ser dominado, el pertenecer y ser pertenecido, etcéteras, representa lo exquisito de la vida y de la relación que el sujeto tiene con sus semejantes, con los otros.

Y entonces ¿Es el amor una buscada reiteración de estos goces? Daría mi respuesta haciendo otra pregunta ¿Bajo qué forma o de qué manera el sujeto busca reiterar su goce (el más exquisito) de orificio Freudiano? Bajo el ¡Significante!, pues el Significante es identidad, como lo definió Lacan “Un significante es lo que representa a un sujeto frente a otro significante”, el Significante es el “algo” que el sujeto “es” para ese alguien (o esos alguienes) más amado. El Significante es la manera, la identidad bajo la cual el sujeto se orienta hacia lo exquisito de los orificios Freudianos, el Significante es la manera como el sujeto desea amar a los otros, sus semejantes, desde esos placeres exquisitos que aquí llamo orificios Freudianos; ser hablados, ser escuchados, ser mirados, ser comidos, succionados, fusionados, retenidos, poseídos, expulsados, rechazados, etcéteras, esta es la demanda o pedido de amor que el sujeto hace a quien ama, pero recordemos que esto es pulsional,  es decir; de satisfacción parcial, no se sacia, no se detiene, siempre empuja, siempre quiere un poco más, por eso es que el amor si lo sitúo aquí como un goce exquisito de orificio Freudiano, es para indicar que pulsionalmente pese a que el otro, mi semejante amad@ no me hable lo suficiente, no me escuche lo suficiente, ni me mire, devore, posea, engulla, chupe y domine lo suficiente, aún así la ilusión persiste, el sujeto no negocia esta ilusión, no le puede faltar.   

El Significante es identidad ¡Nombre! en el sujeto del inconsciente sino también vía por medio de la cual el goce se desplaza hacia ese amar desde el exquisito orificio Freudiano. Por esto no es del todo descabellado que el sujeto se cambie el nombre que tiene para la cultura, para la registraduría y/o para la cédula, por el nombre que tiene en su inconsciente, el Significante, y así mismo recordar que ese Significante es poema de goce escrito e inscrito en su boca, sus oídos, sus ojos, su ano y sus órganos genitales. Suena cómico, pero esta revisión despeja el panorama del sujeto del inconsciente que precisamente “carga con síntomas” por no saber sobre la identidad Significante que lo comanda (es decir sobre eso que desea ser para el otro), sobre hacia que orificio Freudiano se dirige tal identidad Significante, y sobre el hecho que no puede faltar, y es que siempre queda faltando una mirada, una palabra, una oreja, un devore, un poseer, una chupada… (etcétera) que al otro no le alcanza para ofrecerle al sujeto que lo demanda. La falta no falta y eso es lo que al sujeto no le gusta y no quiere saber, y de esa negativa se alimenta su síntoma y malestar; un no querer saber de la castración.

No es de gratis que Freud advirtió todo un drama de amor bajo la estructura de los síntomas que atendió, y ese drama es la Sexualidad y esta va más allá de lo genital, la Sexualidad es lo exquisito de la ilusión de los cuerpos.

jueves, 15 de septiembre de 2011

¡Un Rey Lacayo; su Servidor! Al Inconsciente se le sale el tiro por la culata

Déjame ser tu barco, para que seas tú mi brújula
Y sentir que no irías a ningún lado sin mí
Aunque ciego ignore que soy Yo el que no sabría dónde navegar sin el mandato de tus besos.
Si mi vela es tu deseo
Nunca te dejaré ahogar en este inmenso mar,
Pues tu amor es como el viento que me sopla
Hacia donde tú quieras… sólo pídeme, mándame, sóplame, desea-me…
Que yo sabré como corresponder a ello y hacer que mi barco contigo a bordo, nunca se hunda,
Mi barco no se hundirá, pero tú por favor…
¡Sólo sopla-me! Que mi vela es el deseo de tu deseo.
¡Pídeme ser tu barco que mi deseo es que seas mi brújula! ¡Tuyo, mi amada brújula!


