domingo, 11 de septiembre de 2011

El Silencio del Psicoanálisis… ¡La angustia de los sábados!


El Psicoanálisis empieza donde el texto termina, donde el punto final de la lectura hace su aparición para decirle indirectamente al sujeto “aquí la lectura ha terminado, es hora de hablar, de preguntar, de decir; de implicarse”, ahí nace el Psicoanálisis en carne propia y por la vía de la Angustia (a propósito del Seminario X de Lacan que actualmente se lee), ya que cuando el texto termina y es hora de mirar al otro, la angustia aparece y aquello que el sujeto deseaba decir, hablar, preguntar y/o opinar, contar, queda supeditado y atravesado por el otro, por el otro que esta como referencia imaginaria y que el sujeto cree espera algo de él, ¿Qué?, no lo sabe, pero el sujeto supone saber que el otro que le mira, el otro que está a su lado sentado, espera algo de él, del sujeto. De este modo el deseo de decir y hablar, de participar, queda atravesado por el ¿Qué me quiere? ¿Qué me quiere el otro? Esta es la pregunta del deseo ¿Qué me desea? ¡Qué me desea para así corresponder a ese deseo! he aquí la cuestión, si el sujeto es el deseo del deseo del Otro, esta entonces claro que el sujeto es, si y sólo si representa algo para alguien, sólo mediante el significar algo para el otro, es como el sujeto se sitúa como sujeto de deseo, de deseo de ser algo para alguien, de ser Significante, es decir, portador de un discurso mediante el cual habla de eso que es para un Otro (aunque no lo sepa, aunque no sepa que lo dice).

El sujeto no confía en su propio saber porque la Cultura en su malestar le ha mostrado que él no sabe pues el que sabe es el amo (el maestro, el analista, el cura, el profeta, los libros, la ciencia, etc… son los únicos sabedores), pero no es así, para el psicoanálisis el sujeto es el que sabe, por eso el  psicoanálisis no es psicología, pues la psicología insertada como discurso universitario o discurso del amo moderno (discurso que de hecho favorece al discurso capitalista, eterno alienador del sujeto) se cimenta bajo la lógica de ser el amo que tiene la “cura”, la verdad o el saber que el sujeto necesita, pide y por el cual le consulta (el fantasma de nosotros los psicólogos así lo sustenta, respondemos con lo inconsciente nuestro; imbuidos en un mar de identificación y proyección). Y desde esta lógica que nos han vendido (y que constituye el malestar en la cultura) el sujeto se silencia, calla pues aquello que deseaba decir, hablar, opinar, objetar, argumentar, contar y/o preguntar, es algo que de antemano supone no es lo que el otro necesitará oír, primero porque el sujeto se siente absurdamente (e ignorantemente) no sabedor, y segundo porque desconoce y no sabe que es lo que él es para el otro, no sabe que es lo que el otro espera de él, y no importa si ese otro espera o no del sujeto, es el sujeto el que imaginariamente lo supone puesto que recordemos el sujeto se reconoce a partir del representar y/o significar algo para alguien. Basta con escuchar los versos de los poetas y las canciones de los músicos para advertir que lo que el sujeto desea es ser algo para alguien, y todo su discurso habla sobre la manera particular y singular como encarna ese deseo.   

