sábado, 25 de junio de 2011

La Metáfora Paterna o Complejo de Castración (Parte I, acercamiento a la clínica psicoanalítica)

Una crisis de goce, de padecer en demasía, la gota que derrama la copa, el malestar que ya no se soporta, los consejos de la tía y del amigo que ya no sirven, las pastillas que ya no tranquilizan ni mantienen el “diablo interno controladito”, las evasiones que ya no cumplen con su cometido de distraer la angustia, ahogarla, un “no poder ya no ser capaz de no darle mente a eso”, es el motivo que lleva a alguien a preguntarse ¿Qué me pasa? ¿Por qué me pasa esto? Y más aún si ese malestar tiene carácter de repetición, es este malestar lo que indica que el síntoma como lazo social que fantasmáticamente liga al sujeto al otro, se ha roto y en su rompimiento [sea porque alguien se ha ido, algo se ha perdido, algo ha cambiado, alguien ha tomado otra posición, algo no anda como antes, algo se ha desbordado, etc.] un agujero de angustia se ha abierto para revelar que hay algo del orden de lo real, es decir de lo enigmático, confuso y oscuro que ensombrece la vida del sujeto y que no sabe como nombrarlo, ponerlo en palabras, asirlo, darle forma. De este modo se busca una respuesta, un saber que dé cuenta de lo que por ese agujero se escapa y que se refiere precisamente al amor, al amor que se halla contenido en medio de los dos juglares de lo humano y lo inconsciente; la Sexualidad y la Muerte.
       
              El sujeto supone que el otro a quien consulta sabe sobre lo que le pasa, y en parte es cierto, sabe sobre algunas cosas, sabe sobre cómo opera lo que al sujeto le pasa pero no sabe sobre lo que al sujeto le está pasando precisamente, el sujeto supone que el analista sabe y el analista sabe que el sujeto no sabe que si sabe, es decir, en un inicio no se sabe nada sobre ese malestar, sólo se sabe acerca de la Transferencia, es decir, el hilo o puente que permite que el sujeto suponga que el analista sabe y en el caso del analista, este sabe en su “saber moverse” la manera como ha de devolverle la “pelota” al sujeto para que este la tome y pueda desde su inconsciente hablando, responderse, saberse [recordemos que el inconsciente es un lugar de saber no sabido ¿Qué quiere decir esto?, esto quiere decir que el análisis es el dispositivo clínico por medio del cual un analista le facilita al sujeto el desciframiento y la reinvención de su propio saber no sabido ¿pues donde está el saber?, el saber esta en el inconsciente del sujeto, por eso la premisa del psicoanálisis es una y sólo una ¡Hable! ¡Hable de lo que sea, que igual llegaremos al núcleo de su ser! El saber no se sabe de antemano, no está dado de antemano, el saber es un hilo que al encadenarse de palabra en palabra, se ilumina de repente con un brote de significación].
          
          Es así como el sujeto empieza a hilar su propio saber inconsciente cada vez que hablando de si, de sus sueños y haciendo el lapsus, una interpretación, una devolución o una intervención del analista encadena más y más saber que luego se sigue y continua tejiendo al fantasear mientras se camina, soñar y hablar de lo soñado, pensarse en el ayer y escucharse a sí mismo en la manera como habla y es hablado, es decir, el sujeto se sitúa como el propio analizador de su drama de amor pues primero el inconsciente es un lugar de saber y segundo, el inconsciente es trabajador, es decir, siempre está hilando.
           
         Cuando esto empieza a operar, se empieza a edificar un saber alrededor del agujero angustiante con el que en un principio el sujeto acudió a análisis, y entonces lo que antes era una gastritis, un fallar siempre en el trabajo por lo mismo, un estar imposibilitado para el amor, un desilusionarse de lo mismo, un necesitar agradar al otro, etc. [cualquier otro síntoma] se transmuta por un saber que antes no se sabía y que es un hilaje que va eslabonando e hilando recuerdos, dichos, sueños, particularidades del cuerpo, maneras de amar, fantasías, actos antes ciegos, entre otras cosas que dan cuenta de todo lo que sustentaba o expresaba un síntoma, es decir, aparecen palabras en el lugar en el que el cuerpo lloraba, en el lugar en donde antes el sujeto se caía en el amor, en el lugar en el que antes fracasaba en sus proyectos y empresas. Se trata de edificar y construir un saber en lo simbólico que sustente ese algo de lo real que causa síntoma y que precisamente emerge pues es un agujero en la experiencia que no fue tramitado.