   
¿Quién guía? ¿Quién aconseja? ¿Quién le dice al sujeto lo que debe hacer, el camino que debe tomar, el próximo punto a cruzar? El camino no está tendido, a la vista, el camino es un paso por paso que se inventa, es un escalón sucesivo que se teje en medio de un vasto espacio vacío, y entonces ¿Qué amo guía? ¿Qué hace el sujeto que nunca ha prescindido de un amo que le mande? ¿Qué hace el sujeto que siempre ha necesitado de un amo a quien servir, complacer, un amo por quien darse, un amo por quien ser pedido? ¿Qué hace el sujeto ante su necesidad de que lo necesiten? Este es el desencuentro del sujeto del inconsciente en su deseo de situarse como Falo del Otro, marca de amor - goce materno ¿Cómo situarse como Falo del Otro, como eso que el Otro necesita, como eso que al Otro le falta, si en ese intento narcisista, fantasmático e imaginario de necesitar ser necesitado, pedir ser pedido, pasa de ser Rey a ser Lacayo, un ¡Servidor!? Es la Pulsión y es alto el precio que el sujeto paga por ella en esa fantasía persistente del retornar al narcisismo primario, a ese encuentro de amor fundante en donde el sujeto era el todo de alguien y ese alguien era el todo del sujeto, este intento de fantasía persistente, repetida, es siempre fallida, es ¡Tyché! En palabras de Lacan o “encuentro fallido con la ilusión del reencuentro con el objeto perdido”, puro desencuentro, y este texto singular de desencuentro se lee todo el tiempo en la clínica, este es el dilema del sujeto del psicoanálisis; un sujeto que no sabe que sabe sobre la manera “singular” (El Significante) desde el cual busca y se ubica para reintentar y reintentar recuperar lo perdido, por ello el Psicoanálisis es la clínica de lo absurdo, y lo absurdo comanda la vida del sujeto.

Por la vía de este goce – materno en el sujeto ¡Se le sale el tiro por la culata! Y deseando mandar se hace mandado pues en el goce – reinado del imaginario mediante – de pretender situarse como LO importante para el Otro para Completarlo y así completarse (lógica narcisista), sólo se satisface como pulsión parcialmente (es una satisfacción siempre fallida, siempre desencuentro) de ser poseído para así poseer (anclaje y goce anal imperando) y este trámite lo pretende el sujeto prestándose como objeto de goce del Otro, es decir, pretendiendo ser lo que completa al Otro, ser LO importante del Otro, la falta del Otro, ser el Rey que el Otro necesita cuando lo que le sucede a este sujeto ¡Tiro por la culata mediante! es que se convierte en Lacayo del Otro, se convierte en un ¡Servidor del Otro!, pues dicho sujeto amarrado como ideal a ser el deseo del deseo del Gran Otro materno, todo despliegue amoroso en su relación con los otros – semejantes, será por la vía del amor materno o goce imaginario, es decir; del pretender situarse como Falo del Otro, como completador del Otro. Esto siempre es Tyché; desencuentro, el Falo siempre es Fallo.     

¿Qué me quiere?... es la pregunta por el deseo y en su no saber (que quiere el Otro de mi) surge la angustia, angustia que a la vez es demanda del sujeto al Otro, y esta demanda es un pedido al Otro para que este le dé el lugar de LO importante que él (el Otro supone el sujeto) necesita, es decir, es un pedido de Falo, de necesitar ser necesitado, el sujeto desea serlo pero al desear serlo lo que termina sucediendo es que no es él (el sujeto) el Falo del Otro sino que es precisa y paradójicamente ¡Tiro por la culata mediante! el Otro el Falo del sujeto, de este modo el sujeto se ahoga en la necesidad del Otro, lo requiere, lo pide, le reclama, lo necesita como el aire para respirar y aquí el sujeto se ancla al goce mortífero del no ser, del no ser sin el Otro, queda el sujeto supeditado al Otro ¡El sujeto es en la medida en que es mandado a pedir, solicitado por el Otro, es en la medida en que representa algo para ese Otro (pero no cualquier algo)! El sujeto se hace poseer (se hace cagar, para ser más explícitos con este deseo que desde lo anal esta imbuido de goce, de pulsión; deseo oscuro de poseer siendo poseído).

