domingo, 21 de agosto de 2011

Amor para la muerte


Y uno se da cuenta, lo que las personas valían para uno, justo cuando ya no están, cuando ya no se necesita para depender de ellas, cuando uno ha soltado sus amarras y se ha lanzado a la aventura del seguir viviendo, amando, soñando y muchas veces ilusionándose pese a la pérdida, pese a ese estarnos ausentando siempre... cuando uno ya tiene otra vida, ahí es cuando los seres que uno amó cobran vida para ya entonces nunca más dejarlos morir, ir, pues ya quedan, queda la sabiduría, eso que llega tarde cuando ya ni uno ni el otro está... y la vida nos enseña que sólo somos personajes, máscaras haciendo papeles, representando funciones, ocupando lugares y luego cuando ya el teatro de un amor se va y da paso a otro teatro de otro amor, ahí uno ve que las lágrimas, los dolores, los chispazos de luz y las miradas que un día algo dejaron, reaparecen para colocar el amor en otro lado, en el lado no de las máscaras ni de los egos, ni de los narcisismos, ni de las posturas infantiles a las que quedamos pegados en algún momento de la vida y que asumimos pese a que ya no somos niños, es ese cariño diferente que te hace sentir que los seres que has amado son tu familia, los humanos que la vida te pone para que cada vez te encuentres más contigo mismo al precio de muchas veces, dañarlos, violentarlos y no advertir que son eso; compañeros de viaje. Eso somos los humanos, amadores que luego en la ausencia despiertan el verdadero amor, el amor del agradecimiento, el amor que entiende que nadie es un fin en sí mismo, nunca lo fuimos, nunca lo fui, nunca lo fuiste, sólo fuimos medios, medios para encontrarnos a sí mismos.

Es precisamente tu ausencia lo que te hará vivir en mi para siempre. Por ello aunque no estemos, estamos. Somos alquimizados, transformados por el que se fue, y en eso que ahora estamos siendo, la persona ausente vive, porque sin ese pasaje vivido no seríamos lo que hoy somos.

Por eso, siempre que me ausente, siempre que mi deseo no seas tu, ahí, te estaré amando más pues estaré comprendiendo en mi carne y en tu ausencia, que el hueco que dejas me enseña más a valorarte, y paradójicamente, a desearte mucho más, aunque ya quizás no pueda tenerte.


Este escrito con amor para ustedes y para todos los ausentes que llevan en su recuerdos y silencios.


Sergio Iván Vallejo Rincón 

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