lunes, 4 de julio de 2011

Dios es Inconsciente I (El "Religare" y la Sexualidad)

Religión viene de “Religare”, “re-ligare” o “volver a unir” que es justamente lo que la libido busca [hacia lo que tiende], la libido tal como la concibió Freud es esa energía que tiende a unir, a reencontrar, a “ligar”. La pregunta que Freud se hizo no fue ¿Por qué la gente se separa? Sino más bien ¿Por qué a pesar de la separación la gente se une, insiste en unirse? Ante esto no basta con un justificar de que el humano es un ser social, hay algo más, hay un sujeto que busca ligarse, libidinalmente se haya “empujado” a ligarse, unirse, a buscar el reencuentro o el “re-ligare”, el volver a unir [hacia esto es hacia lo que tiende esa “fuerza de empuje inconsciente” que Freud concibió como “libido” y Lacan como “deseo”]
Este re-ligare [“volver a unir”] lo alcanza el sujeto por medio del otro, por medio del ligarse al otro, de allí que cuando Freud habla de cuanto se ocupa él por responder a su pregunta del ¿por qué la gente se une? Lo primero que advierte es que esa manera de unirse, de ligarse, es la Sexualidad, por ello la sexualidad se traduce como eso macro que enmarca “toda manera como el sujeto se liga al otro”, no es lo coital ni lo genital, va más allá de esto y del erotismo, es todo lo que enmarca e implica al sujeto ligándose al otro, ligándose en tantas formas, tantas formas como sujetos existen, es este el fundamento que Freud le dio a la Sexualidad dentro del psicoanálisis y es hacia lo que dicha praxis tiende, hacia al apropiar al sujeto del saber sobre su propia sexualidad o manera en que tiende hacia el otro, y esto no es más que la manera en que ama; como desea responder al otro y como desea ser respondido, es decir, su fantasma, un saber sobre el fantasma es un saber sobre la propia sexualidad, un advertir los puntos de goce o los anclajes en los que el sujeto padece por no ver y advertir lo que está construyendo, recordemos el cuento aquel del hombre que encontrándose con un león dormido lo que hace es intentar despertarlo diciéndole, gritándole: “¡León por favor no me comas, no me comas por favor león!”, paradójica, ambigua y contradictoria lo que no quiere que suceda, le sucede, “es comido por el león en últimas” y allí entonces, en ese punto en donde el león al final le devora, el hombre dice “Si, que mala suerte tengo”, si nos fijamos bien aquí el hombre hizo todo para ser comido y así al final reivindicarse como un hombre de muy mala suerte [chistosamente esto le cuesta su propia vida], y es ante este “necesitar ser comido para así reivindicar que es un hombre de muy, muy, muy mala suerte” es desde donde se fundamenta el goce, lo no visto pero allí repitiéndose, sin verse, el discurso de goce es la oración de amor [o de Sexualidad] que profesa el sujeto sin que advierta siquiera que la está rezando todo el tiempo. Es este saber sobre la propia sexualidad la que el psicoanálisis destapa.
Por tanto el psicoanálisis asume al sujeto de la responsabilidad sobre su propio discurso, para advertir su propio error y dejar de padecerlo [en la medida en que asume la responsabilidad de hacer algo con eso], pero no eliminándolo, cambiándolo, pues no hay nada que cambiar, no hay nada que curar, lo que se busca es advertirlo, hacerlo consciente, re significarlo y discernirlo, hacerlo ya no un trozo de ciego extravío antes oscuro y confuso.
Continua

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