La trama de todo esto es que sólo ocurre en el terreno de lo imaginario y el sujeto en ese deseo (anclaje de goce y amor anal mediante) de poseer siendo poseído, no se sostiene durante mucho tiempo puesto que tener amo – Otro (alguien que mande y comande) no implica que ese amo dependerá de ese lacayo, de ese servidor por siempre, es decir; no hay garantías de que el Otro no le dejará, el que el sujeto necesite del Otro – Amo no quiere decir que ese Otro necesite del sujeto, y entonces aún pese a los sacrificios y a las supeditaciones y dependencias a las que el sujeto decide someterse para así pretender ilusoriamente ser Lo importante de ese Otro, aún así, esto no le alcanza al sujeto para garantizarle el que su amo no le deje en algún momento, ¡No hay garantías! Y así mismo ¡El sujeto es responsable incluso de lo que de sí mismo desconoce e ignora! (ignorar lo inconsciente no exime al sujeto de las consecuencias de sus fallidos imaginarios), y ahora, si este amo le deja, la poderosa ilusión fantasmática de felicidad situada en el narcisismo primario, se desmorona y ante esto suceden varios caminos: la muerte, la repetición o la castración. La muerte que implicaría el “volverse loco” por la ausencia del Otro accediendo a goces mortíferos y desbordados; una adicción y/o una melancolía por ejemplo y en el peor de los casos. Una repetición de amor en amor y de sufrir en sufrir, como regularmente sucede en la mayoría de los casos, quizás, ¡Un clavo saca Otro clavo… y la vida es un circo en donde nunca se deja de representar la misma función, el mismo error, la Repetición! O en últimas, la castración que es la vía que el Psicoanálisis le oferta al sujeto en su “dirección de cura” orientada hacia el que el sujeto entregue su Falo, que renuncia a lo más preciado en pro de la vida.

El sujeto tiene un discurso que le comanda, y ese discurso es el Otro, y es a partir de este discurso, de este deseo encarnado en la piel, de este imaginario, que es como el sujeto le habla y desea acceder al otro, a su semejante ¡Loco aquel que pretenda que el otro (con minúscula), su semejante, sea su Otro! Entonces… ¡En un mundo de locos quien se considere cuerdo e inmune a este gran engaño que es como sujeto, que tire la primera piedra!

Lacan precisaba que la verdad del sujeto es una verdad ilusoria, que por ilusoria no deja de ser cierta y por cierta no deja de ser una completa mentira. El Inconsciente es el lugar de una verdad mentirosa que ciertamente desnuda el goce fantasmático del sujeto; su manera singular (El Significante) en que busca y se ubica para reintentar y reintentar recuperar lo perdido, por ello el Psicoanálisis es la clínica de lo absurdo, de la repetición, y la repetición de lo absurdo Amo comanda la vida del sujeto.

¿Qué hará el Rey Lacayo... sin Amo?... ¡Es hora de que el sujeto hable! Al final siempre quedará un "Yo, fui eso"
 
Sergio Iván Vallejo Rincón

martes, 13 de septiembre de 2011

Las Puertas del Inconsciente (una noche bajo la lluvia)

La lengua también se cansa, y se cansa tanto que por momentos trastabilla, da tumbos, piruetas y tropieza “sin querer queriendo” y ya lo que se dice, en esa soltura “que se habla sola” pasa ya no a seguir las leyes del sentido, de la razón, del secreto o las del engañoso e ilusorio YO, sino que sigue las leyes del inconsciente, y en esta “caída” lo que Lacan denominaba “palabra vacía” pasa a ser “palabra plena”, inconsciente hablándose.