     
         Cuando emerge ese saber no sabido que es un encadenamiento simbólico que diluye el síntoma en lo real [para que se necesita un síntoma si ya hay palabras que sustenten y expresen lo que por ejemplo una gastritis tenía por decir. La neurosis es una estructura ciega que se vale de síntomas también ciegos ante el sujeto, para expresar ese algo de lo real en el cual el sujeto se haya fijado. Síntomas que siempre se relacionan con un otro y por tanto la neurosis como estructura sustenta sus síntomas enfocadas y tendientes siempre a constituirse como problemas de amor, todo síntoma habla de amor, o más precisamente del sustento del amor que es la sexualidad y la muerte como los dos juglares del inconsciente]. Este saber da un alivio directo del síntoma, pues precisamente este se diluye muchas veces en la primera sesión terapéutica, pero luego más allá del síntoma emerge la verdadera naturaleza de lo que gestaba el síntoma, y es el fantasma, digamos esa “ideología” de “amor” con la que el sujeto responde al otro y espera ser respondido por el otro, es decir, ese “tener para ofrecerle al otro y esperar que al otro le agrade” [ser el deseo del deseo otro, ser lo que el otro desea] y ese “esperar que el otro le ofrezca y esperar que sea del agrado del sujeto” [que el otro sea el deseo del deseo del sujeto]. El fantasma se sustenta bajo los diques del imaginario desde el cual el narcisismo se halla, el fantasma es esa traza que el Otro [aquel o aquellos que marcan al sujeto con la palabra, atravesándolo e inscribiéndole un discurso que da cuenta del deseo que ocupa y que posteriormente en su relación con sus semejantes, replicará] ha dejado y que se busca reiterar en todo semejante, en todo otro, en el otro del amor, para poner un ejemplo vago pensemos en el sujeto que ha sido trazado como “la oveja negra de la familia que siempre se revela y por tanto tiene imposibilitado el éxito laboral y amoroso”, dicho sujeto replica o reitera ese discurso en los otros, sus semejantes para no sólo perpetuar el discurso del Otro en todo otro, sino también para reafirmar así el síntoma bajo el cual establece todas sus relaciones… pero ¿Por qué el sujeto reitera ese mal? lo reitera primero porque es un saber no sabido y segundo porque está anclado al narcisismo, en este caso de ser ¡la oveja negra! Título que aunque despectivo le da un lugar que de antemano no se esta tan dispuesto a dejar, a renunciar, pues como ya he reiterado antes en otros escritos, se renunciaría a mucho.
     
         Otro ejemplo digamos “el sujeto que nació como un regalo para los padres y cuya vida se centra en el satisfacer y complacer a los demás para evitar todo malentendido y mantenerse como monedita de Oro para el otro”, esto hace fantasma y síntoma en la medida en que el sujeto puede digamos “sentirse culpable reiterativamente cada vez que le dice “No” a alguien” generando así síntomas que expresan su malestar reprimido, su descontento, la ira que no expresa y la no complacencia al otro que se ve “obligado a tragarse” y así mismo como una manera de auto castigarse [toda culpa merece un castigo, y el sujeto del inconsciente es demasiado bueno para tiranizarse a sí mismo, y lo más paradójico aún, para justificar su propia auto tiranía], tras de todo esto hay una implicación narcisista del precisamente situarse como “monedita de Oro para el otro” en pro de reiterar y alimentar su propio imaginario ilusorio, fantasmático y narcisista del ser reconocido, importante, imprescindible y incondicional para el otro [si observan el precio tan alto que paga el sujeto por sostener su neurosis, por sostener su fantasma; sufre].
       
           A este imaginario o lugar de las ilusiones es hacia donde apunta el saber no sabido para empezar a tumbarlo [muerte de los ideales y las ilusiones, es un “hacer polvo” al súper yo que no es ninguna instancia para lo bello y sublime humano, sino una instancia que condena y mata al sujeto, no dejándole ser, llenándole de culpas que no merece, el súper yo es pura pulsión de muerte, mandato ideal malsano, imperativo de goce, mantenimiento del síntoma] y desmenuzar la “propia mentira que el sujeto se ha creído como verdad”, la mentira que le han vendido y que ha creído y que no sólo se ancla como fantasía ideal o ideal del yo [llegar a ser ese ideal para el otro] en el imaginario [es decir como un dictamen a cumplir y en caso de no cumplirse la culpa y el súper yo apuñalan severamente] sino también como discurso significante o como oración personal que el sujeto reza todo el tiempo sin  percatarse de ello, sin escucharse, y a la vez como tramite a lo real en la medida en que situándose desde su fantasma, alivia, obtura, tapona y evade su propia falta, la falta justamente de reconocerse como no imprescindible, ni incondicional, ni reconocido por el otro, y así mismo ver como el otro no es ningún imprescindible ni incondicional como se pensaba, este es el trámite de la castración.

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