De este modo el sujeto se silencia y en su angustia mueren esas sus palabras que como pregunta, opinión o simplemente participación podrían ayudarle a comprender el psicoanálisis no desde el texto y su entendimiento racional (pues allí el psicoanálisis no está) sino desde su discurso mismo hablándose que sin importar que hable y de lo que hable u opine, siempre se dirigirá a dar cuenta de ese lugar desde el cual se sitúa para ser un algo para el otro, es decir, el discurso del sujeto apunta a advertir sobre el Significante no sabido y el objeto perdido; el resto del Otro, el objeto a que Lacan propone. Por eso en el Psicoanálisis nadie sabe más del sujeto que el mismo sujeto (aunque el sujeto se empeñe en situar amos a los cuales mira y demanda con esa mirada una respuesta una vez el texto termina, el sujeto sitúa al otro como sabedor y hace así de los más avezados y antiguos en el discurso psicoanalítico verdaderos amos, “maestros que instruyan”, pues ¡ellos son los que saben!), pero también el psicoanálisis sabe que el sujeto se sitúa como no sabedor puesto que de esto depende que el sujeto situando a otro que sabe y es amo de lo que a él (a dicho sujeto) le falta, se establece lo que se denomina, la Transferencia, o la instauración del sujeto supuesto al saber, que el sujeto supone en el analista (o cualquiera que posea un saber de más).

Aparecen pues tres aspectos fundamentales en ese silencio del sujeto y su mirada demandante dirigida al otro para que este responda y aclare lo que del texto no se entendió, se advierte que: el sujeto esta bajo el reinado de un imaginario en donde “no es o no puede permitirse ser” sino es bajo la supeditación, autorización y reconocimiento de los otros, así mismo este fenómeno expresa que la Transferencia esta instaurada puesto que el sujeto sitúa a otro sabedor como amo, pero también y en últimas se advierte un desconocimiento frente al Psicoanálisis, el desconocimiento de no saber que al Psicoanálisis lo que le importa es que el sujeto hable puesto que en lo que habla esta el saber, el único saber que al Psicoanálisis le interesa, y es el saber del propio inconsciente del sujeto, y en la medida en que dicho sujeto habla, se implica, participa, opina, pregunta, objeta y cuenta, describe, etc, ahí en ese punto el psicoanálisis está siendo puesto que el inconsciente del sujeto está hablándose.

En esta medida, lo que el Psicoanálisis quiere decir es que la verdad y/o el saber no está en lo mucho que el sujeto entienda o no de lo que Lacan y Freud proponen sino justamente en decir y hablar de eso que no se entiende, aunque sea todo. Pero el sujeto reside en su imaginario y desde allí no es “libre” puesto que está bajo el dominio y la comandancia de cualquier otro que el mismo sujeto sitúa como amo del saber, esto en últimas lo que revela es que el sujeto esta bajo el Reinado del Otro, del Otro (con mayúscula) que le donó el discurso y lo atravesó con un significante que le da un lugar de ser x cosa para ese Otro, y en esa X cosa que se pierde y no se sabe, el sujeto queda atrapado luego en el parternaire, en los semejantes amad@s, es decir en los otros (con minúscula) relacionándose mientras les pregunta ¿Qué me quiere? ¿Qué represento para usted para así saber qué es lo que usted espera de mí y saber que hablo y que no hablo?

¡El que esté libre de pecado que tire la primera piedra!, pero… aunque ninguno de nosotros sea “santo” no por eso vamos a dejar de decir lo que deseamos decir, basta decir que el decir es el psicoanálisis pues el inconsciente habla y hay que hacerlo hablar. En el Psicoanálisis el sujeto puede ser lo que es o mejor dicho, puede hablar de lo que quiera, puesto que en ese hablar del sujeto esta el único saber que al psicoanálisis le interesa, y es el saber del inconsciente por la vía del sujeto que esta hablándose.

¡EL PSICOANÁLISIS EMPIEZA DONDE LA LECTURA DEL TEXTO TERMINA!       

3 comentarios:

  1. O sea que yo quiero dicir Algo. Pero el Algo, es sencillo. Yo vivo el psicoanális. Yo vivo en la palabra. Pero ¿Por qué a veces quiero hacer silencios? ¿Por qué a veces necesito CALLAR?

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  2. ¿Cómo serán tomados mis silencios, mi necesidad de a veces callar? Es hacia donde se dirige la angustia.

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  3. Una buena pregunta, el callar también hace parte de la escucha y del acompañar en terapia. Saludos!

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