Cuando el inconsciente habla nada parece tener sentido pues no hay lógica (aparentemente) en hablar de un suceso y pasar a otro y luego recordar un trozo de sueño, de dicho, un recuerdo y luego tener una fantasía que al decirla tastabilla y comete lapsus y en el lapsus un terreno de la vida psíquica se desencarna y limpia, y luego un agujero de pregunta aparece en el sujeto y una respuesta susurrada a medias por él, le descubre lo que de su Sexualidad desconocía: el saber no sabido sobre la manera como busca significar un algo para un otro.

Que se llegué a esto por la vía del hablar de lo que menos parece tener importancia, de lo que pensamos que es bobada y carece de interés, de lo chistoso, de un pedazo de sueño insignificante, de un dicho común, de un tono de voz que cambia y se hace diferente, de un cambio de color en el rostro, de un brillo en la mirada, de un olvido, de un enredo en las palabras, de un trozo de niñez y/o de todo lo que a simple vista se advierta como absurdo, llegar a esto a donde el psicoanálisis siempre llega (al núcleo del Ser, como decía Lacan), por esta vía, es ilógica; lo ilógico, y precisamente ¡esa es la lógica del inconsciente!, por eso entre “menos mente” (como decimos popularmente) se le eche a lo que se dice, más será el sujeto del inconsciente (lugar del saber) y no el YO (lugar de lo ilusorio) el que hable, y el Inconsciente es puro saber, el sujeto es puro saber.

Freud creó y se inventó la Asociación Libre justamente con el propósito de vencer las resistencias del Yo, así mismo una de las consignas de Lacan fue “¡Hable! ¡Hable de lo que se le ocurra que igual llegaremos al núcleo de su Ser!”. Ambos sabían (Lacan siguiendo a Freud) que el inconsciente es “surrealista” y en esa medida sabían que ni la Epistemología de las ciencias, ni la Filosofía, ni la Medicina, ni la Psicología, compartirían la manera como el Psicoanálisis obtiene su saber, un saber que no es por la vía del saber racional, del sentido y de lo objetivo, sino por la vía de lo absurdo e indiferente y que además eso reside en el sujeto mismo, no afuera. Por eso principalmente lo que diferencia al Psicoanálisis de las Psicologías (especialmente de las científicas) es que el saber lo tiene el sujeto, el inconsciente es el lugar de saber no sabido del sujeto. Sin embargo y paradójicamente el sujeto ignora que sabe suponiendo que el que sabe sobre él, es el Otro, y así le delega ese saber al analista como ese Otro que viene a representar al “amo” que le comanda, estableciéndose así la Transferencia o la instauración del Sujeto Supuesto al Saber (SsS). Un SsS que está hablando impulsado por el hecho de que considera que el analista que le escucha es el que sabe de lo que le pasa, pero paradójicamente el sujeto termina encontrándose con que al lanzar sus preguntas él mismo sabe y se susurra sus respuestas. La Transferencia es el artificio o “engaño” fundamental del Psicoanálisis (no porque exista sólo en el terreno del Psicoanálisis, de hecho es inherente a las demás disciplinas; Pedagogía, Medicina y Psicología por nombrar algunas, sino porque es el Psicoanálisis el único que la reconoce y de hecho la emplea como eje fundamental de todo su discurso y su clínica), este artificio llamado por Freud Transferencia hace que el sujeto sitúe al analista como Amo pero como el analista advierte dicha transferencia, huele y ve el lugar en el que el sujeto lo ubica como objeto de goce, como objeto a (el sujeto ubica al analista como resto, y el analista se presta para que lo ubiquen como tal), pero el analista ha de moverse, no permanece allí, se corre de sitio para salirse del tipo  de amo en que el sujeto – analizante lo pone, se ubica y desubica frente al amor que expresa en demandas el analizante hacia él, hacia el analista, y de esta forma en el análisis por medio de analista se constata que siendo la Transferencia la instauración del Sujeto Supuesto al Saber, dicho saber no lo tiene el analista (como el sujeto – analizante supone) sino que lo tiene el propio sujeto – analizante, de allí su nombre “Analizante” (es su propio analista), y de allí que para el Psicoanálisis el inconsciente es el lugar de saber no sabido del sujeto, por ello el que sabe es el sujeto, aunque necesite y requiera inevitablemente del suponer que no sabe.

Bajo esta operación el Psicoanálisis por vía del analista facilita y acompaña la disolución del malestar amarrado a los síntomas del sujeto en la medida en que destituye y apunta a tumbar al Amo, al Otro que le comanda y le amarra al goce neurótico infantil, esta destitución o “tumbamiento” del Otro no sucede sin que el sujeto ceda una parte de su goce malsano, de su trono, de su reinado, es decir, de sus ideales e ilusiones, no sucede sin que se renuncie a mucho del narcisismo imaginario de pretender ser Falo, la destitución del Otro es el tumbar al amo que el sujeto supone en otros – semejantes y/o el amo que se supone el sujeto para otros - semejantes. Tumbar al Amo – Otro es romper con los cánones que la cultura en su malestar de tecno - ciencia – religión – capitalismo, que sofoca al sujeto conduciéndolo a un mundo afanoso y de placeres llenos de insatisfacción, va llevando al sujeto, alienándolo, y este trámite lo hace el sujeto en el análisis vía el analista en la medida en que ubica al sujeto como único productor de su propio saber, singular, subjetivo, saber que es una verdad sobre su propia Sexualidad, ¡su verdad!. Y la Sexualidad y la búsqueda de la Verdad mueven al humano, lo paradójico es que al humano le aterra constatar que la Sexualidad y la Verdad son singulares, saberes únicos y particulares en cada sujeto, y es el amor el que justamente nace del deseo de construir algo con alguienes pese al desencuentro que implica el malentendido que como seres hablantes (o cómo expresó Lacan: ¡La relación sexual no existe! "el Uno no puede darse") nos atraviesa, pese a ello, a que hablamos lenguas diferentes; nace el amor al morir el imaginario de la complementariedad y el Uno entre los sexos.

Retomando el tema, la emancipación que el Psicoanálisis hace del sujeto no le conviene a la cultura en su malestar de tecno – ciencia – religión -capitalismo (como en el video “The Wall” de Pink Floid), pues al sistema no le conviene un sujeto que sabiendo de su goce se las arregla de manera más sana para solventar eso que le falta, tampoco le conviene un sujeto que sepa sobre su Sexualidad (sobre al manera como ama y es amado) como un saber suyo, puesto que ese sujeto no necesitaría de Amos a los cuales demandar ese saber, un sujeto pasado por el psicoanálisis es un sujeto que ya no vive por y para los otros y/o el sistema, sino para el mismo, un sujeto pasado por el análisis es un sujeto que rompe con el imaginario de referenciarse a sí mismo en función del ser reconocido y significado por los otros – semejantes, por esto es un sujeto que vive menos por los demás, y esto se traduce en un sujeto más político, menos enfermo, con un cuerpo más sano, menos dócil y faldero frente a la información que los medios y las instituciones (de todo tipo) venden.
Es por esta razón que el Psicoanálisis es ¡Subversivo! Tal como lo expresó el escritor José María Vargas Vila; “se trata de anarquizar conciencias”. Cuando el sujeto se reconoce como sabedor de sí mismo y como único responsable de hacer algo con eso; el sistema (comprendido como la tecno - ciencia - religión - capitalismo) se siente amenazado y con razón; ¡Tiene ante sus ojos un humano pensante, que no come entero y por tanto no es más rebaño!

Tendría ante sus ojos a un sujeto que prescindiría del Horóscopo, de los Prozac´s y de las oraciones que golpeándose el pecho decía sin cuestionamiento alguno: “¡Por mi culpa! ¡Por mi culpa! ¡Por mi gran culpa! Por eso ruego a…”  

…Y todo empezó con un lapsus, un absurdo, una indiferencia… y ¡El Inconsciente habla! ¡Y la sesión termina con las llaves en sus manos, para salir a brincar bajo la lluvia, como niña entre los charcos!



Texto inspirado a partir de un sesión Psicológica que se hizo Psicoanalítica
A JMMS

lunes, 12 de septiembre de 2011

La Aventura del Análisis (La palabra más que develar el inconsciente; lo reinventa)

El análisis no cura, ni retoma lo pasado para analizarlo y descubrir los orígenes de una neurosis, el análisis “reinventa el inconsciente”. Cuando digo que lo “reinventa” estoy diciendo que el hablar del sujeto no expone ni explica el sentido o las ideas que este tiene y quiere decir de lo que le pasa sino por el contrario es en ese hablaje, en ese bla bla bla que el sujeto advierte y construye un saber sobre lo que le pasa, pues al hablar (sin pensarlo, y sin someter ese hablaje a las restricciones del sentido y la razón) esta diciéndose una verdad sobre el lugar en el que el otro que “le hace malestar” lo ha situado y el lugar que el mismo sujeto ha asumido, y este saber que el sujeto advierte sobre lo que significa para el otro y lo que el otro significa para él, es un saber que no quiere saberse pues implica su responsabilidad frente a su goce. Una cosa es engañarse teniendo una venda en los ojos y otra muy diferente es engañarse sabiendo que se engaña.

Volviendo a retomar lo antes citado; en el psicoanálisis el sujeto no busca las palabras precisas para expresar sus ideas y los sentidos y significados de lo que se dice (como se suele hacer en cualquier conversación cotidiana) sino que simplemente habla, habla pese al aparente sin sentido y carencia de significado y de razón de lo que dice, ya que hablando, construye su saber sobre lo que en él reside de lo que le pasa, es decir; hablando, se desnuda. Hablando construye el hilo Significante que le permite ver la manera particular, subjetiva y singular como busca ser algo (X cosa) para un alguien, para otro. Hablando advierte el Significante,  es decir el Otro que lo comanda.

Por ello el Psicoanálisis es largo, pues el tiempo en que un sujeto tarda en hablar no desde su YO sino desde su ser de sujeto del inconsciente, es extenso, me refiero al hecho de que el sujeto tarda tiempo en advertir que hablar desde la razón, desde el sentido, desde lo imaginario, es decir, desde su Yo, el inconsciente no emerge, pues el inconsciente emerge cuando el sujeto habla sin saber lo que dice, por ello Freud inventó la Asociación Libre, para vencer las resistencias del Yo, del Yo neurótico que no cesa de pensar cada palabra que dice, racionalizar cada pensamiento e inagotablemente justificarse, responsabilizando a los otros de su propio malestar del cual no fácilmente se responsabiliza. Este tiempo de razón, sentido, imaginario y justificación, este tiempo del YO se denomina Entrevistas preliminares que tienen como fin situar al sujeto como analizante; agotando el sentido, vaciando lo imaginario y el malestar en la cultura que le lleva a responsabilizar a otros y a justificarse, a operar desde sus resistencias, y a instaurarse una demanda clara de análisis; una pregunta, un agujero de vacío y cuestionamiento respecto a su Sexualidad… Y ese saber sobre la sexualidad que procura inscribir en lo simbólico lo que de lo real el sujeto no puede representar, ese vació del no saber sobre el deseo, es decir, sobre la manera como se es X cosa para Otro.

Y para que este proceder se dé, no basta con que el sujeto sepa e intuya que en él reside el saber sobre lo que es, el sujeto necesita hablar, y al hablar, despliega un tejido, un hilo de saber que empieza a soportarlo, como si el hablar no sólo encadenará los afectos sueltos y los agujeros por donde el sujeto se colma de malestar, sino que también, ese saber, es una invención, pues aunque el inconsciente se vea en lo que se habla, es precisamente eso que se habla lo que le da vida al inconsciente, lo que lo hace aparecer, lo que lo hace surgir:
¡Y en un principio era el Verbo, y el verbo es la palabra, y de la palabra el hombre nació, y en la palabra el hombre se transformó!

El bla bla bla no sólo devela el inconsciente, mucho más que eso aún; lo reinventa.

domingo, 11 de septiembre de 2011

El Silencio del Psicoanálisis… ¡La angustia de los sábados!


El Psicoanálisis empieza donde el texto termina, donde el punto final de la lectura hace su aparición para decirle indirectamente al sujeto “aquí la lectura ha terminado, es hora de hablar, de preguntar, de decir; de implicarse”, ahí nace el Psicoanálisis en carne propia y por la vía de la Angustia (a propósito del Seminario X de Lacan que actualmente se lee), ya que cuando el texto termina y es hora de mirar al otro, la angustia aparece y aquello que el sujeto deseaba decir, hablar, preguntar y/o opinar, contar, queda supeditado y atravesado por el otro, por el otro que esta como referencia imaginaria y que el sujeto cree espera algo de él, ¿Qué?, no lo sabe, pero el sujeto supone saber que el otro que le mira, el otro que está a su lado sentado, espera algo de él, del sujeto. De este modo el deseo de decir y hablar, de participar, queda atravesado por el ¿Qué me quiere? ¿Qué me quiere el otro? Esta es la pregunta del deseo ¿Qué me desea? ¡Qué me desea para así corresponder a ese deseo! he aquí la cuestión, si el sujeto es el deseo del deseo del Otro, esta entonces claro que el sujeto es, si y sólo si representa algo para alguien, sólo mediante el significar algo para el otro, es como el sujeto se sitúa como sujeto de deseo, de deseo de ser algo para alguien, de ser Significante, es decir, portador de un discurso mediante el cual habla de eso que es para un Otro (aunque no lo sepa, aunque no sepa que lo dice).

El sujeto no confía en su propio saber porque la Cultura en su malestar le ha mostrado que él no sabe pues el que sabe es el amo (el maestro, el analista, el cura, el profeta, los libros, la ciencia, etc… son los únicos sabedores), pero no es así, para el psicoanálisis el sujeto es el que sabe, por eso el  psicoanálisis no es psicología, pues la psicología insertada como discurso universitario o discurso del amo moderno (discurso que de hecho favorece al discurso capitalista, eterno alienador del sujeto) se cimenta bajo la lógica de ser el amo que tiene la “cura”, la verdad o el saber que el sujeto necesita, pide y por el cual le consulta (el fantasma de nosotros los psicólogos así lo sustenta, respondemos con lo inconsciente nuestro; imbuidos en un mar de identificación y proyección). Y desde esta lógica que nos han vendido (y que constituye el malestar en la cultura) el sujeto se silencia, calla pues aquello que deseaba decir, hablar, opinar, objetar, argumentar, contar y/o preguntar, es algo que de antemano supone no es lo que el otro necesitará oír, primero porque el sujeto se siente absurdamente (e ignorantemente) no sabedor, y segundo porque desconoce y no sabe que es lo que él es para el otro, no sabe que es lo que el otro espera de él, y no importa si ese otro espera o no del sujeto, es el sujeto el que imaginariamente lo supone puesto que recordemos el sujeto se reconoce a partir del representar y/o significar algo para alguien. Basta con escuchar los versos de los poetas y las canciones de los músicos para advertir que lo que el sujeto desea es ser algo para alguien, y todo su discurso habla sobre la manera particular y singular como encarna ese deseo.   

De este modo el sujeto se silencia y en su angustia mueren esas sus palabras que como pregunta, opinión o simplemente participación podrían ayudarle a comprender el psicoanálisis no desde el texto y su entendimiento racional (pues allí el psicoanálisis no está) sino desde su discurso mismo hablándose que sin importar que hable y de lo que hable u opine, siempre se dirigirá a dar cuenta de ese lugar desde el cual se sitúa para ser un algo para el otro, es decir, el discurso del sujeto apunta a advertir sobre el Significante no sabido y el objeto perdido; el resto del Otro, el objeto a que Lacan propone. Por eso en el Psicoanálisis nadie sabe más del sujeto que el mismo sujeto (aunque el sujeto se empeñe en situar amos a los cuales mira y demanda con esa mirada una respuesta una vez el texto termina, el sujeto sitúa al otro como sabedor y hace así de los más avezados y antiguos en el discurso psicoanalítico verdaderos amos, “maestros que instruyan”, pues ¡ellos son los que saben!), pero también el psicoanálisis sabe que el sujeto se sitúa como no sabedor puesto que de esto depende que el sujeto situando a otro que sabe y es amo de lo que a él (a dicho sujeto) le falta, se establece lo que se denomina, la Transferencia, o la instauración del sujeto supuesto al saber, que el sujeto supone en el analista (o cualquiera que posea un saber de más).

Aparecen pues tres aspectos fundamentales en ese silencio del sujeto y su mirada demandante dirigida al otro para que este responda y aclare lo que del texto no se entendió, se advierte que: el sujeto esta bajo el reinado de un imaginario en donde “no es o no puede permitirse ser” sino es bajo la supeditación, autorización y reconocimiento de los otros, así mismo este fenómeno expresa que la Transferencia esta instaurada puesto que el sujeto sitúa a otro sabedor como amo, pero también y en últimas se advierte un desconocimiento frente al Psicoanálisis, el desconocimiento de no saber que al Psicoanálisis lo que le importa es que el sujeto hable puesto que en lo que habla esta el saber, el único saber que al Psicoanálisis le interesa, y es el saber del propio inconsciente del sujeto, y en la medida en que dicho sujeto habla, se implica, participa, opina, pregunta, objeta y cuenta, describe, etc, ahí en ese punto el psicoanálisis está siendo puesto que el inconsciente del sujeto está hablándose.

En esta medida, lo que el Psicoanálisis quiere decir es que la verdad y/o el saber no está en lo mucho que el sujeto entienda o no de lo que Lacan y Freud proponen sino justamente en decir y hablar de eso que no se entiende, aunque sea todo. Pero el sujeto reside en su imaginario y desde allí no es “libre” puesto que está bajo el dominio y la comandancia de cualquier otro que el mismo sujeto sitúa como amo del saber, esto en últimas lo que revela es que el sujeto esta bajo el Reinado del Otro, del Otro (con mayúscula) que le donó el discurso y lo atravesó con un significante que le da un lugar de ser x cosa para ese Otro, y en esa X cosa que se pierde y no se sabe, el sujeto queda atrapado luego en el parternaire, en los semejantes amad@s, es decir en los otros (con minúscula) relacionándose mientras les pregunta ¿Qué me quiere? ¿Qué represento para usted para así saber qué es lo que usted espera de mí y saber que hablo y que no hablo?

¡El que esté libre de pecado que tire la primera piedra!, pero… aunque ninguno de nosotros sea “santo” no por eso vamos a dejar de decir lo que deseamos decir, basta decir que el decir es el psicoanálisis pues el inconsciente habla y hay que hacerlo hablar. En el Psicoanálisis el sujeto puede ser lo que es o mejor dicho, puede hablar de lo que quiera, puesto que en ese hablar del sujeto esta el único saber que al psicoanálisis le interesa, y es el saber del inconsciente por la vía del sujeto que esta hablándose.

¡EL PSICOANÁLISIS EMPIEZA DONDE LA LECTURA DEL TEXTO TERMINA!